Poema extraído del libro El azor en el páramo, traducción, introducción y notas de Xoán Abeleira. Madrid, Bartleby Editores, 2010.
Cangrejos fantasmas, de Ted Hughes
Al anochecer, mientras el mar se oscurece,
Una oscuridad abisal se condensa, se concentra desde
[los golfos y los barrancos submarinos
Hasta la orilla del mar. Al principio
Parece un cúmulo de rocas desvelando, escurriendo su palidez.
Luego, poco a poco, la labor de la marea
Al retroceder va dejando sus productos,
Su poder se retira liberando las barquichuelas
[resplandecientes que resultan ser cangrejos.
Cangrejos gigantes, bajo sus cráneos lisos, mirando tierra adentro
Como una trinchera abarrotada de cascos.
Fantasmas, son cangrejos fantasmas.
Emergen
Un invisible derrame del frío marino
Sobre el hombre que pasea por el arenal.
Se desparraman tierra adentro, internándose en la púrpura humeante
De nuestros bosques y pueblos – una oleada aterradora
De enormes y pasmosos espectros
Deslizándose como tresnales por el agua.
Nuestros muros, nuestros cuerpos no son obstáculos para ellos.
Su hambre los lleva a alojarse en cualquier otra parte.
No podemos verlos ni apartarlos de nuestra mente.
Sus bocas burbujeantes, sus ojos
Con su lenta furia mineral
Se abren paso en nuestra nada donde yacemos en el dormitorio
O nos sentamos en el salón. Tal vez soñando alterados
O despertando sobresaltados al mundo de las posesiones
En mitad de un jadeo, un estallido de sudor, el cerebro
[bloqueado cegado
Por la luz de la bombilla. A veces, por unos minutos,
[una resbaladiza
Escrutadora
Espesura de oscuridad
Avanza presionando entre nosotros. Los cangrejos son
[los amos de este mundo.
Durante la noche, cercándonos o cruzándonos,
Se acosan, se aferran los unos a los otros,
Se montan, se despedazan los unos a los otros,
Se extenúan completamente los unos a los otros.
Ellos son los poderes de este mundo,
Y nosotros, tan sólo sus bacterias,
Muriendo sus vidas y viviendo sus muertes.
Al amanecer se repliegan sigilosamente bajo la orilla del mar.
Ellos son el tumulto de la historia, la convulsión
En las raíces de la sangre, en los ciclos de la concurrencia.
Para ellos, nuestros países atestados son campos de batalla vacíos.
Después, pasan el día recuperándose bajo el agua.
Su canto es como un fino viento marino ondeándose
[en las rocas de un promontorio,
Donde sólo ellos escuchan. Son
Los cangrejos, los únicos juguetes de Dios.
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