Reseña publicada en Galerna, Revista Internacional de Literatura. Nº VIII. 2010.
ISSN: 1541-4752.
ISSN: 1541-4752.
En la década de 1840 cuando preguntaban a JMW Turner por la esencia de su estilo, el gran pintor inglés respondía siempre con la misma frase: Yes, atmosphere is my style. Bien podríamos transmigrar esta contestación al poemario Animales Animales del gallego Xoán Abeleira. Una de las cosas más sobrecogedoras de su lectura es que, por encima de rastros, hallazgos y filias emboscadas, sus textos permanecen en la memoria con una temperatura propia, una atmósfera conceptual y lingüística imprevisible, alejada de patrones más o menos estandarizados en nuestra lírica actual. Es verdad que podemos rastrear en ellos la huella transparente de la poesía anglosajona (Plath y Hughes, sobre todo) pero no es menos cierto que esa huella, ese rastro velado, queda redimensionada dentro de un decir potente y singular. Cada poema de Abeleira parece renombrar significaciones, recuperar musicalidades laterales, avivar, en definitiva, un cuerpo entumecido con el propósito de indagar nuevamente la prehistoria de la realidad. Y todo ello travestido de objetos, animales, naturalezas, tiempos sacralizados más allá de una (la nuestra) topografía material y materialista. Nos dice en su Notas del autor: Diez años después de escribir este poema (se refiere al titulado Preludio), escucho al maestro Antonio Gamoneda resumir la idea que se extiende en él (podríamos aplicar este mismo aserto a todo el poemario): «El lenguaje poético es un lenguaje aprendido cuando el mundo era sagrado». Ahora bien, la recuperación poética de lo sagrado necesita un nombrar también sagrado, una forma de enfrentarse a la palabra evitando tanto la (aparente) objetividad contemporánea como el naturalismo clásico. De ahí que Abeleira apele a la videncia, a lo chamánico, a la fuerza de lo existente en lo vivo, sin subterfugios ni barreras. Un lenguaje puesto en tensión y contagiado de instinto. Permítanme que reproduzca una parte del poema Vulpes Vulpes (Zorro): La noche me asiste / El cielo en celo / La luna en / Vulva que reverbera en mí / Con la insultante audacia de las bestias / El invierno / Preñado de lentitud / Me conformó / Ojo por ojo diente por diente / Como una lengua en la madriguera / Mi oscuridad rebosa / Soy lo que tengo este deseo / Y cuanto tengo / Debe buscar salir procurar / Algún espacio que lo comprenda.
El libro se estructura en tres partes que dialogan entre sí dejando a un lado el Preludio (una poética) del que dábamos buena cuenta antes. En la primera, Animales Animales, cada bestia, cada ser de la naturaleza duplicado por la videncia de la palabra nos sumerge en raras correspondencias que, pasadas por la atmósfera simbólica de Abeleira, se convierten en trasuntos de nuestra propia perplejidad. Todo este primer movimiento arrastra una acumulación incesante de animales que personifican nuestros miedos, nuestros anhelos, nuestras fragilidades, del mismo modo, imagino, que los hombres y mujeres del paleolítico convocaban a sus demonios en las pinturas rupestres. Nos informa el poeta en Rathus Rathus (ratas): Me digo bastaría / Con pegar la oreja al suelo bastaría / Con prestarle oídos la cabeza el cuerpo / Entero quizás a ese rumor inclemente / Para conjurar el miedo bastaría / Me digo y me repito / Con asomarse cada día a las cloacas / De todos de cada uno / Para aceptar definitivamente que están ahí. El segundo movimiento, Olca (poemas de amor animal), constituye a mi juicio uno de los hallazgos más deslumbrantes del libro. Alejado de la tradición poético-amatoria española, estos poemas despliegan una desconcertante manera de aproximarse al deseo, tomando como puntos de anclaje la animalidad (auténtico sancta santorum del poemario), la desnudez de la piel y, en consonancia con el resto de la obra, la sacralidad resguardada en las heridas del cuerpo. Impagables son los poemas De una a otra albada y Suite de la dicha cuyo final reproducimos a continuación: Ya lo ves / En esta edad en que el hastío nos golpea / Con su forma más insensata incomprensible / Yo canto la delicia de no tenerte / Para tenerte por siempre ya a mi lado / Pues entre los dos sabemos que / La dicha es la verdadera Revolución / Amor el colmo de la Insumisión. Tras dejar el interludio amoroso nos adentramos en la tercera y última parte del libro, Poemas animales, donde se recupera el tono de la primera sección mas ahora incorporándole un sentido temporal y colectivo más amplio que lo convierten en una suerte de indagación global, un intento por devolver a las palabras de la tribu la pureza perdida después de tantos siglos de racionalización (que no de racionalidad como sugiere el filósofo francés Edgar Morin). Estos poemas animales percuten con tanta fuerza o más que los de las secciones anteriores, dejando tras de sí en la retina lectora un eco extraño, magullado.
Roberto Bolaño en la entrevista que le hiciera para la televisión chilena Cristián Warnken, recordando algunos de sus poetas favoritos y desentrañando, desde su particular visión, las similitudes y diferencias de alguno de ellos sostenía que la distancia entre Baudelaire y Rimbaud estribaba en que el primero, a pesar de su aparente vida disipada, era dueño de todos sus recursos estilísticos así como del conocimiento de la deriva de su obra y, por eso, era un poeta sensato, un pater; en contraposición a Rimbaud y Lautréamont que representaban el papel del poeta adolescente, el poeta puro, intocado por la contaminación de la sociedad circundante. No quisiera excederme en la comparación pero Animales Animales se aproxima más a este segundo estadio, bebe más de las iluminaciones rimbaudianas, de las fragilidades “sin timón y en delirio” (uso términos referidos por el propio Bolaño en dicha entrevista rememorando un verso de su viejo amigo Mario Santiago Papasquiaro) que de las sensateces de los poetas cuya obra se levanta como una arquitectura dominadora. Hay algo intocado en la poesía de Abeleira. Algo visceral que mana desde lo vivo y la emoción. Y eso, en estos tiempos de renovado solipsismo, suena extraño y arriesgado. Algunos lectores, en cambio, lo agradecemos.
El libro se estructura en tres partes que dialogan entre sí dejando a un lado el Preludio (una poética) del que dábamos buena cuenta antes. En la primera, Animales Animales, cada bestia, cada ser de la naturaleza duplicado por la videncia de la palabra nos sumerge en raras correspondencias que, pasadas por la atmósfera simbólica de Abeleira, se convierten en trasuntos de nuestra propia perplejidad. Todo este primer movimiento arrastra una acumulación incesante de animales que personifican nuestros miedos, nuestros anhelos, nuestras fragilidades, del mismo modo, imagino, que los hombres y mujeres del paleolítico convocaban a sus demonios en las pinturas rupestres. Nos informa el poeta en Rathus Rathus (ratas): Me digo bastaría / Con pegar la oreja al suelo bastaría / Con prestarle oídos la cabeza el cuerpo / Entero quizás a ese rumor inclemente / Para conjurar el miedo bastaría / Me digo y me repito / Con asomarse cada día a las cloacas / De todos de cada uno / Para aceptar definitivamente que están ahí. El segundo movimiento, Olca (poemas de amor animal), constituye a mi juicio uno de los hallazgos más deslumbrantes del libro. Alejado de la tradición poético-amatoria española, estos poemas despliegan una desconcertante manera de aproximarse al deseo, tomando como puntos de anclaje la animalidad (auténtico sancta santorum del poemario), la desnudez de la piel y, en consonancia con el resto de la obra, la sacralidad resguardada en las heridas del cuerpo. Impagables son los poemas De una a otra albada y Suite de la dicha cuyo final reproducimos a continuación: Ya lo ves / En esta edad en que el hastío nos golpea / Con su forma más insensata incomprensible / Yo canto la delicia de no tenerte / Para tenerte por siempre ya a mi lado / Pues entre los dos sabemos que / La dicha es la verdadera Revolución / Amor el colmo de la Insumisión. Tras dejar el interludio amoroso nos adentramos en la tercera y última parte del libro, Poemas animales, donde se recupera el tono de la primera sección mas ahora incorporándole un sentido temporal y colectivo más amplio que lo convierten en una suerte de indagación global, un intento por devolver a las palabras de la tribu la pureza perdida después de tantos siglos de racionalización (que no de racionalidad como sugiere el filósofo francés Edgar Morin). Estos poemas animales percuten con tanta fuerza o más que los de las secciones anteriores, dejando tras de sí en la retina lectora un eco extraño, magullado.
Roberto Bolaño en la entrevista que le hiciera para la televisión chilena Cristián Warnken, recordando algunos de sus poetas favoritos y desentrañando, desde su particular visión, las similitudes y diferencias de alguno de ellos sostenía que la distancia entre Baudelaire y Rimbaud estribaba en que el primero, a pesar de su aparente vida disipada, era dueño de todos sus recursos estilísticos así como del conocimiento de la deriva de su obra y, por eso, era un poeta sensato, un pater; en contraposición a Rimbaud y Lautréamont que representaban el papel del poeta adolescente, el poeta puro, intocado por la contaminación de la sociedad circundante. No quisiera excederme en la comparación pero Animales Animales se aproxima más a este segundo estadio, bebe más de las iluminaciones rimbaudianas, de las fragilidades “sin timón y en delirio” (uso términos referidos por el propio Bolaño en dicha entrevista rememorando un verso de su viejo amigo Mario Santiago Papasquiaro) que de las sensateces de los poetas cuya obra se levanta como una arquitectura dominadora. Hay algo intocado en la poesía de Abeleira. Algo visceral que mana desde lo vivo y la emoción. Y eso, en estos tiempos de renovado solipsismo, suena extraño y arriesgado. Algunos lectores, en cambio, lo agradecemos.
EGL
P.S. O feito de que unha persoa, tan só unha persoa goce tanto e comprenda tan ben o noso labor xa é recompensa abonda. Por iso, obrigado , novamente, Ernesto. Oxalá nos coñezamos algún día. Se cadra en Madrid, o martes 8, día en que recitarei alí.
ResponderEliminarhttp://www.facebook.com/xoan.abeleira
En ocasiones, el ser humano afecta tanto en la evolución de la naturaleza y de las especies, que acaban teniendo tendencias más que anormales para lo que se espera de ellos.
ResponderEliminarhttp://news.keteke.com/noticias/lo-mas-internet/sube-que-te-llevo/2010/
Aunque son comportamientos muy divertidos!
Xoán,
ResponderEliminarNada de agradecimientos. El texto es turbador y fue para mí un placer preparar la reseña. Una especie de lectura obsesiva. Desgraciadamente no estaré en la Feria del Libro el día 8. Ahora estoy pasando una temporada en Londres y no llegaré a España hasta el 11. Pero sí me pasaré por la Feria el fin de semana del 12 y 13. Ojalá podamos vernos allí.