GENEALOGÍA, DE PEDRO LARREA



Hay ocasiones en las que uno se topa con textos que obsesionan. Poemas que, sin proponérselo, alimentan incertidumbres y esparcen temblores. La pieza que a continuación quiero proponerles tiene esa cualidad. Sencilla y áspera. Desde un aparente confesionalismo que más tarde, en el trascurso de la obra donde se inscribe, va desmenuzándose hacia rupturas del lenguaje, conectando su poética con la mejor tradición vanguardista, se nos va resquebrajando los engranajes de ese mausoleo sociocultural que llamamos familia. Se trata del poema titulado Genealogía, y constituye la apertura del libro La tribu y la llama. Su autor: Pedro Larrea, un joven poeta español aún inédito.

GENEALOGÍA

No se olvida la casa persistente.
De mi abuelo paterno no me queda nada.
De mi abuela paterna que por mí durmiera en una silla.
De mi abuelo materno la querencia de las porterías,
los ojos de psicópata
y el miedo a perder el carné de identidad. También la ternura.
De mi abuela materna el veneno, la desvergüenza,
el no poder dormirme hasta las tres de la mañana,
el escándalo.
De mi padre el gusto por ciertos bares, el tabaco,
el sur y el primer amanecer, la roturación de los nervios,
el alcoholismo, la mala sangre. El doble. El margen.
De mi madre
no lo digo
porque no hablo aquí de amor.
Luego, claro, mis tíos, mis hermanos. Apenas volvían de la Antártida.

No fui feliz en mi familia y tuve que marcharme.
A veces pienso en ellos
a cien mil páginas de distancia.

Y para quién quiera conocer más acerca de este autor, les dejo una pequeña referencia biográfica:

Pedro Larrea (Madrid, 1981) se licenció en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid y obtuvo su Master in Spanish por la Universidad de Virginia (EE.UU.) donde prosigue sus estudios de doctorado en poesía y ejerce como profesor de literaturas hispánicas. También para la Universidad de Virginia ha dirigido la Casa Hispánica Bolívar y enseñado en varios programas como UVA in Valencia y Semester at Sea. Ha publicado poemas en las revistas ABCD, Calidoscopio, Lateral, Generación XXI, Deriva y Fósforo. Ha recitado poesía en España, Italia y los Estados Unidos. Ha vivido en Madrid, Dublín, Tuscaloosa, Valencia, París y Charlottesville. La creación poética es su máxima ocupación. Es autor de los libros de poemas La orilla libre y La tribu y la llama, ambos inéditos.

LAS MINIMÁS DE CARMEN CAMACHO




La tradición aforística en castellano tiene en las voces de Antonio Porchia una de sus figuras señeras. Con él el fogonazo de expresión y pensamiento madura hasta alcanzar la cota de reverencia intelectual, inoculando en los nuevos escritores que se aventuran por esos derroteros un cierto pasmo. La sombra del maestro es alargada. Porque no se trata sólo de sombra, sino de una forma de entender el “estar en la lengua”, un modo de racionalidad que abandona (como pidiera María Zambrano) la pura “superficie del mundo” para intentar acceder a esa otra verdad no excluyente, “que quiere un todo desde el cual se posea cada cosa”. Un lenguaje, o un decir intersticial, cortado por la precisión de sus conceptos. El aforismo, las formas breves del pensamiento lírico (greguerías, aforemas, máximas, etc.) se revelan así casi como el sancta santorum de la memoria poética. Guardan el testimonio último de la especificidad de este modo de escritura, distinto al narrativo, al periodístico, al puramente informativo.

Y es que lo aforístico encarna también otra dimensión nada desdeñable. Aquello que el gran escritor Macedonio Fernández (por seguir con el linaje argentino) llamaba la “poemática del pensar”, un camino que procura a través de las palabras el surgimiento de una realidad literaria, añadida al presente, irreal, concienzudamente no realista, artificial, autorreferencial (en palabras del profesor de Teoría de la Literatura Fernando Rodríguez Lafuente). Esta “poemática del pensar” otorga especificidad a las formas hiperbreves, y alimenta buena parte del vigor que aún mantienen dichas formas.

Pues bien, “Minimás” de Carmen Camacho trata de insertarse en dicha hendidura. La segunda edición del libro nos indica la buena acogida que ha tenido entre el público, lo cual hace intuir hasta qué punto el género aforístico cuenta aún con apasionados lectores. Digamos para empezar que estas “minimás” presentan una textura heterogénea. Por un lado nos encontramos con aforismos en la línea anteriormente esbozadas, ambiciosos desde el punto de vista conceptual y estético. Por otro lado juegos verbales, reescrituras de modos y topos del lenguaje coloquial que, al redimensionarse, adquieren nuevos sentidos. También nos topamos con poemas humorísticos, costumbristas, vivos y ávidos de dar cuenta de la contemporaneidad andaluza, menos potentes desde el punto de vista ideacional, pero llenos de inteligencia y burla hacia las formas dominantes de poder. Pero la heterogeneidad no sólo guarda relación con sus formas, estas minimás se desplazan temáticamente del amor a la denuncia social, pasando por la indagación existencial, generacional, la pura aventura del lenguaje, sin renunciar a ningún territorio de lo vivo. Y es que, en mi opinión, por encima de la ortodoxia de las formas breves, la mirada de Carmen Camacho se nutre de la mejor tradición goliárdica, que concibe la farsa (y la insubordinación hacia la dominación que comporta) como instrumento posible al servicio de la “poematización del pensamiento” (siguiendo la estela señalada de Macedonio Fernández). Quizá no estemos ante un libro de aforismos en sentido estricto. Quizá se intercalen algunos desmayos conceptuales que debilitan la apuesta global. Pero de lo que no creo que haya duda, es que estas minimás de la autora jienense apuestan por un modo de aprehender “concienzudamente” lírico, disuelto en la palabra, que desestabiliza y rearma los modos alternativos de acercamiento a la realidad.

Decía Eduardo Milán en su En crítica de un extranjero en defensa de un sueño: “Desde la experiencia de mayor interioridad posible (la experiencia del vacío) pasar a la mayor posibilidad de evidencia exterior del lenguaje. O sea: el pasaje evidenciado del conocimiento de la materia (conocimiento límite) al límite de posibilidad referencial, dejando testimonio puntual del proceso. Es decir: si matas algo dentro también lo matas fuera. Es imposible escribir poesía sobre un cardenal sin mancharse las manos de cardenal.” Carmen Camacho se mancha las manos en cada minimás. Evidencia ese conocimiento de la materia en el límite de la posibilidad referencial. Incluso en su des-nacerse: nuevos límites para nuevas referencias emergidas a través de nuevas palabras (las que inventa la poeta). Lo cotidiano, lo subjetivo, lo global empapan el nombre y lo transustancian, dando como resultado unas formas híbridas, a medio camino entre los aforemas y las alucinaciones. Donde el sueño y el insomnio y la materialidad de la razón conviven con las inconsistencias latentes de lo otro. Pues la voz de Carmen Camacho no entiende de jerarquías ni seguridades ontológicas. Simplemente se lanza a la madrugada del mundo con la calentura de la palabra. Y el resultado son estos filos burlescos y desnudos.

TARSIS



Desde Chile (Editorial Ventana Abierta) acabamos de recibir el último poemario de Juan Soros. Su título: Tarsis. Ese lugar mítico al que huyó Jonás. Abre el conjunto un texto que nos avisa del tono:

Saga

Desde las antípodas sólo se puede regresar. Es el hijo de un emigrante de la posguerra española. Descendiente de un irlandés llegado en la época de la guerra de la independencia. Sin embargo, no era celta, no pertenecía a los clanes. Llegó a Irlanda con los conquistadores ingleses. Pero no era anglosajón.
Era un normando, un invasor. En Francia se pierde su rastro. Quizás descendía de la tribu de Caín.
Lleva una marca en la frente.




Y le sigue un poema donde comenzamos a vislumbrar la memoria de este viaje que no es un viaje sino un regreso, como el de Luis Rosales: vivir es ver volver.

Huye a Tarsis / (Regresa) / Habita la entraña / (Leviatán) / En la tormenta / quema la nave / Náufrago / de Dios

Recordemos las distintas caras del mito. La Biblia utiliza el término barcos de Tarsis para designar a las embarcaciones encaminadas a realizar largas singladuras dondequiera que sea su destino. El sueño de Tarsis implica, desde esta acepción, alcanzar lo lejano, tocar lo desconocido. Es más, siguiendo a Cirlot, el símbolo del barco (especialmente venerado en Mesopotamia, Egipto, Creta y Escandinavia) se asocia al “viaje del sol por el cielo” y al “viaje nocturno por el mar” y también a otras deidades y espíritus de los muertos. Incluso podemos llegar a afirmar que (siguiendo el itinerario cirlotiano) la palabra «Carnaval» (carrus navalis) se refiere, en origen, a una procesión de navíos. Existen otras caras del mito. Por ejemplo, Tarshish (Tartessos) que, según el historiador italiano Mario Liverani, se correspondía con el confín del Mediterráneo, reino del estaño y la plata, auténtico destino dorado en tiempos de fenicios y griegos, lugar al que las expediciones comerciales navegaban en busca de riquezas y prosperidad. Muchos siglos después fue Tarshish América Latina, Chile, horizonte particular de generaciones de emigrantes españoles, italianos, alemanes, furiosos por escapar de las distintas posguerras que asolaban Europa.

Pero ya decía que este viaje no es un viaje sino un regreso fracasado. Estibar, zarpar, tempestad, naufragio, pecios. Esos son los auténticos límites de la singladura. Al menos de la singladura simbólica de Juan Soros. Una poética al borde mismo de la penumbra, que sobrelleva el “decir” como un modo de agujerear el lenguaje y someterlo a pruebas de tensión. El proyecto escriturario de Soros bebe de muchas fuentes, entremezcla materiales dispersos. Ahí están los textos sagrados (la Biblia, la Cábala), o las grandes epopeyas que han incendiado nuestra tradición (Dante, Virgilio). No en vano, como nos recordara J. M Coetzee en su Costas extrañas (qué título tan apropiado), T.S. Eliot situaba en el linaje Dante-Virgilio el sustrato esencial sobre el que se erigía la arquitectura de la civilización cristiana occidental. Iba más allá, según Coetzee, Eliot “al leer la Eneida de este modo, no solo utiliza la fábula del exilio al que sigue la fundación de un hogar —«En mi fin está mi principio»— como el modelo de su propia migración intercontinental (una migración que no llamo odisea precisamente porque a Eliot le interesa subrayar la singladura inspirada por el destino de Eneas antes que los ociosos y, a fin de cuentas, circulares vagabundeos de Odiseo), sino que también se apropia del peso cultural de la épica para respaldar sus argumentos”. Juan Soros no es Eneas, ni Eliot, la naturaleza de su viaje es distinta, pero participa de una cierta temperatura común respecto de esa relectura eliotiana. No estamos ante un viaje elegido, sino ante un periplo condicionado por el dolor y eso, implica ciertos pagos. La dedicatoria del texto quizá nos anuncie esta herida: A la memoria de los emigrantes muertos en el mar, a mi padre, al ver el mar por primera vez, el Cantábrico, antes de cruzar el Atlántico.

Tarsis, entonces, como símbolo. “Memoria forzada”. Un proyecto de escritura que nos empuja hacia lo indagatorio, existencial. Sin otros asideros que los propios del lenguaje y la infinitud de la metáfora del mar. Hay misterios, tartamudeos, vacilaciones, materiales que se superponen, como planos, en el poema. Cada uno de ellos puede abordarse desde diferentes perspectivas. No existe la lectura lineal. Diacrónica. Viene y va, retrocede, se corta arbitrariamente, disemina geografías textuales que parecen nombrar lo extraño: Jerusalén, San Telmo, Kraken, Queequeg, Bucintoro, Monte Purgatorio, Monte América… ¿Qué son? ¿Umbrales de la singladura? ¿Destinos de la singladura? O territorios donde reconocemos la derrota. No. No estamos ante una poesía esperanzada. La de Soros es una poemática del dolor. Aunque no se trate de un abismo irreductible. El hombre pelea, migra, “salta entre los cadáveres”, reconoce “tanta desgracia”, toma conciencia de que “Muerte / sigue aquí.” Y agota las posibilidades que le ofrece su propia lucha hasta “morir en la frontera”.

Tarsis es un “cuerpo cubierto de algas”.

El símbolo del barco y el viaje se encuentra incrustado en la médula de la estética occidental. Consciente o inconscientemente quizá sea uno de esos “topos” que, por clásicos, mantiene el vigor de la regeneración. Cada época, cada tiempo histórico, ha encontrado en él un intervalo que sondear, otro modo de apertura de sentido. Sin embargo, de entre todos ellos, me gustaría conectar (casi como un juego de espejos) el Tarsis de Soros con algunos ejemplos de poesía simbolista francesa que, a mi modo de ver, laten como veladuras por detrás de la metáfora del viaje.

Y quiero comenzar con una estrofa de Tristán Corbiere y su Steam-boat que dialoga en el tono y la temperatura conceptual con el poemario que nos ocupa (y que se adelanta también a la cita de Luis Rosales):

¿Qué Menelao, en su orilla,
Hace pie?— Ve, conozco tu estela…
Tengo — cuando allá es ver venir—
Tu recuerdo.


(Traducción de Manuel Álvarez Ortega. Poesía simbolista francesa. Akal, 1984)

Jules Laforgue, quien en su poema En alta mar anuncia algunos de los cuestionamientos existenciales que más tarde tendrán reflejo en la literatura contemporánea (como, por ejemplo, en el Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez):

Ahí está la Nada, con pálida ganga,
ahí está nuestra Hostia, en su Sagrado Altar,
único brazo que nos tiende lo Incognoscible,
única voz solvente en nuestras raras lenguas.

(Traducción de Alfredo Rodríguez López-Vázquez. Imitación de Nuestra Señora la Luna. El concilio feérico. Ultimos versos. Hiperión, 1996).

Otro de los simbolistas, Jean Moreas, esbozando en este fragmento la vívida imagen del movimiento, primera instantánea del viaje, primer atisbo de la separación:

Adiós, el vapor silba, se activa el fuego:
En la noche pasa el tren o el ancla se leva.
¡Qué importa! Vienen, van: suspira adiós la ola,
Llegue de la altamar o abandone la playa.


(Traducción de Manuel Álvarez Ortega.)

Y Rimbaud, y su barco ebrio, que sintetiza buena parte de las fiebres, del inconsciente de la realidad, que sigue percutiendo en la memoria poética de los libros-barco como este Tarsis de Soros.

Yo conozco los cielos que estallan en relápagos, y las trombas
Y las resacas, y las corrientes; conozco la noche,
El Alba exaltada igual que una multitud de palomas,
¡y he visto algunas veces lo que el hombre creyó ver!

¡He visto el ocaso manchado de horrores místicos,
Iluminando los largos coágulos violetas,
Y, semejantes a esos actores de antiguos dramas,
Las olas rodando a lo lejos su batir de postigos!


(Traducción de Xoán Abeleira. Poesías. Hiperión, 1988)

Hasta Baudelaire, cuyo poema El viaje (perteneciente a Las Flores del Mal), redactado en 1859 y dedicado al escritor-viajero Maxime du Camp, codifica el corazón del símbolo, y señala algunos de sus “topos” insertos en el seno de la poesía contemporánea que nutre el linaje de Tarsis. Aquí transcribimos su primera parte:

Para el pequeño, amante de mapas y grabados,
iguales son el mundo y su vasto apetito.
¡Ah! ¡Qué grande es el mundo a la luz de las lámparas!
¡Qué pequeño a los ojos del recuerdo!. Un buen día

partimos, el cerebro de llamas lleno, el pecho
henchido de rencor y deseos amargos,
y nos vamos, siguiendo el ritmo de las olas,
sobre el finito mar meciendo un infinito:

de escapar de una infame patria alegres los unos;
del horror de sus cunas, otros; y algunos otros,
astrólogos ahogados en ojos femeninos,
de la Circe tiránica de aromas peligrosos.

Para no ser mudados en bestias, se emborrachan
de espacio y claridad y de abrazados cielos;
el hielo que les muerde, los soles que les cubren,
lentamente las marcas de los besos les borran.

Pero son los viajeros de verdad los que parten
por partir, corazones ligeros como globos,
de su fatalidad ellos nunca se apartan
y sin saber por qué: «¡Vámonos!» siempre dicen.

¡Esos cuyos deseos tienen forma de nubes
y que sueñan, lo mismo que un recluta el cañón,
con inmensos deleites, tornadizos, ignotos,
cuyo nombre el espíritu humano nunca supo!


(Traducción de Luis Martínez de Merlo. Las flores del mal. Cátedra, 1995)

El de Soros no es un viaje de “inmensos deleites” baudelerianos, sino “una casa construida / sobre el agua. / (No es una casa) / Una casa llevada por el viento. / Un ataúd, Queequeg. / Monte Purgatorio / Monte América". Por eso está escrito en el límite, como dice Raúl Zurita. Un límite errante.

GIOVANNA RIVERO



Que la narrativa latinoamericana sigue mostrando una vigorosa fortaleza parece un lugar común. Que tras décadas de boom y post-boom, nuevos narradores, nuevas poéticas han ensanchado aún más si cabe el ya de por sí amplio espectro de la prosa latinoamericana, también parece un lugar común. Que, además, algunas propuestas siguen agujereando y desestabilizando la jerarquía continental urdida en torno al eje Cuba-México-Colombia-Perú-Argentina, casi podría ser considerado por igual un lugar común. Y, sin embargo, aún hay nombres que, pese a haber demostrado con varios libros su madurez, todavía se nos ocultan. Es el caso de la boliviana Giovanna Rivero quien con estas “Niñas y detectives. Y otros cuentos con sangre azul” (Bartleby, 2009)debuta en el panorama editorial español. Pero no estamos ante una voz que germina, muy al contrario, “Las camaleonas” (2001) o “Tukzon, historias colaterales” (2008), habían dado muestras ya de una sobrada solvencia narrativa levantada a partir de una temperatura simbólica arriesgada e inquietante, una voluntad de indagación en los claroscuros de la realidad y una apuesta decidida por la elucidación de las parcelas más contradictorias del ser humano sin caer nunca en la pedagogía.

Si me permiten una pequeña digresión, les recordaré que en los últimos diez años, parecen haber surgido dentro del panorama narrativo latinoamericano voces empeñadas en “desencializar” el relato del continente, rastreando las esferas de lo subjetivo desde posiciones diametralmente distintas a sus maestros anteriores. Frente al discurso postcolonial de las nuevas identidades, estos autores se muestran más atentos a las mismas fragmentaciones, los mismos umbrales, los mismos intersticios que en el resto del planeta campean a sus anchas, sin renunciar a ninguno de los hallazgos propios de la estética latinoamericana, y es que, más allá de la radicación sociocultural o geográfica, sus propuestas literarias se inscriben en un marcado interés por la reelaboración de los materiales propios de la postmodernidad, dando como resultado prosas destiladas, complejas, descarnadas incluso, que dan cuenta de la presencia de lo oscuro, lo maligno, lo violento, lo absurdo, mezclando historias de corte figurativo con alucinaciones herederas de las vanguardias. Y es que, en cierta medida, estos autores están siendo capaces de vertebrar en un mismo plano del lenguaje aquellos dos viajes que reclamaban para sí algunos teóricos de la literatura anglosajona: el viaje interior y el viaje exterior. Nombres como Mario Bellatin, Mario Mendoza o la autora que nos ocupa, Giovanna Rivero, son (en mi opinión) algunos sólidos exponentes de esta deriva.



Pero “Niñas y detectives” presenta, por sí sola, abundantes argumentos como para detenernos en ella. Para empezar diré que en todos los relatos que componen este volumen nos encontramos con dos fenómenos complementarios: un punto de vista descentrado (colateral) de la realidad y un despojamiento del lenguaje que lo convierten, al mismo tiempo, en potente aparato simbólico y en herida existencial. Respecto a lo primero, la enunciación, la voz narrativa, el sujeto desde donde se cuenta lo que ocurre (aunque dominado, la mayoría de las veces, por una máscara identitaria femenina) no presenta ningún anhelo totalizador, al contrario, cada historia se muestra como una suerte de esquirla extraída de la cotidianeidad, que nos enseña cuan fragmentario y alienado es el discurso de la conciencia. “Olas de satén”, “Dueños de la arena”, “Noche” o “Contraluna” son ejemplos perfectos de este tipo de narración que diluye las categorías clásicas autorreferenciales para aproximarse a un territorio híbrido, ambiguo, que traduce las asperezas del mundo y sus inoculaciones dentro de cada uno de nosotros. En cuanto a lo segundo, el despojamiento del lenguaje, el fraseo de Giovanna Rivero está plagado de una violencia latente, como si en cada palabra habitara la semilla del conflicto. Los diálogos, las descripciones, las reflexiones, conducen casi siempre a un callejón sin salida, áspero y desasosegante a veces, drogado y vidente otras. Heridas. Contraheridas. Ataques. Contraataques. No hay concesiones a la galería. No abundan los momentos de templanza o serenidad. Cada relato se mueve entre el frenesí y la tormenta invisible. Y es ahí, en ese estado previo a lo desconcertante, justo cuando creemos que finalmente no se desatarán las hostilidades, que Giovanna Rivero nos regala sus pinceladas más “furiosas”. Que lo disfruten tanto como yo.

MUESCA, DE BENITO DEL PLIEGO



Recién aparecido. Recién. Este libro. Que recoge materiales, regresiones, fisiones, veladuras, antesalas desde 1994 hasta hoy. Benito del Pliego. Un poeta nuestro que vive allá (en Carolina del Norte, EEUU). Un poeta de allá que vive entre nosotros (Madrid, Sevilla). Y una profunda admiración. Dejo aquí varios fragmentos de este libro. El texto de la contraportada firmado por Andrés Fisher. Una poética del autor dada a conocer en el primer número de Delta 9 (Madrid, 1994). Y varios poemas.

"Se ofrecen en este libro las fundaciones sobre las que Benito del Pliego va construyendo su geometría poética. Encontramos aquí los ladrillos con los que, cual albañil, va estructurando los derroteros por los que camina su obra. Haciendo suya la comunion entre poeta y constructor establecida por Haroldo de Campos al comentar la obra de Cabral de Melo. Ladrillos y geometría que van dando origen a una obra rigurosa y exigente que se inscribe con toda propiedad dentro de las poéticas críticas que se producen en el territorio de la poesía española de comienzos de siglo.
Poéticas que, siguiendo a Canteli y a Méndez Rubio, en contra de lo sostenido por la crítica oficial y la (que ha sido)tendencia dominante ancladas ambas en la concepción más tradicional del arte como mímesis, no solo no se evaden del mundo sino que suponen una amenaza para el orden social pactado por su carácter utópico, su potencial revelador, desestabilizador y de conflicto, que las ha llevado a evadir los intentos de control por parte de la institución literaria. La que fija el canon y que ha sometido a las poéticas críticas de filiación vanguardista a un proceso de invisibilidad y mudez. Que sin embargo, de ninguna manera ha determinado su atenuación o aquietamiento. He aquí un ejemplo."

ANDRÉS FISHER

Fije su vista en la base y de un lado a otro la fractura y la quiebra la desorientación de la órbita le impedirán detenerse. Por completo acertada de acuerdo. De mitad hacia arriba no obstante la forma se estanca y podrá sentirse seguro de qué. De estar captando el cuadro en su plenitud y en su deficiencia máxima. Una visión unitaria del mundo no nos convence a no ser que ligue su opinión a todas las de todos en una conjunción inconcebible o concecible sólo en un parámetro temporal donde la de usted refiera a la suya a la de él a la mía a la nuestra a la total como el ayer al hoy o éste a su vez al mañana.

He aquí nuestra propuesta: que renuncies a cualquier intento de unanimidad y te decantes por un ejercicio ilimitado del otro. Cuando tome la senda flanqueada de la retórica le animaremois a desviarse hacia un lugar donde las piedras son rojas y cristaliza y se endurece el dibujo de las palabras. Descubra que si marca en un plano la calle el número la habitación de la persona de quien dice estar enamorado ese signo ostenta una virtud política. Escucha: hay realidades que solo en sueños son comprensibles. Reflexione sobre esto: la razón es la coartada que impide enfrentarse con nada a la nada la manera valiente de hacerlo.

Disipado ayer y hoy en un vuelo por el túnel infinito. Tu cadáver frente a ti. Absoluta conclusión en lo absoluto paraliza el fin del tiempo toda duda: cese acota origen. Cabrían entonces preguntarse de qué sirve la certeza.

Esta poética se dio a conocer en el primer número de Delta 9 (Madrid, 1994)


1. Hacedora de Ángeles

Mira al ciprés angustiarse en aguja
Hacedora de Ángeles

Una violenta contracción de ternura
vacía de manos

Ofuscada mordiente
mitad en la sombra
exclusivo pastor
carne de mi carne
Pozo arrumbado
la imagen se pierde invertida
devorada de altura
por un tendón
a mú sujeta
Brocal de la nuez
a la bomba de un ojo
Desgajada de mí
Desgajada de mí
Batiente y distancia

Dos estelas dos filos
copa funesta de cómico alambre
colmillo que luchas
diente el ser contra diente
la nada


Lluvia y zumbido

Un zumbido
abriéndose poblando

Boca de la luz
red del párpado
criterio central:
corazón
árbol
mudez

Lluvia sobre zumbido
tuerca de pétalos
abriéndose poblando
aroma del filtrar o red del párpado
silbido sobre el centro
ave corazón
ave árbol
apuñalada mudez
lluvia y zumbido


22.

Labios y heridas desfondados despliegan su cáliz en derrota, descomposición exponen, la fachada de la calle reaparece.

Hurgan los dedos en este baldosín, las rejas gotean el dolor del edificio: las cerraduras, el musgo, la colada de los patios.

"Por estos pies rodaron carros de escoria". "En este templo se agrieta la medida de todas las cosas". "Allí resucita el ocaso una vez por semana."

Los labios contra el muro, la población pregunta en qué rincón de la ciudad, en qué Jerusalén, en qué tumulto, a quién le rezan. Pero Yo observa alcantarillas, la-mano-blanca espesa el techo para no ver el mundo, Tú deja de gritar y su consuelo se rebosa en la cabeza de una estatua. Los que no miraron, ajenos a toda construcción, exhiben su sonrisa de "perdonen las molestias".

BENITO DEL PLIEGO

LOS RELATOS DE ODILON REDON


Una historia incomprensible & otros relatos
de
ODILON REDON

Traducción, prólogo y cronología:

MERCEDES ROFFÉ

Este libro se presentará el próximo jueves 18 de noviembre a las 19:00 hrs. en la Librería La Central del Museo Nacional Reina Sofía (Ronda de Atocha, 2 - MADRID).

Se referirán al libro:
Ricardo Horcajada González, Constanza Nieto Yusta y Mercedes Roffé.


Sobre el libro:
Figura clave del simbolismo europeo, Odilon Redon participó activamente de las vanguardias gestadas en Europa a finales del siglo xix y principios del xx. Su personalidad, plena de inquietudes creadoras, y su interés por la literatura, lo llevaron a relacionarse con los más destacados poetas y narradores de la época, con los que trabajó en colaboración. Gran admirador de Baudelaire y Poe desde su juventud, y amigo personal de Mallarmé y Gauguin, fue autor, además, de una obra literaria desconocida hasta ahora. A lo largo de su vida, Redon produjo un significativo número de escritos, algunos por encargo de sus pares artistas –en especial, reseñas de exposiciones y textos de catálogos–, y otros de corte más personal o privado, tales como diarios, notas de viajes y relatos de ficción. Luego de su muerte, en 1916, esos escritos fueron reunidos por André Mellerio, su primer biógrafo. En 1991, el archivo Mellerio fue adquirido por el Instituto de Arte de Chicago. Una selección de los relatos allí incluidos –los únicos publicados hasta el momento– aparecieron en francés por primera vez en el 2005 en una edición limitada, en el Reino Unido. Esta primera edición en castellano –preparada y traducida por Mercedes Roffé–, reúne nueve relatos escogidos, junto a una presentación, una cronología y un apéndice de reproducciones, que contextualizan la figura de Odilon Redon en el ámbito del arte europeo del siglo XIX y apuntan a ofrecer al lector un nuevo acercamiento a la obra de un artista múltiple, original e inclasificable.

Sobre el autor:
Odilon Redon nació en Burdeos en 1840. Se formó como escultor, grabadista y pintor. Fue una de las figuras fundadoras de la corriente simbolista europea; desarrolló una obra estrechamente ligada a la literatura –tanto en su producción gráfica como en la ilustración de libros en colaboración—, y trabó amistad con un círculo de reconocidos escritores entre los que se contaban Mallarmé, Huysmans y el poeta simbolista belga Émile Verhaeren. En la última etapa de su vida se abocó casi exclusivamente ala pintura. Fue uno de los promotores del Salón de los Independientes –organizado en paralelo y como reacción crítica al Salón de Bellas Artes de París—, el cual otorgó visibilidad a las vanguardias pictóricas de finales del siglo XIX. Murió en París en 1916.

Sobre la traductora:
Enraizada en el simbolismo por su propia obra poética –especialmente en libros como La ópera fantasma (Bajo la luna, 2005) y Las linternas flotantes (Bajo la luna, 2009)–, Mercedes Roffé ha traducido al castellano, además de esta primera selección de relatos de Odilon Redon, a diversos poetas de lengua inglesa y francesa. Anne Waldman, Jerome Rothenberg, Leonard Schwartz, Lorand Gaspar, Henri Michaux y Martine Audet, son algunos de ellos. Radicada en Nueva York, dirige desde 1998 el sello Ediciones Pen Press, dedicado a la publicación de plaquettes de poesía contemporánea. Entre otras distinciones obtuvo, en el 2001, una Beca de la Fundación John Simon Guggenheim, en poesía.

Trinomio poético



Abro el correo y me encuentro con un espléndido regalo: tres poemarios. Se trata de Tres veces luz del extremeño Julio César Galán. Gajo de sol del salmantino Luis Yarza. Y ¿Baile de cerezas o polen germinado? del mallorquín Pablo Gaudet. Tres libros conectados por una amistad cómplice entre ellos, y por haber sido editados en excelentes sellos editoriales excéntricos a los tradicionales centros de poder literario (La garúa, de Santa Coloma de Gramanet, el primero; colección abeZetario de la Diputación Provincial de Cáceres, el segundo; Ediciones Idea, Tenerife, el tercero). Echo una primera mirada y de inmediato saltan materiales que me interpelan, que se adhieren a mí como una segunda piel. Y los transcribo inmediatamente, casi ebrio, igual que un monje urgido por la premura del tiempo. Aquí van:

EL ROSTRO DE LA LEJANÍA

Otra certeza:
te dices que sentir tu cuerpo
lejano significa idealizarlo
entre neblinas
o aniquilarlo bajo nubes
que son tan frágiles y renovables
como tus ojos.
Quizás sea la mejor manera
de saber si realmente estamos vivos;
quizás el ritmo pendular
en que te miras no es reflejo
sino imagen de un mar
que fue más que tu origen.

JULIO CÉSAR GALÁN
Tres veces luz
La Garúa, 2007
ISBN: 978-84-934968-9-0


(JUNTO A LA CASA DEL SIETE)

Debo irme porque siento un vértigo agridulce que deslía la piel, que macera los músculos, que precipita los huesos; pero es suave el desmayo e hiriente lo creado. Cuanto he amado está presente.

Mi perfil es un hueco hondo y claro; creo que me estoy viendo como un río que acaba de salir de la montaña. ¿Quién puedo ser ahora cuando estoy hachado por la luz?

LUIS YARZA
Gajo de sol
Colección abeZeterio
ISBN: 978-84-92473-23-6


Andando a plena luz,
olvidando que

estos naranjos
salen de su silencio
y descarchan sus cúpulas; sus frutas
ardían sobre el rompesombras
de tus claros.
Los coches y los ciudadanos
apenas viven,
apenas pisamos el suelo.
Cuantos días se pasan
no siendo, me afirmabas.
Algo asó debe
soldar por dentro.
Alguien nos susurraba
ni un día más
la farsa para Ellos.

(No he podido transcribir el poema de acuerdo a la disposición original de los versos en el libro, pido disculpas por ello).


PABLO GAUDET
¿Baile de cerezas o polen germinado?
Ediciones Idea, 2010
ISBN: 978-84-9941-081-4


Y para quien no conozca sus recorridos, dejo algunos esbozos de su trabajo:

Julio César Galán (Cáceres, 1978) es director del Centro para la Investigación y el Desarrollo de las Actividades Teatrales (CIDAT) y de la revista de teatro "Dionisio". Su primer libro, El ocaso de la aurora, fue finalista del premio Extremadura Joven y Universidad de Extremadura (Sial, 2004). Sus poemas han sido publicados en diversas revistas como Nueva Letra, Kafka, Extramuros, Lunas Rojas, La plaza humana, Lunas Rojas, La plaza humana, Jizo, Letra Clara o Turia. En el año 2005 participó en la compañía de teatro granadina "Aqú teatro" (Laboratorio Permanente)como coautor teatral y en el 2004 ganó el premio Platea de teatro breve por la obra Eureka.

Luis Yarza (La Alberca, Salamanca, 1983). Licenciado en Veterinaria por la Universidad de Extremadura, trabaja como ornitólogo en el parque nacional de Monfragüe. Algunos de sus poemas han sido publicados en revistas como Letra Clara, La plaza humana, Diario de poesía, Extramuros, Alforja o Márgenes. Es autor de la plaquette Mineral y Raíces (Buenos Aires, Ediciones del Unicornio, 2005).

Pablo Gaudet (Deiá, Palma de Mallorca, 1984). Trabaja como bibliotecario en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidads de las Illes Balears. Es autor de las plaquettes Prodigar el prodigio (Madrid, 2007)y ¿Una extraña orquídea o un superviento estelar? (Málaga, 2009), así como la serie experimental Videopoemas cetáceos (Barcelona, 2008)y el poema hipertextual La muñeca rusa (2010). Fue redactor de la revista de poesía Isla Adentro entre los años 2006 y 2009, y actualmente lo es de la revista de teatro Dionisio.

Dos poemas de Carlos Huerga


Estoy leyendo a Carlos Huerga. Aunque más adelante quiero escribir una reseña sobre su "Un hombre en el umbral", no me resisto a la tentación de transcribir ahora mismo un par de poemas del libro. Creo que estamos ante un texto desconcertante, intenso, plagado de resonancias; donde lo narrativo y lo estrictamente poético se entrecruzan y abisman, dando como resultado una suerte de minificciones ciegas, sueños atribulados. Parece un libro escrito al borde del abismo, vidente, como si en cada poema la voz se jugara buena parte de su existencia. Un umbral, o quizá un intersticio de lo vivo y la palabra. Ese hombre somos nosotros. Ese hombre somos todos y ninguno, referenciados a un paisaje y una temperatura simbólica de hondo calado. Su lectura me está resultando inquiridora, repleta de autocuestionamientos que tienen la capacidad de desestabilizar. Les aconsejo, como ya hiciera la inolvidable Gloria Fuertes, beber el hilo de Carlos Huerga.

Taller de cenizas

Miras las señales de una vida real, los pájaros de madera pululando entre los árboles viejos, las brasas apagadas por una lluvia de cristal en un jardín baldío.

Pules la madera con cincel de plomo, miras las fotografías como si pudieran mostrar un mundo que ha existido y que todavía existe. El temor siempre fue amigo de la inocencia.

No puedes fotografiar la nieve, porque el blanco atrapa la luz y las huellas se pierden en la nieve. Ni siquiera tus dedos de madera que rozan los bordes de las fotografías pueden acercarse al tacto.

Lo que antes eran vencejos ahora son piedras, vestigios mitológicos de tu propio pasado. Lo que ahora miras y tocas se convierte en pedazos, luz que se pierde entre las grietas de la tarde. Por eso ahora te encierras en tu taller de cenizas.

Miras los restos y escribes un poema.


Luz de invierno

¿Quién vive aquí pegado a las grietas del tiempo, expuesto a la luz del invierno, rodeado de insectos y aullidos de perros callejeros? Buscas entre las rocas y lo que ves está tocado por el óxido de la memoria que se pierde como un hilo de aceite en un mar de fuego. Las trincheras de la noche te ayudan a ocultarte de los disfraces del miedo, donde no alcanza el canto de los grillos ni las ruinas de la luna. Ves insectos borrachos en mitad del desierto, la humedad y el musgo reptando por entre las lindes de tus manos.

Como un sepulcro encuentras un esbozo de luz, un agujero donde todo se pierde por sus sombras inaccesibles: un niño corriendo en bicicleta, espoleado por el sol del verano y la falta de memoria, un fulgor escondido como un animal herido en la noche. Tal vez todo sea un fantasma que atraviesa la luz difusa como si se agarrara al vacío en forma de refugio, un vestigio de burla que rompiera el aire con los dedos.

Huyes hacia el fondo de la luz que golpea la piedra llena de moho, las flores que pronto serán pasto de lagartos y colebras. Piensas en tu pasado, en los filamentos que ahora se deslizan por entre las espigas doradas por la herrumbre, y lo que ves es una fugaz luz de invierno en tus ojos. Sin embargo, sabes que solo se trata de un momento hermoso y te gusta.

CARLOS HUERGA

Tres citas poéticas para noviembre



Presentación del último poemario de Marta López Luaces titulado "Los arquitectos de lo imaginario" (Pre-textos, 2010).

Fecha: 5 de noviembre (viernes)
Lugar: Escuela de Letras (C/ Noblejas, 7)
Hora: 19:00
Intervendrán: Antonio Ortega (presentación)y la propia autora.


PRESENTACIÓN DE GALERNA. REVISTA INTERNACIONAL DE LITERATURA.

Intervendrán:

Marta López Luaces y Ernesto García López, directores.

Participarán con sus propios textos:

Pilar Fraile, Ana Gorría, Carlos Jiménez Arribas, Esther Ramón, Juan Soros, James Womack, Juan Jacinto Muñoz Rengel, colabores del número VIII de Galerna.

Se leerán también las traducciones de Martine Audet (Canadá), Uljana Wolf (Alemania), Anne Katchinska (Rusia) y Adam O´Riordan (Reino Unido) a cargo de Mercedes Roffé, James Womack y José Luis Gómez Toré.

Fecha: 11 de noviembre (jueves)
Hora: 19:30
Lugar: Librería La Fugitiva C/ Santa Isabel, 7. 28012 Madrid)

Los editores agradecen a las universidades Montclair State University y The City College of New York el apoyo brindado en la realización de este proyecto. Igualmente a Vladimir García-Morales por su traducción de los poemas de Uljana Wolf.


Presentación de CÉSAR VALLEJO. TEXTOS RESCATADOS. Por Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi.

Presentado por: Marta Ortiz Canseco
Lugar: Librería Iberoamericana. C/ Huertas 40 (Madrid)
Fecha: Jueves, 11 de noviembre de 2010, 20h