Seguimos con poetas latinoamericanas. A finales del año pasado se presentó en Buenos Aires (en el barrio de San Telmo) el nuevo libro de la argentina Mercedes Roffé que, por fin, ya disponemos en las librerías españolas de la mano del sello Bajo la luna. Digo "por fin" porque con sus estupendos libros anteriores hubo incidencias de distribución que no facilitaron la tarea de conocer esta obra. Para quiénes anden despistados decirles que Bajo la luna constituye una referencia ineludible dentro del panorama argentino y latinoamericano, con nombres que van de César Aira a José Watanabe, pasando por Alda Merini, María Negroni, Lorenzo García Vega y un largo etcétera de autores de ancho registro. Pues bien, en ese marco podemos contextualizar el nuevo y desasosegante poemario de Mercedes Roffé.
Empezaremos diciendo que Las linternas flotantes es un libro-poema. Una torrentera que va desnaciéndose de los efectos a las causas en un viaje germinal de enorme potencia simbólica. Porque antes que nada, este libro parece un llamado desolador sobre las infamias del mundo que se proyectan ante nosotros. La poesía de Mercedes Roffé huye de lo figurativo, evita poner un rostro específico a las cosas pues prefiere rondar lo oculto, rebuscar la verdadera faz del dolor detrás de la apariencia de lo real. Toda la primera parte del poema-libro se articula en torno a la consciencia del mal, la notación exacta de lo abyecto y su impacto sobre la vida. La poeta no levanta distancias entre esa realidad y ella, muy al contrario, se funde, evita la evitación y sabe de su completa residencia en ella: No hay distancia / Soy ella / soy la insomne / la reencontrada maltratada en el desierto / soy sus ojos / soy su espejo / soy su distancia de mí y de sí misma. Cada verso es un zarpazo lacerante que nos desvela la auténtica dimensión del derrumbe ético y social. Ahora bien Las linternas flotantes es, ante todo, un viaje interior-exterior hacia el Bien, hacia las parcelas intocadas de lo humano que pueden reverdecer en forma de liberación o, simplemente, de consciencia.
Sin embargo la consciencia es un hábito que se trabaja. La consciencia no parece ser un don ni una operación epidérmica. Lejos de este aserto, el viaje que late detrás de Las Linternas flotantes supone una verdadera vivisección interior (individual y colectiva) hacia las entrañas de lo intocado. Por ahí camina toda la segunda parte del libro. Porque sólo desde la contemplación del origen y su desnudez es posible la expiación. Poesía-llama que va hacia el adentro sin olvidar el afuera. Poesía-llama que repite y repite (multiplica) las palabras como conjurándolas contra su desgaste. Poesía-llama que aprieta los nombres, los lanza, los proyecta contra el lector que deja (por un instante) de ser lector para fundirse en ese cuerpo. Si alguna virtud atesora este libro (y son muchas) sería el perfecto ensamblaje entre emoción y hallazgos estilísticos. Ningún poema desfallece. Ninguna fase del texto traiciona su mecanismo original: seguir buceando en apnea hasta las fuentes del Bien. Porque Mercedes Roffé no se deja atrapar por el nihilismo ni por el acabamiento de los grandes relatos. Ella refuerza el “gran relato” del ser humano en su propia consciencia viva (ya sea precaria o generosa).
Déjenme pues que haga, si quiera por un momento, de antólogo. Aquí les dejo algunos versos que anticipan este magnífico libro:
Empezaremos diciendo que Las linternas flotantes es un libro-poema. Una torrentera que va desnaciéndose de los efectos a las causas en un viaje germinal de enorme potencia simbólica. Porque antes que nada, este libro parece un llamado desolador sobre las infamias del mundo que se proyectan ante nosotros. La poesía de Mercedes Roffé huye de lo figurativo, evita poner un rostro específico a las cosas pues prefiere rondar lo oculto, rebuscar la verdadera faz del dolor detrás de la apariencia de lo real. Toda la primera parte del poema-libro se articula en torno a la consciencia del mal, la notación exacta de lo abyecto y su impacto sobre la vida. La poeta no levanta distancias entre esa realidad y ella, muy al contrario, se funde, evita la evitación y sabe de su completa residencia en ella: No hay distancia / Soy ella / soy la insomne / la reencontrada maltratada en el desierto / soy sus ojos / soy su espejo / soy su distancia de mí y de sí misma. Cada verso es un zarpazo lacerante que nos desvela la auténtica dimensión del derrumbe ético y social. Ahora bien Las linternas flotantes es, ante todo, un viaje interior-exterior hacia el Bien, hacia las parcelas intocadas de lo humano que pueden reverdecer en forma de liberación o, simplemente, de consciencia.
Sin embargo la consciencia es un hábito que se trabaja. La consciencia no parece ser un don ni una operación epidérmica. Lejos de este aserto, el viaje que late detrás de Las Linternas flotantes supone una verdadera vivisección interior (individual y colectiva) hacia las entrañas de lo intocado. Por ahí camina toda la segunda parte del libro. Porque sólo desde la contemplación del origen y su desnudez es posible la expiación. Poesía-llama que va hacia el adentro sin olvidar el afuera. Poesía-llama que repite y repite (multiplica) las palabras como conjurándolas contra su desgaste. Poesía-llama que aprieta los nombres, los lanza, los proyecta contra el lector que deja (por un instante) de ser lector para fundirse en ese cuerpo. Si alguna virtud atesora este libro (y son muchas) sería el perfecto ensamblaje entre emoción y hallazgos estilísticos. Ningún poema desfallece. Ninguna fase del texto traiciona su mecanismo original: seguir buceando en apnea hasta las fuentes del Bien. Porque Mercedes Roffé no se deja atrapar por el nihilismo ni por el acabamiento de los grandes relatos. Ella refuerza el “gran relato” del ser humano en su propia consciencia viva (ya sea precaria o generosa).
Déjenme pues que haga, si quiera por un momento, de antólogo. Aquí les dejo algunos versos que anticipan este magnífico libro:
Residir la vida toda en duermevela.
*
Residamos la noche en el seno urgente del día
*
Porque el Ángel vigila.
Vela.
Alerta está sobre un costado del hombre.
Ángel-lechuza.
Sutil está.
Ve sin ser visto.
Trabaja.
Los ángeles trabajan.
A veces
una bala perdida los hiere
—primero a ellos—
luego se abre camino y mata.
*
Somos aún ese alba.
*
No hay traducción posible.
—o sí la hay:
de lo uno a sí mismo,
de lo uno a aquello que tantea y vence
de lo que sabe de sí
—su pobre imperio.
—o sí la hay:
de lo uno a sí mismo,
de lo uno a aquello que tantea y vence
de lo que sabe de sí
—su pobre imperio.
*
Tú en la guerra
Tú en la miseria
Tú apedreador
Tú constructor de casas
Tú que insistes en que busquen tu nombre
en el registro de lo humano
Tú que buscas o finges que buscas un nombre que no encuentras
Tú que sabes que te humillan hasta cuando pronuncian tu nombre
Dime que la gracia
al menos
no nos separa
Tú en la miseria
Tú apedreador
Tú constructor de casas
Tú que insistes en que busquen tu nombre
en el registro de lo humano
Tú que buscas o finges que buscas un nombre que no encuentras
Tú que sabes que te humillan hasta cuando pronuncian tu nombre
Dime que la gracia
al menos
no nos separa
*
Otro tono. Otra
modulación de la luz.
Allá en origen.
Mercedes Roffé
modulación de la luz.
Allá en origen.
Mercedes Roffé
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