RESEÑA DE "RITUAL" POR PARTE DE JUAN SOROS EN EL NÚMERO 15 DE LA REVISTA NAYAGUA


Acaba de publicarse en el número quince de la revista "Nayagua" (ISSN: 1889-206X), perteneciente al Centro de Poesía "José Hierro" de Getafe (http://www.cpoesiajosehierro.org/) una reseña de mi libro "Ritual" por parte del poeta chileno Juan Soros. Quiero desde aquí agradecerle su texto y transcribo a continuación el contenido del mismo.

Ernesto García López
Ritual
Prólogo de Mercedes Roffé
Amargord, Madrid, 2011
93 Págs.

Cuando ya no queda nada, nos queda la voz. Cuando vemos el mundo fracturado, disociado, disgregado. Nos queda el canto. De las múltiples funciones del canto, clásicas y modernas, la de dar cuerpo (voz) al ritual, es la más antigua y la más persistente. Sin embargo, en esta época de recelo y degradación de la experiencia del otro (del que hablan Levinas o Buber, por ejemplo), el ritual parece ausente de la vida cotidiana o, al menos, de manera convencional. La antropóloga Martine Segalen, quien ha actualizado los clásicos estudios de Van Gennep sobre Ritos de paso, constata la aparición de nuevos esquemas rituales de interacción social contemporáneos, en especial en comunidades marginales o marginadas que sólo hace muy poco han alcanzado un estatuto social tal que les permite estas manifestaciones. En ausencia de grandes relatos que justifiquen e impongan el ritual conservador, ambivalente como cultura y barbarie (según ve toda cultura Walter Benjamin), surgen nuevos ritos en los márgenes del lenguaje y la experiencia, conscientes y por tanto críticos de esta situación. No se trata de un regreso conservador, un ritual nuevo (en sentido moderno), ni de una parodia o pastiche ritual (en sentido posmoderno). Es un paso más allá, paso oblicuo o lateral, fuera de la lógica dialéctica hacia la constelación de sentidos y espacios donde habitar. Como nos propone Ernesto García López (Madrid, 1973) lo que está en juego en el rito es “No olvidar”.

Sin una jerarquía, sin un imperativo, el autor ofrece su palabra, su canto ritual, al lector. La palabra cincelada, precisa, cortante, que nos es cedida. No leemos un relato de poeta, nos apropiamos de un ritual de palabras que se nos ofrece como un hecho de lenguaje. Así podemos decir: “Por las calles, sin merecerlo, sigo”. Si el rito convencional se asocia al templo o la cima de la montaña donde se ofrece el sacrificio, García López lo descentra doblemente. Lo trae al espacio urbano pero sin carnavalizarlo ya que lo lleva al margen de la ciudad. Sin pretender ningún aspecto religioso, su Ritual sí re-liga al llevarnos al campo de lo social. Sin sermón ni iglesia, sin los códigos de la poesía política, con desengaño y solidaridad. Sobre todo, con esperanza, esa palabra desacreditada entre el trasnochado cinismo de un supuesto posmodernismo retrasado treinta años pero “a la moda”.

“Declarando al vacío cuánta estirpe fue necesaria para / reinventar un hombre // Habrá liturgias y responsos // No olvidar” ¿Principio esperanza? ¿Bloch? ¿Utopía? No. Los proyectos de utopía han demostrado su incapacidad para evitar la tentación de poder y los abusos del totalitarismo. Sin embargo, el pensamiento utópico no pierde por esto un ápice de su importancia, de su urgencia, en un mundo cada día más disociado de lo humano. No es extraño que tanto los espacios como el habla y las letras de Latinoamérica impregnen Ritual. A pesar de la renuncia de buena parte del pensamiento occidental ante el fracaso de la utopías devenidas distopías a finales del XX, críticos como Fernando Aínsa han defendido la vigencia de la utopía, del pensamiento utópico, en una región donde las diferencias sociales, la injusticia y lo “por hacer”, son más evidentes que en otras y no permiten acomodarse en el descreimiento fácil sino que impone el compromiso. Sin totalizar, sin hacer programa, el Ritual de García López nos invita a seguir. No es baladí que haya elegido, como cierre del poema y del libro, la última frase de un texto clave de un autor clave. Quizás en Samuel Beckett (y en Celan) se sintetice el final del impulso moderno, su agotamiento y el comienzo de otro momento, post Auschwitz (pensando en Adorno), para la creación, para ese canto que, contra toda esperanza, no se calla. En El innombrable Beckett se rebela ante su propia imposibilidad y ante los límites del lenguaje: “tienes que seguir, no puedo seguir, voy a seguir.” Lo que está en juego es no olvidar. El trabajo del duelo, la memoria de los que no tienen nombre que nos legó Benjamin como tarea de futuro, a pesar de todo.

Ritual es el cuarto libro de García López, si no tomamos en cuenta dos plaquettes que también ha publicado. En este camino ha elegido el riesgo de la búsqueda a diferencia de otros arraigados en una voz, a veces, ineludible. Recuerda la riqueza formal, la búsqueda y la investigación crítica que sólo un José-Miguel Ullán o un Aníbal Núñez han mostrado en la tradición española. También en su disposición interna el libro propone diversas búsquedas en sus cinco secciones o poemas fragmentados. Desde la prosa al poema breve, cercano a la lógica epigramática, y poemas espacializados en la página. En lo formal hay una plena conciencia de la integración de los procedimientos de vanguardia que, como recuerda Miguel Casado, debería ser parte de una tradición que no se asume. Sin embargo, dentro de las lógicas de producción de cada campo textual García López conserva una prosodia característica. Seca, penetrante, dura, pero al mismo tiempo abierta y que en su solidez y sobriedad nos resulta cercana, fiable, asequible. No nos seduce con belleza amarga sino con una dulzura de sol y nieve que recuerda a las grandes poetas rusas y, con ellas, la palabra precisa, luminosa, cargada de futuro, de Olvido García Valdés. Una poesía que se sitúa después del descreimiento. Donde el hombre y su dolor siguen siendo el centro del canto sin que esto signifique regreso ni derrota. “No hemos sido felices, es posible que esa sea la única frase que podamos sacar en limpio de la historia y la única razón del por qué se escribe, del por qué de la literatura.” nos dice Raúl Zurita en su ensayo Los poemas muertos. Como ha dicho Esther Ramón, “de lo vivo a lo muerto, el poemario rinde cuentas antes de pedirlas.” En sus momentos de fulgor los poemas de García López tienen esa rotundidad y certeza. Palabras duras, ritmadas pero duras, sin concesiones a las formas codificadas por la tradición. Y sin embargo, si hay ensimismamiento, es el del yo dislocado, descentrado, de los márgenes de la ciudad. Experiencia de los límites, abisal, la palabra poética, como la quería Valente, y esta palabra puesta en zona de riesgo, en el margen, impregnada de experiencia, de ciudad, de ciudades. No es la ciudad moderna, la de las chimeneas, contrapuesta al locus amoenus. Es el espacio periurbano, el extrarradio como no-lugar, en términos de Marc Augé. El concepto es construido por el antropólogo en antítesis a los “lugares de la memoria” del historiador Pierre Nora. Estos lugares, institucionales, centrales y monumentales, han perdido su función y han sido reemplazados por lugares de paso, sin identidad ni memoria. Pero esto es mentira. El extrarradio tiene identidad. En el Londres que habita García López y que incide en buena parte del libro se llama Brixton y no tiene relación con el imaginario urbano que tiene el turista ocasional de la City. Por lo mismo es crucial que sea ahí donde se despliegue el trabajo de la memoria: “No olvidar”. El Ritual de Ernesto García López es un acto de lenguaje con todas sus consecuencias. Un texto performativo, que nos mueve, conmueve y perturba. No somos los mismos después del rito de paso de su lectura, después de su ritual.

JUAN SOROS

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