Recuperadas ciertas energías tras el jet lag y primera ubicación en Lima, comienzo a interaccionar con la ciudad. Y una de esas primeras reciprocidades me lleva a la casa de la poeta Victoria Guerrero, en Miraflores, donde se encuentra también el poeta y crítico Luis Fernando Chueca. Charlamos un rato. Recordamos a algunos colegas comunes que son los que, desde la distancia, han contribuido al encuentro. Y vamos recorriendo temas y asuntos de carácter general, político, poético, gastronómico, climatológico. Intercambios de presentes. Libros. Se trata de una conversación muy agradable que, seguramente, tenga continuidad durante la semana aprovechando la asistencia mutua a algunos recitales. Pero lo importante: sus textos, su escritura. Ambos dos llevan a cabo la revista Intermezzo tropical. Tribu/laciones del sujeto des/centrado latinoamericano. Una publicación donde lo literario, lo cultural y lo político se entrecruzan y dialogan. Además de eso dirigen una colección de poesía titulada 999 Calorías donde acaban de publicar un libro de Josemari Recalde Rojas (Libro del sol y otros poemas). Aquí les dejo la portada del número 6 de la revista correspondiente a septiembre de 2009.
Me gustaría empezar con Victoria Guerrero (Lima, 1971), para quien no la conozca diré que estudió Literatura en la Universidad Católica del Perú. Ha publicado De este reino (1993), Cisnes estrangulados (1996), El mar, ese oscuro porvenir (2002) y Ya nadie incendia el mundo (2005). Ha vivido y trabajo bastante tiempo en Boston (EEUU). Ahora reside en Lima. Quiero acercarles dos textos de ella. Empezaré por el poema "lima/año cero" que se encuentra en su Ya nadie incendia el mundo, después continuaré con el poema "Lázaro" recogido en la antología con la que abría esta entrada. Aquí van.
lima/año cero
voy porfiando tercamente garabateando una escritura que no sana el cuerpo explota revienta en miles de pedacitos de odio ¿los quieres? recoge uno tras otro con cuidado para que no te hieran y luego a la basura sin lágrimas
cargada de esterilidad avanzo incluso más allá de cualquier escritura me adentro en mi propia sombra intuyo un vientre más cálido y me acomodo ingreso en él como en un paraíso de locura día y noche me alimento de su profunda oscuridad lo hago defecar a mi antojo expulsar el tiempo toda sucia poesía en una arcada luego ha de beberse el día y la noche tragarse el mundo hasta el hartazgo para recomenzar
nadiete dijo aquí será feliz en este paraíso del hartazgo en esta profunda oscuridad que pateas hasta hacerla sangrar y luego bailas alrededor de ese líquido negruzco y maloliente y lo bebes y chapoteas sobre él con la alegría de una bestia
alguien llama del otro lado y tú eres menos que una nada un pedazo de carne hambrienta que vaga sobre aguas placenteras mares de coral sobre tu pecho deforme
en siete meses incubada en mi propio excremento la risa me obligaba a patear con más fuerza panza que se desenrosca y conduce al silencio a la ceguera de la luz el llanto me impide ver la sangre pegoteada sobre los vellos estoy enferma enferma y sucia y hambrientra mi sexo es el vacío la nada me encierro en mi propio graznido tengo miedo de mi desnudez y tirito como una condenada
escribo
escribes y recuerdas tu propio anochecer el crepúsculo de tu cuerpo dando vueltas y ahora limpia tirada sobre una camilla idéntica a la siguiente y a la siguiente marcada para siempre con un número inexacto tu cuerpo es copia de otro cuerpo una escritura amarga que se bota a un tacho de basura
sin lágrimas-he dicho.
una voz canturrea y derrama hermoso líquido blancuzco sobre mis labios moja todo mi esqueleto la sucia piel de una recién nacida succiono por el pecho sano vomito y defeco sobre mí cierro los ojos y no escribo nada y me duermo sobre el pezón amoratado de mi madre
tu paraíso oh tu hermoso paraíso se ha perdido
Lázaro
No basta una muerte
QUASIMODO
Me encuentro anclado en medio del desierto
He destrozado todas las fronteras
pero no he encontrado
a nadie ni nada
Todos han muerto ya
Los días pasan como si el tiempo
decidiese sobre sí mismo
a veces creo que retrocede
porque me veo haciendo
lo mismo que mañana hice
Ojalá retrocediese hasta aquellos
cuatro días
en que fui feliz
entonces
les cortaría la lengua a María y a Marta
sin el menor remordimiento
He ido contra todas las leyes
he matado he fornicado
he robado
no he celebrado la pascua
y por más que me he culpado
nadie me ha creído
He intentado todas las formas
de la muerte
pero siempre la he vencido
Estoy tanteando
con un cincel
una salida del planeta
Ya no sé qué hacer
Soy el único hombre
al que le sobra la vida
VICTORIA GUERRERO
Seguimos con Luis Fernando Chueca (Lima, 1965). Ha publicado los poemarios Rincones. Anatomía del tormento (1991), Animales de la casa (1996), Ritos funerarios (1998) y Contemplación de los cuerpos (2005). Ha escrito además numerosos ensayos sobre poesía peruana contemporánea, algunos de ellos incluidos en el libro En la comarca oscura. Lima en la poesía peruana 1950-2000 (2006), escrito junto con Carlos López Degregori y José Güich. Integra el comité editor de Odumodneurtse. Periódico de poesía y de la revista de literatura Intermezzo Tropical. Actualmente ejerce la docencia en las universidades Católica y de Lima. Los poemas que a continuación señalo han sido tomados del blog Urbanotopía.
de Animales de la casa
Caballos
El único destino es seguir errante,
y no volver la mirada.
Ten cuidado con los vientos del invierno.
Ten cuidado con las bestias con más fuerzas
que las tuyas.
Por lo demás, todo está dicho
el hijo del caballo debe buscar sus territorios
y conseguir sus propios alimentos.
El asunto es que no vuelvas la mirada;
y detenerte
-cada vez que creas necesario-
a descansar.
Y recordar, pero sin melancolía.
Irás aprendiendo
poco a poco
la sabiduría del camino.
No lo olvides
el hijo del caballo debe hacerse
a sí
caballo.
Ocaso de sirenas
ocaso de sirenas, esplendor de manatíes
José Durand
No sirenas, sino horrendos manatíes
mamíferos obesos que la ansiedad y la distancia
volvían provocativos cuerpos de mujer
Y sin embargo, cuando de tarde en tarde,
alguna noche o al amanecer de mis desveladas jornadas
oigo que atraviesa la ventana un canto agudo
y dulce que pronuncia nombres al azar
y siempre son
el mío el mío el mío
¿No eres tú, sirena?
¿No es tu voz la que me llama en cada palabra que pronuncias?
¿No es tu bello chillido el que se escucha?
Entonces yo, ¿qué espero para dejarlo todo y
seguir tus huellas en el mar?
¿Será una duda razonable que me impide dar crédito total a mis oídos?
¿Un resto de cordura?
¿Un frío impulso que me advierte de un futuro irreversible y desquiciado?
¿O tan solo estas amarras que me detienen en mi lecho,
estas gruesas sogas con que he pedido que me aten
tarde a tarde,
alguna noche o al amanecer de mis desveladas jornadas
cuando la fiebre invade mis sentidos
y presiento el engaño de tu canto?
¿Estos lazos, digo, que me sujetan en la cama,
a otra sirena,
o más bien, a otro obeso manatí
igual que tú?
LUIS FERNANDO CHUECA
Entre algunas de las joyas bibliográficas que pude contemplar en la charla con los dos poetas, estaba la edición que el propio Luis Fernando había preparado sobre la venguardia peruana, recogiendo en edición facsimilar los libros fundamentales de aquel periodo. Para que se hagan una idea de la envergadura de esta recopilación, les adjunto una entrevista realizada a Luis con motivo de la aparición de estos dos volúmenes. Que lo disfruten.
Lima, diciembre 2010.
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