Salgo de Lima. Apuro los últimos instantes. Compromisos, regalos, paseos. Pero en medio una parada, un café frente al Pacífico. Junto al poeta Carlos López Degregori. Charla amistosa, intercambio de libros, primera lectura después, sentado en el malecón. ¿Títulos? El hilo negro (Borrador editores, 2008, poemas en prosa) y Una mesa en la espesura del bosque (Peisa, 2010).
Carlos López Degregori nació en Lima, en 1952. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1970-1972) y en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá , Colombia (1973-1977), donde obtuvo el título de Licenciado en Literatura. Ha realizado también estudios de Postgrado en el Instituto de Cooperación Iberoamericana en Madrid en 1990. Empezó a publicar a fines de los años setenta y es uno de los poetas más significativos de las tres últimas décadas en el Perú. Ha publicado nueve libros de poesía, entre ellos, Cielo forzado (1988), Lejos de todas partes (1994), Aquí descansa nadie (1998) -con el cuel obtuvo el Premio Internacional de Poesía El Olivo de Oro-, Retratos de un caído resplandor (2002), Flama y respiración (2005), El hilo negro (2008) y recientemente Una mesa en la espesura del bosque (2010).
A continuación transcribo dos poemas de El hilo negro:
EL VERTIGO
Saltamos de los puentes, de los trenes que se acercan o alejan presintiendo descarrilamientos, de los montes en marcha, de las nieves, de los truenos, de las hojas más altas de los árboles.
Desnudos o vestidos. Atados o desatados al viento, a una garganta, a un cabello, a un jirón de piel. Abrazados al lomo de los pájaros o a caballos fantasmas.
Y no saltamos por miedo ni desaliento ni rencor.
Solo nos dejamos caer armados de carcajadas y con los ojos abiertos.
EL TALENTO Y EL AMOR
A la siete en punto, después del llanto helado de mi perro, desde hace treinta y cuatro años cierro la peluquería. Entonces me reúno con ese animal y voy barriendo todo el pelo acumulado en el día.
Odio el espejo desportillado, la navaja insensible, el olor dulzón del cabello sin lavar. Envidio los ojos desolados de mis clientes, las marcas secretas que diferencian sus cabezas.
¿Por qué entre todos los talentos no me tocó el amor?
Camino dormido sosteniendo una tijera y duermo porque gira esta silla y mi corazón es una correa de afilar interminable.
Me hice peluquero por fatalidad.
De tanto cortar pelo no aprendí a segar las cabezas.
Y de este libro recién aparecido en Perú transcribo este poema que me tiene en vilo desde que lo leí:
LA PRIMERA MENTIRA
Tu voz esta mañana es la primera mentira.
Con ella me haces laboriosamente:
me afilas
me extiendes
me descoyuntas
para que pueda creer en mí.
Existo por ti esta mañana
y para probarlo
abres tus pechos en un pozo.
Es un círculo perfecto de unos diez centímetros de diámetro.
Arrojo un fósforo encendido para calcular la profundidad
un guijarro de carne.
Acerco los ojos y apenas distingo una musgosa sombra
grito
y en un amor insumiso
el sonido baja hasta apagarse.
Podrías reducirme y hacer que saltara
caería el tiempo necesario
entre piedras enormes
hasta llegar
a una flor de agua
o a una escarpada arena.
Allí me recogías aturdido.
Me arroparías con las piernas rotas en una cama de palo
y me pedirías que esperara:
qué:
no sé.
Un pozo no es una casa para entrar ni salir
no es una disciplina para las apariciones
y las desapariciones
ni una floresta de manos de cal.
Un pozo es sólo una vía dolorosa
que va de un lado tuyo a un otro lado.
Es una torsión
una intensidad
un límite.
No es un destino
pero sí es un destino.
CARLOS LÓPEZ DEGREGORI
A Mario Montalbetti no pude verlo. Propias imposibilidades de tiempo me negaron (muy a mi pesar) el encuentro con él. Y mira que lo siento. Lo poco que he leído de su trabajo me ha resultado imprescindible. Menos mal que paseando por el centro de Lima topé con la famosísima librería El Virrey, y adquirí un ejemplar de sus Llantos elíseos. Para quien no le conozca diré que se trata de una de las voces fundamentales de la poesía peruana. Nació en el Callao en 1953. Es profesor asociado de lingüística en la Universidad de Arizona y en la Pontificia Universidad Católica del Perú y profesor visitante en las Universidad de California (Los Angeles) y Cornell. Obtuvo su doctorado en Lingüística por el Massachusetts Institute of Technology. Ha publicado varios artículos sobre gramática formal en revistas especializadas. Actualmente, sus investigaciones se concentran en las relaciones entre metalingüística y metapsicología. Ha escrito cinco libros de poemas: Perro Negro, 31 Poemas (1978), Fin Desierto (1997), Llantos Elíseos (2002), Cinco Segundos de Horizonte (2005) y Ocho cuartetas contra el caballo de paso peruano (2008). Transcribo a continuación dos poemas de Llantos Elíseos:
LA DANZA DE LOS DECIMALES
ahora es el otrodía de nuestro desconcierto
vuelto novedad gracias a este hijo de Yo
cualquier cosa que hagas no dividas
las cosas justo ahora que ya no hay forcejeos
inútiles sino múltiples esperas
por el próximo carnívoro
las interprestaciones de Trilce VIII se mecen
ambiciosas en la sala de partos
ahora es el invierno ahora es la estación
mañana esotro día
el hilleno mundo perfectamente esférico
vigilando en su entrada por el donle corazón
mañana eseste día
mañana es estedía al mediodía
en treinta minutos lo hurtará la vida
para darle un arma de consistencia blanca
y el próximo carnívoro libre de toda espalda
traspasará su propia frente hasta perder el eco
que le habíamos conferido
POEMA DEJADO EN PRENDA POR UN JUGUETE
un extenso vocabulario técnico en boca de mujeres
me excluye
belleza acaso
ballenas en procesión rompiendo la línea del horizonte
maravillosos mamíferos
que se supone debo considerar
con interés
junto con esos cantos interminables
que no logro descifrar
una vez más un extenso vocabulario técnico
me excluye y todo es natural
posiblemente
sigo el ritmo con los dedos pero no soy parte
de nada de esto
belleza acaso
deforme como la nube que se hincha sobre el ciprés
un ruido fingido
una voz metálica brotando del vientre de una muñeza
mi nombre soy me llamo es
un idioma enconado lleno de raíces tuberosas
que hiervo en agua salada
y una vez más la naturalidad
de la mano que traza un círculo de tiza en la vereda
el lugar al que no puedo ir
que solamente puedo amar
me enteraré en su momento si todos estos procesos
interiores
valen la pena
o si son simplemente inevitables
MARIO MONTALBETTI
excelente
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