Hemos nacido de la agonía de una estrella



Armand Gatti. La edición de su antología poética. El prólogo luminoso de Francisco Javier Irazoki. Una pregunta: ¿Es posible la poesía después de Auschwitz? Y una respuesta: "No sé si imaginas lo que puede ser una representación teatral en un campo de concentración, los riesgos que supone, el compromiso que implica. Un día, un grupo de judíos lituanos y polacos montaron una pieza. Comenzaba con una larga salmodia, una suerte de oración murmurada, y, de repente, interrupción: Ich bin (yo soy). Y continuaba el murmullo. De nuevo: Ich bin. Y la oración. Ich bin. Era el final. Los deportados-espectadores habían seguido en un silencio extraordinario, un verdadero fervor. He guardado un recuerdo muy fuerte de esa representación. Los políticos deseaban que el grupo modificase el texto. Proponían: Ich bin, Ich war, Ich werde sein (Yo soy, yo era, yo seré). Pensaban que de esa manera el mensaje sería más claro; los actores no cedieron: Ich bin.” Ese es Gatti.

En uno de sus poemas más celebrados, No hay más revolución que la del sol, el escritor monegasco nos dice: “Confundir la revolución con la toma de poder, cuando se trata de toma de conciencia, ¿es la tarea de la literatura o de la política?”. Interesante pregunta. Y compleja. Durante mucho tiempo, cierta tradición realista española tendió puentes entre la acción política y poética, subordinando la segunda a la primera. Literatura combativa. Arte de compromiso. Libros capaces de activar los resortes de la acción colectiva al igual que una huelga o una asamblea de trabajadores. El poema como posibilidad inmediata de transformación. Más tarde sucedió el desencanto y la constatación de la escasa capacidad movilizadora del poema en tanto herramienta para la revolución. Sin embargo, el linaje del que proviene Gatti emerge de un universo muy distinto. Madurado en la intemperie de la resistencia (anti-nazi, anti-fascista, anti-burguesa), en el amor a las vanguardias históricas y su carácter desestabilizador (surrealismo, Michaux, etc.), en el periodismo cultural y sus miserias, y en la dramaturgia del “teatro épico” de Erwin Piscator, Armand Gatti levanta un monumento literario y simbólico de indudable potencia, propio y difícilmente extrapolable a otras realidades. Felicitemos a la joven editorial madrileña Demipage por aventurarse en la edición de este libro, pues no corren buenos tiempos para propuestas de tal radicalidad, porque ante cierta hegemonía postmoderna (y su final de los grandes relatos) la voz de Gatti parece insistir, tozudamente, en la permanencia del conflicto entre desposeídos y poseedores, entre los detentadores del capital simbólico y aquellos que solo reciben sus migajas.

Aquí dejo algunas estrofas de uno de sus poemas: LOS PERSONAJES DE TEATRO MUEREN EN LA CALLE

El que combate permanentemente en la frontera de algo (importante), pero no sabe nunca dónde se encuentra

El que trabado en las gestiones del simbolismo ha plantado el rastrillo y el arado imaginarios en las estaciones de U-Bahn para desafiar (¿reinventar?) a la ciudad

El que ha bebido alcohol de huevo de serpiente en Pekín con el ministro de los extranjeros -y que se ha creído chino durante años (y lo sigue creyendo bajo el efecto de versículos del tao en uno de los cajones de su mesa de trabajo)

El que el mismo día, ante la misma pared de una prisión de Guatemala, vio tres Cristos (quizá hubiera uno falso) fusilados por los hombres de la United Fruit Cie –y que desde entonces busca una cruz sin jamás encontrarla (de ahí sus explicaciones –no se puede vivir con un Cristo sin cruz)

El de las citas clandestinas con las parábolas budistas y que cree leer el mundo en la cabeza decapitada del gato del monte Nan-Chuan

El que buscaba en medio de la diáspora de los pueblos a la nieta de un cosaco ucraniano, que se había escondido en los mundos libertarios con un cineasta cabeza de caballo

[…]

El que nunca está aquí (o, si se encuentra, nadie lo sabe). Quizá esté muerto en algún lugar, pero todos lo ignoran.


Y tras leerlo no puedo por menos que imaginarme cómo será su espacio creativo, La Parole errante en Montreuil (http://la-parole-errante.org/), sitio ya mítico al que algún día me gustaría peregrinar, y también se me agolpan en la mirada las primeras imágenes de Nuit et brouillard (Noche y niebla) de Alain Resnais que parecen dialogar con toda su obra: http://www.youtube.com/watch?v=zkRpa3lZaJE

Esta cama o diez, treinta ríos que fluyen de frente pueden convertirse en canto; es la palabra errante”. Armand Gatti.

1 comentario:

  1. j'ai lu ton texte que j'ai beaucoup aimé. Je t'en remercie beaucoup. Que tu saches que les portes de la Parole Errante sont ouvertes pour toi si tu passes à Montreuil.
    Armand Gatti

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