Poesía y Antropología

Bronislaw Malinowski con nativos de las Islas Trobriand. 1918.


T. S. Eliot.

Imagino que podemos observar la literatura desde prismas diferentes. Alejarnos de los enfoques más o menos trillados para proponer lecturas heterodoxas, que pongan en contacto el hecho escriturario con otros terrenos poco o nada transitados por los estudios filológicos. Uno de esos territorios es la antropología. Sin embargo, un escrutinio superficial nos indica hasta qué punto la literatura, y en este caso la poesía, mantiene considerables vínculos con la disciplina antropológica (disciplina, por cierto, extremadamente indisciplinada), lo cual provee de posibilidades heurísticas de cierto calado a todos aquellos interesados en abrir este camino. A continuación me gustaría sugerir algunos hitos en esa deriva. De ningún modo se trata de un catálogo sistemático sino más bien de una cata desordenada, aunque espero sugeridora, de proyectos analíticos de más alcance.

La influencia de la antropología en la obra de T.S Eliot y Ted Hughes. Sin duda alguna es la poesía británica quién más intensamente se ha visto sacudida por los hallazgos de la teoría antropológica. Quizá el ejemplo mejor documentado de este impacto sea la ascendencia de los antropólogos James Frazer y Jessie Weston en la obra de T.S. Eliot. En la edición de La tierra baldía preparada por Viorica Patea para Cátedra, la traductora le dedica tres secciones enteras a dibujar los perfiles de dicha conexión y cómo en los libros La Rama Dorada (de Frazer) y From Ritual to Romance (de Weston) podemos escudriñar algunos de los muchos asideros míticos sobre los que se levanta este texto fundacional de la vanguardia histórica europea. Como muy bien nos indica la propia Patea: La tierra baldía no se basa en el hilo narrativo de una narrativa concreta, sino que alude a un tejido antropológico amplio y diverso, que engloba distintas creencias de varias culturas. Se sabe de la pasión lectora de Eliot por las tendencias de la ciencia antropológica de su tiempo, así como la aprehensión e incrustación de distintas fuentes simbólicas (occidentales y no occidentales) en su poesía. No en vano (seguimos con Patea) Eliot concibe la creación artística como un proceso de asimilación de esa realidad primitiva pre-lógica que «perdura en el hombre civilizado y es accesible solamente a través del poeta». Búsqueda de los orígenes, antropología, primitivismo y psicología jungiana. La creación artística como un «regreso a los orígenes». La tierra baldía entendida como descripción de un proceso simbólico de regeneración interior. El caso de Ted Hughes es aún más sorprendente. Xoán Abeleira en las notas a los poemas recogidos en el volumen recientemente publicado por Bartleby El azor en el páramo, relata como el propio Hughes, a la hora de explicar la génesis de uno de sus poemas iniciáticos “El pensamiento-zorro”, describe su alejamiento de los estudios de Lengua y Literatura Inglesa (que cursaba en la universidad de Cambridge) y su cambio por los de Antropología y Arqueología, de modo que el entonces bisoño poeta entró en contacto con una gran cantidad de mitos y folclores locales que, a la postre, edificarían el armazón conceptual y simbólico de toda su obra posterior. No en vano podemos afirmar que el grueso de su trayectoria poética estuvo marcada por esa aproximación antropológica a los mitos y la naturaleza. Al igual que Eliot, Hughes se sintió atraído por las enseñanzas de James Frazer y fue un autor fundamental en su formación intelectual.

Extrañamiento, terceridad, dividuos: otro modo de acercamiento a los heterónimos pessoanos. Es un lugar común decir que la obra de Pessoa supone el acta de defunción de la identidad moderna entendida como una imagen homogénea, naturalista y logocéntrica. Con Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis y el propio Fernando Pessoa nace la concepción esclerotizada, multidimensional, fragmentaria y compleja del sujeto contemporáneo. Cualquier aproximación a la obra pessoana implica bucear en los debates que sobre la construcción de la identidad se han dado y se están dando en diferentes disciplinas humanísticas. No en vano, para ciertos teóricos, una de las señas identitarias de la poesía es su capacidad de extrañamiento, de presentar la inteligibilidad de lo otro, mostrar su razonabilidad, de modo que queden suspendidas las certezas morales de nuestra aparentemente sólida racionalidad. Al igual que la antropología habla de entrenar la “destreza del extrañamiento” como requisito ineludible para el etnógrafo, podríamos decir que para muchos poetas (no todas las poéticas, claro está, siguen este decurso) esa misma destreza se transustancia en médula de su labor literaria. Como si el desplazamiento, en algún grado, fuera imprescindible para facilitar el movimiento intelectual y creativo. La antropología postmoderna ha puesto el acento en estos asuntos. Dos ejemplos nos servirán para ilustrar esta afirmación. El primero de ellos lo encontramos en los estudios sobre construcción de la identidad en el archipiélago malayo (en concreto en la isla de Langkawi) de la mano de la antropóloga inglesa Janet Carsten. El segundo podemos rastrearlo en la trayectoria del antropólogo portugués Viveiros de Castro y su concepto de «terceridad» en vez de «alteridad» entre algunas tribus del Amazonas brasileño. Ambos autores han puesto el acento en el carácter procesual y no prefigurado del hecho identitario, de modo que el “devenir persona”, el ser sujeto, para muchas sociedades no estaría estipulado por la biología (hombre, mujer), sino por su recorrido social en el tiempo. Esta fluidez de la identidad llegaría incluso a postular que frente al concepto occidental de «individuo» (auténtico pilar conceptual de nuestras sociedades) quizá fuera interesante empezar a hablar de «dividuos», sujetos partibles que reconfiguran constantemente su identidad en función de los contextos sociales, económicos y culturales. Sería interesante, a mi modo de ver, poner en relación el análisis de los heterónimos pessoanos con estas teorías antropológicas, y recorrer las posibles sinergias que se derivaran de ese análisis. En cierto modo Pessoa se anticipó a la antropología y desde su visionario modo de aproximarse a lo humano, desestabilizó las bases de la interpretación moderna para abrir paso a la condición postmoderna.

El Potlach como símbolo atractivo para la poesía última en español. Uno de los mitos fundacionales del trabajo antropológico (junto a Malinowski) fue el estudio del Potlach por parte de Franz Boas. Para quién no esté familiarizado con este hecho social total (por utilizar la terminología del antropólogo Marcel Mauss), el potlach es un ritual realizado por los Indios del Noroeste de la costa del Pacífico norte de EEUU y Canadá. Se trata de una competición por el prestigio (regalando/destruyendo bienes) cuyo objetivo es aplastar el buen nombre de otro jefe/grupo “enterrándolo” en riqueza. El Potlach se convierte en un modo de publicitar la productividad económica de un grupo, de modo que valide la transferencia de recursos hacia ese grupo. Los objetos del potlach, es decir, las muestras de riqueza son alimentos, herramientas, cajas de almacenaje, mantas, etc. Se trataría no tanto de un mecanismo de redistribución de riqueza entre grupos sino de ensalzamiento del prestigio de ciertos líderes, un modo de competición. Pues bien, este ritual se está transfiriendo en el plano simbólico a la poesía escrita en español. Ahí tenemos los ejemplos de los poemarios Dinero del andaluz Pablo García Casado o el más recientemente publicado en España Potlach del poeta argentino Arturo Carrera. El dinero y su impacto en la vida social y mental de los sujetos postmodernos convertido en nuestro particular potlach, nuestra propia lucha de prestigios a través del enterramiento en riquezas. Por supuesto hay otros muchos más mitos antropológicos que se encuentran en la poesía y sería interesante rastrear sus conexiones, sus mutuas dependencias y su modo de replantear la comprensión analítica de esos fenómenos sociales y simbólicos.

La antropología feminista como herramienta conceptual para desentrañar la construcción del canon literario. Otro asunto de cierto interés sería importar para el análisis sociológico de la literatura, en este caso, por ejemplo, la construcción del canon poético de la última poesía española el enfoque de algunas antropólogas feministas como es el caso de Sylvia Junko Yanagisako y Jane Fishburne Collier. Estas antropólogas plantean que para el estudio de cualquier sociedad o grupo humano, y muy especialmente sus manifestaciones sociales y/o culturales, es preciso tomar en consideración varios aspectos. En primer lugar asumir que el análisis de lo social implica entender el objeto analizado como una "totalidad social", no una segmentación de subsistemas (holismo metodológico). En segundo lugar que todos los sistemas sociales (o grupos sociales) son, por definición, sistemas de desigualdad, de modo que para conocer sus complejidades y lógicas de funcionamiento hemos de dar respuesta, primero, a dos cuestiones fundamentales: ¿Cuáles son los valores culturales que dominan en esa sociedad y/o grupo? ¿Qué procesos sociales organizan la distribución del prestigio, el poder y el privilegio? Sólo cuando hayamos sido capaces de desentrañar esas cuestiones estaremos en condiciones de explicar las acciones sociales y la interacción de sus individuos. Esta perspectiva podría se aplicada (tal y como hace Bourdieu con su concepto de "campo literario") al ámbito de la poesía o, para ser más exactos, de las comunidades literarias (los grupos de escritores). Ahora bien, ¿qué estrategia analítica proponen seguir Yanagisako y Collier para dar respuesta a esas preguntas? Pues básicamente un programa analítico fundamentado en tres estrategias metodológicas:

1.- El análisis cultural del significado. Explicar los significados culturales que la gente (en este caso la comunidad de escriores) realiza, es decir, hace reales, a través de su práctica de las relaciones sociales. Cuáles son las categorías socialmente significativas que la gente (los grupos de escritores) utiliza y encuentra en contextos sociales específicos y qué símbolos y significados subyacen a ellas. Estos símbolos y significados son siempre valorativos, codifican distribuciones concretas de prestigio, poder y privilegios. Sin embargo, al realizarse mediante la práctica social, no son estáticos. Cambian. Si somos capaces de desentrañar ésto, somos capaces de comprender mejor las pautas de acción de cada sujeto (cada miembro del grupo).

2.- Modelos sistémicos de desigualdad. Es decir, cómo se organiza la desigualdad en un grupo concreto (por ejemplo, cómo se arma el escalafón literario). Para entender de qué habla la gente, por qué habla comon habla (por qué los escritores dicen lo que dicen sobre la escritura), debemos preguntarnos qué puede querer o temer la gente. Y, por tanto, debemos entender de qué manera se organiza la desigualdad en un grupo ya que condiciona los "modos de habla", la crítica, la autocrítica, etc. Nuevamente aquí podríamos utilizar el concepto de "enfoque" bourdiano el cual nos dice que: "al perseguir sus propias metas subjetivas, el individuo (el escritor en este caso), realiza, hace reales, las estructuras de desigualdad que constriñen sus posibilidades". Habría que "tipificar" y codificar el modo en que se estructura la jerarquía, el escalafón literario, los instrumentos para ello, etc.

3.- El análisis histórico. En definitiva, asumir que el cambio es posible en todos los sistemas sociales y grupos, al margen de su particular configuración de la desigualdad. Se haría necesario recorrer diacrónicamente la estructura de la desigualdad dentro del campo literario y ver hasta qué punto los mecanismos de reproducción social de los modelos sistémicos de desigualdad se han visto alterados o reforzados. En una palabra, vincular el análisis simbólico al análisis social.

Sólo cuando hayamos sido capaces de poner encima de la mesa estos aspectos, estaremos en condiciones de conocer por qué y cómo se gesta el canon entre la última poesía española y, lo que es más importante, hasta qué punto estos modelos de desigualdad "limitan", "canonizan" y "señalan" el itinerario literario a seguir. Si las ciencias duras aceptaron hace tiempo ya (con Kuhn) que los paradigmas científicos son fundamentalmente constructos socioculturales, parece pertinente aceptar que los cánones literarios son también eminentemente socioculturales, alejados de esencialismos estéticos. A tenor de la polvareda que se ha levantado en nuestro país (en el seno de ciertos circuitos literarios) por la publicación el 13 de junio de 2010 en El País Semanal del reportaje: «Poetas de aquí y ahora», parece pertinente realizar un estudio riguroso de la distribución del prestigio literario tomando como insumo conceptual las aportaciones de los enfoques feministas en antropología y no tanto el mero impacto mediático.

La «descripción densa» de Clifford Geertz: lo literario invade lo antropológico. Pero no solo lo literario se ha visto influido y/o contaminado por lo antropológico. Durante los últimos cuarenta años podemos encontrar ejemplos de lo contrario. Con el advenimiento de la antropología interpretativa y postmoderna (sobre todo en EEUU) la disciplina se ha reconfigurado por completo, situándose (para algunos) en un escenario no tanto de desafío intelectual como de desafío textual, es decir, la antropología dejaría de ser una ciencia social para convertirse en una suerte de hermenéutica. El abanderado de esta revolución copernicana ha sido y es el estadounidense Clifford Geertz. En su libro El antropólogo como autor nos muestra hasta qué punto las estrategias retóricas de las figuras más representativas de la disciplina (Claude Lévi-Strauss, Evans-Pritchard, Malinowski, Ruth Benedict, etc.) son, por encima de cualquier otra consideración, eso: estrategias retóricas, modos de escritura. De esta concepción la función del antropólogo es reescribir la cultura estudiada a partir de su aprehensión por medio del propio acto escriturario. Este modo de proceder es lo que él denominó “descripción densa”. A nadie se le escapa que esta nueva antropología de corte lingüístico, profundamente influida por el Grado cero de la escritura de Roland Barthes, abre un escenario de diálogo fecundo entre la literatura y la antropología. La poesía no es ajena a este diálogo y si profundizamos en las señas de identidad textual de la antropología nos encontraremos con curiosas similitudes. Otro modelo de esta proximidad lo hallamos en el capítulo que los ingleses Martyn Hammersley y Paul Atkinson le dedican a la escritura etnográfica en su manual Etnografía: Métodos de investigación, cuyo contenido puede leerse en clave perfectamente literaria.


Hasta aquí algunos hitos. Deslabazados y fragmentarios. Quiero pensar que, en cambio, útiles y motivadores. Podríamos seguir rastreando nuevos ejemplos a partir de los cuales identificar otras sinergias entre ambos mundos: el de la poesía y la antropología. Podríamos, incluso, jugar a detectives y reconocer, asombrados, la coincidencia en el tiempo, año 1922, de los textos fundacionales de la poesía vanguardista occidental (pienso en La tierra baldía de Eliot para el mundo anglosajón, y de Trilce de César Vallejo para el ámbito hispanoparlante), y de las monografías fundacionales de la entonces recién inaugurada antropología moderna: Los Argonautas del Pacífico Occidental de Bronislaw Malinowski y Los Andamán de Radcliffe-Brown. Una feliz coincidencia que, implícitamente, nos pone en el camino de lo que he tratado de esbozar en este breve recorrido.



EGL

3 comentarios:

  1. muy interesante, Ernesto, me ha hecho reflexionar mucho. un fuerte abrazo.

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  2. Muchas gracias Vicente. Me alegro que te haya generado interés. Otro abrazo para ti.

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  3. GRACIAS POR LA INFO. ANDO ESTUDIANDO EL METODO ETNOGRAFICO Y ESTO ME SIRVIO BASTANTE. MUCHAS GRACIAS.

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