En el cuerpo a cuerpo nos lo jugamos todo


Disculpen mi atrevimiento. Me he propuesto escribir algo sobre danza. Apenas tengo bagaje. Apenas un tímido recorrido visual. Tan solo algunos espectáculos que mi amiga Mercedes Pacheco, bailarina y profesora del Conservatorio Superior de Danza de Madrid “María de Ávila”, me ha ido proponiendo a lo largo de los últimos años. Espero que algo tenga sentido y me conformo con no hacer el ridículo.

El cuerpo. Un tema recurrente. Muchas han sido las aproximaciones. Muchos los teóricos que sobre él se han detenido. Como si nuestra “carnalidad” siguiera siendo uno de los enigmas más impenetrables. La pintura, la escultura, el cine, el teatro, la literatura, la danza… se han ocupado de él y a él han consagrado desvelos y búsquedas. Para muchos teóricos (Scheper-Hugues y Lock, 1987) el cuerpo tiene una triple dimensión. Por un lado estaría el Cuerpo individual, el sentido intuitivo de mismidad. Un organismo biológico donde se enraíza el sentido de ser (la experiencia y conciencia dadas desde la cultura). La imagen del cuerpo tiene tanto elementos físicos como psíquicos, imagen múltiple y fragmentaria. El individuo es cuerpo, pero el cuerpo es uno y múltiple en sus fragmentos. Los hechos sociales (creencias, valores, ideologías, relaciones sociales, etc.) están y son cuerpo. Por otro lado nos encontraríamos con el Cuerpo social, entendido como uso del cuerpo en tanto que representación. Se trata de la proyección del cuerpo a otros ámbitos u órdenes, de tal modo que sus usos simbólicos se entroncan con la visión de la sociedad y de las relaciones sociales en cada cultura. Sirve entonces el cuerpo de metáfora, se proyecta simbólicamente en la sociedad y ésta, a su vez, se proyecta también sobre el cuerpo. Por último destacaríamos el Cuerpo político, la regulación y vigilancia de los cuerpos, el impacto de las relaciones de poder en los cuerpos individuales y sociales (Foucault). El “Poder” entendido no sólo como un mecanismo jurídico sino también como aquellas tácticas y estrategias represivas en todos los órdenes de la existencia. El poder conceptualizado como un “Bio-poder”. El cuerpo político no es sólo el que sufre la represión sexual sino el que es incitado al deseo por la acción del poder.

La danza sabe mucho de todo esto. Ha sido, quizá, la disciplina artística que mejor ha sabido interpretar y poner en juego la robustez de estos tres cuerpos. No en vano el antropólogo Marcel Mauss, a la hora de codificar las bases para la existencia de la sociedad, nos habló de “Técnicas y movimientos corporales”. El cuerpo entendido como el primer instrumento del ser humano y el más natural, objeto y medio técnico larvario. Las técnicas corporales concebidas como un sustrato “anterior” a las técnicas instrumentales. Y dentro de estas técnicas la danza entendida como técnica por excelencia donde el cuerpo es instrumento sin más (todo el cuerpo). Según Hanna (1977) se trataría de la “conducta humana compuesta por secuencias de movimientos corporales no verbales, realizadas a propósito, intencionadamente rítmicas y pautadas culturalmente, que se distinguen de otras actividades motoras ordinarias, y que poseen un valor inherente y estético.” Para algunos teóricos (intentando romper la dicotomía occidental de cuerpo/mente) el cuerpo que danza no es fisiología sino cuerpo animado. La danza sucede en tanto conducta en contexto, es expresiva. No danza solo el cuerpo sino la mente con él, ni danza solamente el individuo, sino la sociedad con él. De ahí que sus señas de identidad no sean kinéticas (puramente físicas) sino autotélicas, es decir, un fin en sí mismo: gravitación de la acción en el movimiento mismo. Implica entender el cuerpo como totalidad, exhibición de todo el cuerpo en acción. Por eso algunos antropólogos (Radcliffe-Brown, Evans-Pritchard) han investigado la danza desde posiciones teóricas distintas. Bien en su sentido técnico (cuerpo como instrumento, habilidades, constante entrenamiento, etc.) que ha dado como productos heurísticos las técnicas de codificación denominadas Labanotación (sistema de signos, al modo de una partitura musical) y la Coreografía (gramática o sintaxis del movimiento). Bien como abandono de sí mismo, la danza en su versión evasiva sin destino, pérdida de control y de uno mismo. Así, el polo técnico vincula la danza a las acciones de intervención en el entorno, labores de subsistencia y técnicas de la vida social. El polo de la pérdida de sí mismo vincula la danza a los actos rituales, realizados ante la trascendencia.

Las dos coreografías que a continuación comentaré guardan estrecha relación con todo esto. Tanto “Como decíamos ayer” de Javier Sangrós como “Mantengan la calma” de Tatiana Chorot participan de ambos mundos y saben erigir estéticamente las tensiones latentes debajo de “lo técnico” y “el abandono”. Ambos coreógrafos y bailarines levantan un territorio de movimiento donde el protagonismo del cuerpo dispersa su carácter multidimensional, no renunciando a ninguno de sus polos, siempre en pos de una aventura conceptual y simbólica llena de refrencias. Pero vayamos más despacio.

Con “Como decíamos ayer” Javier Sangrós se adentra en la licantropía. Nos propone una relectura del mito del lobo de Caperucita tomando como asideros visuales la propia “desmesura” del cuerpo, su capacidad para el desasosiego y la transformación. Los ritmos sincopados, las quebraduras del movimiento, la “brutalidad” física, nos animan a explorar hasta qué punto el lobo, “el malo de la película” no se trata de un extranjero más en esta realidad tan volátil, sino de un hermano, de un igual. Del mismo modo que Rimbaud decía “Je est un autre”, Javier Sangrós parece sugerirnos el canal uterino que nos conduce hacia la otredad bestializada, animalizada, vuelta el doble de nosotros mismos. El cuerpo se duplica, se contrae, metamorfosea, dando como resultado un híbrido que participa de todas las realidades emboscadas debajo de la realidad aparentemente única. Para quien quiera seguir buceando en su contenido le propongo visitar el blog de su autor: http://www.javiersangros.blogspot.com/

Por otro lado Tatiana Chorot con “Mantenga la calma” nos propone un viaje muy distinto. El cuerpo erotizado, sujeto de acción entre la fragilidad y el deseo, nos desvelará las hilachas que conectan la soledad con el encuentro, el solipsismo con la memoria. Tomando como referencia el erotismo de Bataille, su coreografía hila una trama equívoca, aparentemente sensual, que muy pronto descubre su faceta existencial y quebradiza. El cuerpo de la protagonista, cuerpo individual, cuerpo social, cuerpo político, encendido en toda su sugerencia y belleza, nos irá manipulando como a peleles hasta quedar enredados en su propio desahucio. Pues Tatiana Chorot, lejos de efectuar una obra de corte sensitivo, parece querer llevarnos hasta el territorio del dolor y la debilidad. El cuerpo es quién mejor puede dar cuenta de esa doble vertiente, quién mejor puede “encarnar” la aparente contradicción entre la voluptuosidad y el espanto. De ahí que al terminar, tras asistir a un espectáculo cargado de símbolos explícitamente eróticos, el remanente mental sea de lucidez existencial y conciencia vulnerable.

Ambos mundos me han hecho pensar que, al final, en el cuerpo a cuerpo nos lo jugamos todo. No hay falsías en la piel. Sigue siendo, a pesar de los intentos por maniatarla, nuestra más íntima verdad.

Para aquellos interesados en descubrir los componentes técnicos de sendos montajes, les dejo todos los datos. Espero que los disfruten tanto como yo.

TÍTULO: COMO DECÍAMOS AYER
Coreografía: Javier Sangrós.
Apoyo coreográfico: Carmen Werner, Elena Córdoba.
Interpretación: Javier Sangrós.
Iluminación: Iván Martín.
Escenografía: escultura de Steve Gibson.
Música: Collage, Ryan Teague, G.F.Haendel, Chris Watson, Marsen Jules.
Sinopsis: Desde que escuché la historia de Caperucita Roja pensé en el lobo, en su terrible y destripado final. Nunca conocí la versión del pobre y hambriento devorador de abuelitas.
Proceso: Allí, en el bosque, se acomoda dentro de su nueva piel. Sale de entre la maleza y la luz mancha de blanco su lomo. Olfatea la tierra húmeda y una vez más se siente bien.

TÍTULO: MANTENGA LA CALMA
Coreografía e Interpretación: Tatiana Chorot.
Diseño iluminación: Iván Martín Cruz.
Sinopsis: "En el cuerpo a cuerpo nos lo jugamos todo".
Música: “The House of the Rising Sun”, de The Animals, “Take me into your skin” de Trentemoller y una versión de Nina Simone del primer tema.

EGL

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