DENTRO, de Óscar Curieses


Reseña aparecida el 1 de julio de 2010 en CULTURAMAS.


Hay libros que multiplican su significado según se acaban, textos que ya en su primera lectura cuestionan las bases mismas de la lectura, como si el discurso, la palabra, se transformaran en un territorio de disputa entre los sujetos que allí se convocan. Interpretar, en estos casos, más parece un ejercicio de desasimiento, de anulación de las estructuras analíticas consolidadas. Dentro, a mi juicio, constituye uno de esos libros. Un poemario al que uno debe acercarse desde posiciones laterales, descentradas, dispuestas siempre a la apertura conceptual.

Rearme del símbolo. Hace tiempo se dijo que el ser humano es, por antonomasia, un Homo symbolicus. Pero en cada intento por dilucidar la significación de esta advertencia (como nos recuerda el antropólogo español Honorio Velasco) se han enfrentado dos perspectivas bien distintas: lo que podríamos llamar una “definición generalista del símbolo”, que insiste en todo aquello con lo que se re-presenta algo o aquello que lo re-presenta, frente a una “definición restringida de símbolo” que incorporaría una doble carga, el “Plus social” y el “Plus de significación”, es decir, el símbolo no solo proporcionaría inputs (re-presenta) sino que arrastraría a la acción; no solo capta sino que significa, no sólo se adentra en el interior humano sino que lo trasciende, no solo revela sino que desvela, no solo se hace con lo particular sino que se proyecta hacia lo universal. Este “Plus de significación” implica vinculación, pertenencia, co-participación, sentido de comunidad, implica relaciones sociales, parentesco, significación ideológica. Una parte de la poesía española posterior al franquismo, a mi modo de ver, puso el acento en la primera de estas perspectivas, la generalista (véase la poesía experiencial, figurativa, realista, etc.), sin embargo las últimas promociones literarias parecen haber comprendido el carácter desestabilizador y entrópico del símbolo, avanzando hacia una mayor apertura comprensiva. Desde mi perspectiva Dentro da un paso en esta dirección y se adentra, de forma vigorosa, en el entrelazamiento de esos “Plus social” y “Plus de significación”. Lo “Dentro”, ya sea ideacional o matérico, puramente abstracto o encarnado, sitúa en un plano de herida lo exterior y lo interior, lo íntimo-existencial y lo íntimo-colectivo, lo familiar y lo consuetudinario, lo prenatal y lo nacido, del mismo modo que el cine de Bergman (a cuya filmografía está dedicada el libro) se proyecta hacia lo cósmico desde tragedias falsamente particulares. Como lúcidamente señala Jordi Doce en la contraportada del texto, estas páginas se ven recorridas por un mundo “preambular”, “larvario”, como cable en tensión, donde ya podemos ver hasta qué punto quedan enlazados esos polos diferentes. Buenos ejemplos de este “rearme del símbolo” entendido como acción y significación serían las secciones “Libro de las prisiones” e “Incestare, Abortare”.

Ahora bien, los símbolos no son objetos estables. Muy al contrario, están preñados de características que los hacen, en sí mismos, fragmentarios. Por un lado nos topamos con ellos en la cultura como un todo, no hay parcela de la cultura en la que los símbolos no encuentren campo de acción. Por otro lado su naturaleza es inespecífica, son objetos naturales y artificiales, también acciones, secuencias de acciones, rituales, ceremonias, conocimiento, imagen, palabra, gesto, técnica. Son multifuncionales, operan, tal y como la antropología cognitiva ha resaltado, a modo de operadores cibernéticos y reguladores de los ciclos de energía de una sociedad, invaden la sensibilidad de los sujetos participantes. Para comprenderlos es preciso poner en relación los propios objetos simbólicos y las acciones que implican, el modo en que los sujetos los manipulan. Son entidades incompletas, indefinidas (nunca están hechos del todo, el proceso de significación en ellos es un principio de indefinición). Están sometidos a interpretaciones y reinterpretaciones constantes, en función de los usos que en cada sociedad hagan sus miembros de ellos. Son inestables, no fijos, reutilizables, como resultado de la inagotable creatividad humana. Son polisémicos y, como señalaba Sapir, condensados, es decir, su valor radica precisamente en el conjunto de significados que son capaces de vehiculizar. De ahí que, cualquier texto que ponga en el centro de su apuesta estética “lo simbólico”, implica una constante revisión de las propias bases de lectura. En este sentido Dentro ejemplifica de manera turbadora, electrizante, esta descentración. Cada poema nos obliga a enfrentarnos a nuestra propia insuficiencia, nuestra propia incompletud, ya que desborda los márgenes de lo escriturario y se ubica en un plano de “contralenguaje” como reclama el propio poeta. Óscar Curieses levanta un mundo “umbilical” que trata de dar cuenta de nuestra identidad previa a la identidad, desnuda de los ropajes sociales que se nos impone, porque desde ese umbral (liminal, podríamos añadir) es posible atender, en toda su pavura, el propio dolor de lo vivo. Mas esta contemplación no se hace desde la certeza, sino desde las veladuras, las transparencias y los finales que se comportan como prólogos. Ya desde el primer poema que abre el libro y la sección “Sombras de nieve” queda perfilado el territorio emocional en el que nos veremos envueltos.

La (In)corporación. Una de las teorías sociales que ha encontrado mayor difusión en las últimas décadas (especialmente a partir del influjo del feminismo y los enfoques post-estructuralistas) ha sido la teoría del “embodiment”, es decir, entender el cuerpo humano como una construcción simbólica. Desde esta perspectiva serían las visiones del mundo de las sociedades humanas las que hacen los cuerpos, las que penetran en ellos, y solo a través de ellos se conforman, y no al revés, como parece querer imponernos la tradicional lectura biologicista de la realidad. La falsa dicotomía cuerpo-mente quedaría desterrada y proscrita para este tipo de afirmaciones. Pues bien, Dentro apuesta por este tipo de (in)corporación literaria. Lo textual y matérico (encarnado en este caso en la propia “carne”, título de la penúltima sección del libro) se entrelazan como procesos constructivos mutuamente referenciales. Incluso podríamos advertir que el lenguaje, el ritmo sincopado, el uso de guiones uniendo términos, palabras, aparentemente disímiles pero que una vez unidas adquieren una nueva significación, participarían del mismo modo en esa intentona por hacer “presencia” la red simbólica que atraviesa la comunidad en la que el poeta vive. El cuerpo, los fluidos, las excrecencias, los restos epidérmicos de nuestra más íntima materialidad, los olores corporales vienen a proyectar, estéticamente, los desamparos contemporáneos por medio de un verso que transcurre entre “la flauta de carne que toca en mis muslos de sangre” y “la mar nuestra hasta el naufragio”.

Podríamos seguir desgranando éstos y muchos otros aspectos de Dentro, aunque creo que quedan más o menos perfilados algunos de los problemas a los que, a mi juicio, nos obliga la lectura de Óscar Curieses. Se trata de poesía que apuesta por el acontecimiento de la escritura. No renuncia a ninguna de las posibilidades que las vanguardias históricas nos ofrecieron. Integra planos de significación distintos, antagónicos, como aporías cuya brecha deja al descubierto la propia desnudez de nuestra condición. Nos obliga a replantearnos el papel del lector y a admitir, como real, las distintas realidades que se emboscan dentro de lo aparentemente unívoco: la propia carne, la propia mismidad. Les animo a que se “adentren” en sus páginas libre de prejuicios y dispuestos a someter a incertidumbre toda su memoria de vida. Les aseguro que no quedarán indemnes.



EGL

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