PIERRE MICHON


Lo digo sin tapujos. Considero a Pierre Michon como uno de los grandes escritores europeos contemporáneos. Quedé fascinado con Vidas minúsculas (2002), y la seducción se mantuvo por medio de Señores y sirvientes (2004), pero su última novela publicada en España, Los Once (2010), me ha sobrecogido. Me voy a ahorrar elogios y acercamientos críticos. Ya lo han hecho personas mucho más informadas que yo. Tampoco desvelaré ningún dato central de la narración. Quiero limitarme a exponer, de manera sintética, qué tiene Michon que me resulta imprescindible y cuáles son las razones por las cuáles su poética y forma de narrar me interpelan.

Martín Heidegger en su ensayo Hölderlin y la esencia de la poesía (recogido en el breviario de Fondo de Cultura Económica Arte y poesía, 2009) señalaba lo siguiente: «Nosotros los hombres somos un diálogo. El ser hombre se funda en el habla; pero ésta acontece primero en el diálogo. Sin embargo, esto no es sólo una manera como se realiza el habla, sino que el habla sólo es esencial como diálogo. Lo que de otro modo entendemos por “habla”, a saber, un repertorio de palabras y de reglas de sintaxis, es sólo el primer plano del habla. Pero ¿qué se llama ahora un “diálogo”? Evidentemente el hablar unos con otros de algo. Así entonces el habla es el medio para llegar uno al otro.» Y continuaba: «Somos un diálogo quiere decir que podemos oírnos mutuamente. Somos un diálogo significa siempre igualmente que somos un diálogo. Pero la unidad de este diálogo consiste en que cada vez está de manifiesto en la palabra esencial el uno y el mismo por el que nos reunimos, en razón de lo cual somos uno y propiamente nosotros mismos. El diálogo y su unidad es portador de nuestra existencia (Dasein)». Conclusión: la palabra, la existencia, la literatura incluso, nacen en el diálogo. Esta idea puede parecer trillada, fácil, pero si tomamos en cuenta que acontecen tiempos de renovado solipsismo, de fortalecimiento de los discursos artísticos egocéntricos o, ingenuamente realistas, me parece que la reclamación intersticial que hace Heidegger tiene una potente capacidad perturbadora. La esencia de la literatura estaría en su carácter conectivo (que no comunicacional). Pues bien, a mi juicio, uno de los autores que más y mejor ha sabido profundizar en esta dimensión intersubjetiva ha sido Pierre Michon. Los Once se nos presenta como un formidable diálogo, un discurso trenzado entre el lector y una voz narradora desconocida que nos expone, con detalle, la trastienda histórica y personal de un cuadro y un pintor, Los Once (el retrato de los miembros del Comité de Salvación Pública en el París de 1794) y su creador, François-Élie Corentin. Acercarse a Michon implica un cierto descentramiento, como si el espacio de lectura se transformara en un gozne entre la propia subjetividad y la extrañeza, de modo que la conciencia se amalgama con la propia narración formando un nuevo cuerpo. Se trata de una literatura que tienta los límites, que borra las certezas emanadas de la objetividad y el individualismo. Un modo de escritura alejado de ciertas modas bifrontes reclinadas bien en lo biográfico, bien en la desaparición impostada del sujeto.



En otro orden de cosas Michon nos ofrece una radiografía de la historia y de lo humano entendidos como procesos y hendiduras entre lo global y lo local, entre distintas fuerzas y planos de análisis, en consonancia con algunos teóricos que han tratado de reconstruir la historiografía tomando como puntos de referencia el devenir colectivo. El antropólogo Eric Wolf en su maravilloso Europa y la gente sin historia (2006) nos decía: «La tesis central de esta obra es que el mundo de la humanidad constituye un total de procesos multiples interconectados y que los empeños por descomponer en sus partes a esta totalidad, que luego no pueden rearmarla, falsean la realidad», y continúa: «Es engañosa esta pauta de desarrollo, primeramente porque convierte la historia en un relato de éxito moral, en una carrera en el tiempo en que cada corredor pasa la antorcha de la libertad al siguiente equipo. De este modo la historia se convierte en un relato sobre el desarrollo de la virtud, sobre cómo los buenos ganan a los malos. Con frecuencia, esto acaba convirtiéndose en el relato de cómo los ganadores demuestran que son virtuosos y buenos por el solo hecho de ganar. Si la historia no es más que el efecto de un propósito moral en el tiempo, entonces aquellos que se convierten en defensores de ese propósito se vuelven automáticamente agentes predilectos de la historia.» De este modo, cualquier sujeto es una especie de cruce de caminos entre diferentes conectividades, entre planos sociológicos, culturales, económicos, políticos que lo atraviesan y lo modifican. En Los Once, asistimos con creciente perplejidad a este “cruce de caminos”, podemos reconocer en la geografía física y moral del pintor el devenir de la Francia rural, pisoteada por el Antiguo Régimen y la explotación, podemos sentir el tumulto y la rebeldía de las clases subalternas, las intrincadas formas del poder ya sea en formato Luis XVI o en el rostro duro, “papal”, de los nuevos dioses laicos de la época del Terror. Con una sabiduría literaria prodigiosa asistimos al entrecruzamiento en un mismo plano del lenguaje de las esferas macro y micro de la realidad social, y a sus fantasmas introyectados en el yo. Como lectores, percibimos hasta qué punto la historia es una totalidad mezclada, imposible de segmentar, atravesada por múltiples esferas que impactan sobre nosotros y nos configuran. No hay discursos lineales en Michon. No hay simplificaciones mostrencas. Combate contra cualquier modo de escenificar falsos esencialismos consuetudinarios. Como se puede ver, este modo complejo aunque intensamente rico de narrar, pugna por la comprensión del mundo y coloca a sus personajes en el magma interconectado de la historia que reclamaba Wolf. La historia se convierte en carne, en materia, en tangibilidad. Por eso me parece imprescindible su obra en estos tiempos que corren. Se empeñan en hacernos creer que el devenir socioeconómico está sujeto a fuerzas inmanentes, ajenas a nosotros, como si de un nuevo deísmo se tratara, así los centros de poder gobiernan y organizan la verdad. Pierre Michon nos descubre este falseamiento. Y por medio de una sintaxis hipnótica nos adentramos en las tramas (ficticias y reales) de la Historia y el Ser Humano. No se lo pierdan. Léanlo. Recomiéndenlo a sus amigos y familiares. Devórenlo enfebrecidos y luego echen una mirada a su alrededor, a ver si todo sigue igual.


2 comentarios:

  1. Hola. Me agrada encontrar lecturas sobre michon. Un grande de la prosa sin duda. En mi blog escribí algo también. Saludos y felicitaciones.

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  2. Hola Vicoc,

    Antes de nada gracias por tus palabras y por visitar el blog. Acabo de "linkar" el tuyo también. Sí, Michon es un autor de gran interés. Creo que en cada libro se supera y nos ofrece una mirada políedrica del mundo.

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