Entonces descubres que detrás de
ese viaje, detrás de Portbou y de Walter Benjamin, detrás de los objetos
esparcidos sobre tu mesa, detrás de las charlas y de las idas y venidas, detrás
de todo eso, digo, tan solo buscabas una cosa. Buscabas la ocasión para dar
forma al diario que querías escribir desde hacía mucho tiempo, como si tu vida
anterior no hubiera sido más que una larga y paciente espera. Y te da por
pensar, casi por primera vez, que quizás Portbou tan solo sea un paso previo a
otro territorio que aún no conoces, aunque lo hayas citado en alguna parte y
ahora no recuerdes en qué lugar del mundo sucedió exactamente.
Álex Chico
Hay
escrituras que tienen un poso clásico y, en cambio, con cada capa de lectura disparan
nuevas aperturas de sentido. Libros que se van cociendo a fuego lento en la
retina, sin algaradas, renuentes a toda pirueta verbal. Son textos reposados,
de cadencia lenta, que gracias al “arte de la microscopía” (como decía Ricardo
Piglia) parecen componer miniaturas conceptuales puestas en un territorio muy vasto.
Leí esta novela durante un viaje a Londres. Sus páginas se agotaron mientras
tomaba el vuelo a Heathrow, atravesaba los cielos del Cantábrico y el Canal de
la Mancha, recorría el subterráneo de la capital británica en la Piccadilly
Line, degustaba una tarde lluviosa en Walthamstow y regresaba luego a mi
ciudad, Madrid, dejando esos mismos lugares atrás. Cuando abrí las tapas del
ejemplar todavía me sacudían ciertas angustias coyunturales fruto del trabajo.
Pero se obró el milagro. Desde las primeras páginas, una disposición paciente y
serena fue entibiando el cuerpo; como si el “tempo” introspectivo, ensayístico,
de esta obra fuera capaz a cada capítulo de ir entreabriendo puertas en el
pensamiento que requerían de una entrega total. “Un final para Benjamin Walter”
tuvo la capacidad de calmar los temblores momentáneos.
Este
libro no va, exactamente, de lo que parece o dice ir. Los trágicos
acontecimientos sucedidos en la población catalana de Portbou, adonde llegó
Walter Benjamin en septiembre de 1940 huyendo de los nazis, y en cuyo lugar se
quitó la vida tras saber que las autoridades franquistas no permitirían su paso
por España rumbo a América. Para los investigadores “benjaminianos” irredentos,
es probable que se quede corto. Para los periodistas culturales, memorialistas
y buscadores de anécdotas históricas, se hace demasiado contemplativo. Sin
embargo, soy de la opinión que este texto, más allá de que esté estupendamente
escrito con una precisión y desnudez ejemplar, y que no hable sobre “las
peripecias” de Benjamin, sino de un paisaje, de un mundo que muere, de un
territorio y sus gentes, de la memoria, del peso y el papel de la historia en
las vidas materiales, de una búsqueda interior, como sujeto, en tanto “ser para
la escritura”, es tremendamente fiel a la obra de Benjamin. Me explicaré.
Nos
dice Stefan Gandler, de la Universidad Autónoma de Querétaro (México) a
propósito de una de las obras trascendentales de Walter Benjamin, sus Tesis
“Sobre el concepto de historia”: “Entonces, mirar hacia atrás no es una forma
de pensar, de concebirse a sí mismo, de reflexionar sobre la realidad en la
cual vivimos, sino es la forma de hacerlo. Pero el asunto todavía es más
complicado. No se trata solamente de dejar de dirigir la mirada, la atención
hacia la idea del futuro o del futuro mejor, hacia la idea del progreso
incesante que nos va a liberar casi automáticamente, sino se trata incluso de
una forma distinta de mirar, de ver, de reflexionar. Dentro del mismo acto
reflexivo, también hay que superar la idea de un progreso inevitable e
ininterrumpido. El mismo proceso de reflexión es, al igual que el proceso
histórico, algo que no se puede concebir como un acto de acumulación continua
de verdades, de realidades entendidas, de conceptos desarrollados o aclarados.
El mismo pensamiento está en peligro de perder algo ya encontrado en cada
instante. No estamos sobre un punto fijo desde el cual miramos hacia atrás,
sino continuamente ‘se nos mueve el tapete abajo de los pies’ del pensamiento.
La fuerza principal que existe en relación a este problema es el olvido.
Benjamin comparte esta idea, con otros autores de la Escuela de Frankfurt. La
historia de la filosofía, es en este sentido para Adorno, una historia de
olvidos.”
Me
parece que esta idea tiene mucho que ver con la propuesta de mirada y escritura
que nos lanza Álex Chico con respecto a Portbou y Benjamin. Mirar lo que fue
Portbou, su pasado orgulloso y fronterizo, no es una manera interesada de
comprender causalmente el presente. Es “la” forma de contemplar el paisaje
actual, contemporáneo. La Portbou abandonada por la geopolítica, por las
administraciones una vez dejó de ser parada fronteriza con la ratificación del
Tratado de Schengen, requiere de una “mirada y una reflexión específicas”,
situadas, que ya no se proyectan hacia el futuro y hacia una idea inexorable de
progreso. Chico llega a Portbou buscando a Benjamin y lo que encuentra es la
complejidad de un territorio que agoniza, de un presente histórico, de una
Portbou como objeto de indagación inmediata. Pero pensar Portbou no puede
hacerse sólo desde un “un acto de acumulación continua de verdades, de
realidades entendidas, de conceptos desarrollados o aclarados”, todo lo contrario,
supone reconocer sus contradicciones, sus dialécticas, sus tensiones; implica
deambular una y otra vez ciertas paradas en el territorio (el monumento de Dani
Caravan, el cementerio civil, el puerto, las calles solitarias, los hoteles de
poca monta, etc.) que abren, a su vez, heridas sociales todavía sin cerrar. Y
no me estoy refiriendo sólo a los cortes que produce una historicidad convulsa,
sino a las copresencias culturales que desnudan las carencias de nuestra propia
institucionalidad. Reflexionar Portbou es huir de los “puntos fijos”, urdir un
pensamiento que siempre “está en peligro de perder algo ya encontrado en cada
instante”. Reflexionar Portbou es dar cuenta de su particular historia de los
olvidos. Porque en el fondo, Portbou, son muchos lugares de nuestra geografía.
Es aquí donde creo que Álex Chico es fiel a Benjamin. Sigue sus pasos
epistemológicos, incorpora su particular modo de tejer pensamiento, lo trae a
su escritura, lo dota de tono narrativo, pero no para dar cuenta del propio
Benjamin y sus dramáticas condiciones de muerte, sino para dejarse atrapar por
el mundo social, natural y cultural que se encuentra en la misma Portbou. Puede
parecer una elección extraña, poco “a la moda”, pero creo que entraña una
honestidad intelectual y una coherencia elevada.
Además,
la idea que postula Stefan Gandler a propósito del Angelus Novus benjaminiano,
tiene también (en mi opinión) un cierto maridaje con el propio modo de escribir
de Chico. La prosa de este autor placentino trasplantado a Barcelona, guarda los
atributos de una narrativa ensayística que da cuenta de esa “historia de los
olvidos”. Chico se revela como un ser para la escritura, como un texto mismo,
encarnado, que queda atravesado por todas las ausencias y sustancias de lo
circundante, sin vocación de totalidad, pero consciente que la totalidad es
necesaria como meta interpretativa. Materialista al mismo tiempo que
ideacional. Omnívora al mismo tiempo que seleccionadora de materiales
concretos. Articuladora de varios planos de realidad, pero incapaz de componer
una propuesta de orden impostado. Se trata de una prosa donde la voz narrativa,
deíctica, permite entrever cómo se compone a sí misma, cómo va hilando los
pensamientos, las emociones, las impresiones que le causa ese mundo exterior
que no es algo dado, sino reinterpretado. Por eso me parece también fiel a la
estética benjaminiana. No estamos ante un escritor “ordenado”, “programático”,
sino ante una voz que, como nos recordaba San Juan de la Cruz, “Para venir a lo
que no sabes, / has de ir por donde no sabes”.
Acabo
ya con otra recomendación. Si por casualidad se animan a leer esta novela,
háganlo también con otro libro al lado. Tomen la “Elegía en Portbou” del poeta
Antonio Crespo Massieu, publicado en Bartleby en 2011. El entrecruzamiento de
ambos textos les aseguro que no les dejará indiferentes.
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