Estamos hechos
para buscar la luz,
para encontrarnos.
Laura Casielles
Llega
a mis manos esta “Breve historia de algunas cosas” de la poeta Laura Casielles.
Se trata de un tomito de 65 páginas, cuidadosamente editado por Ediciones del 4 de agosto, Logroño,
dentro de su ya clásico ciclo “Planeta Clandestino”. El ejemplar que guardo
tiene el número 18. Lo acaricio con auténtico placer, con ese gozo desnudo que
producen las cosas largamente deseadas. El último libro publicado Casielles, “Las
señales que hacemos en los mapas”, data de 2014. Lo puso en circulación el
exquisito sello Libros de la Herida
de Sevilla. Tres años desde la última vez que los lectores pudimos dialogar con
el trabajo de esta escritora. Abro el libro, hojeo al azar sus páginas, se me
viene este poema encima:
Nudos
Siempre
puede echarse la culpa a alguien,
todos
tenemos jefes y maridos y algún tipo de hipoteca con lo hecho.
Pero
a poco que me dejen sola veo
cómo estoy atando yo misma la cuerda
en torno a mis muñecas,
obediente
giro.
Aprieto.
Puedo
decir amor, destino, obligación.
Pero
no es menos inquietante
saber
que antes de esto además ato
el
otro extremo de la cuerda al centro de mi nombre.
Tenía
ganas de escribir sobre Laura Casielles. Además de amiga, se trata de una
autora que admiro por su relación con la palabra y el mundo, por su manera de
interpretar este oficio que no es un oficio, pero que tiene mucho de artesanal,
de insistencia laboriosa y cotidiana. Aunque me referiré, sobre todo, a este
último poemario publicado, sobrevolarán mis reflexiones sus libros anteriores,
con especial intensidad “Los idiomas comunes” (Hiperión, 2010) y el ya referido
“Las señales que hacemos en los mapas”.
Hacia
una poética del encuentro
Cuando
leí por primera vez a Casielles tuve la sensación de encontrarme frente a eso
que Christian Laval y Pierre Dardot llaman una “contraconducta”. Me explicaré.
Para estos autores franceses, el gran éxito del capitalismo neoliberal no ha
sido sólo el tipo de relaciones económicas que ha conseguido instalar en
nuestras sociedades, sino sobre todo la transformación de las almas de las
gentes. Ese cambio ha tenido como resultado un “nuevo estado subjetivo”, una
nueva “condición del hombre” que afectaría a la propia “economía psíquica” de
cada uno de nosotros. El “sujeto neoliberal” es un sujeto-empresa, una “empresa
de sí”, hiperproductivista, “íntegramente sumergido en la competición mundial”,
es una mónada, descreído del vínculo social, gestor de sus relaciones afectivas
en directa sincronía con los beneficios potenciales que pudieran obtenerse de
ellas. El sujeto neoliberal es un “régimen de existencia”, un “ethos de
autovaloración” cuyo principio articulador es la “racionalización del deseo” y
la “ascesis del rendimiento”. El trabajo es su libertad (como el famoso lema de
Auschwitz), el “emprendimiento” su herramienta. Laval y Dardot llaman “contraconductas”
a todas aquellas prácticas de subjetivación, tecnologías del yo, orientadas a
confrontar ese “modelo de la empresa de sí”. O por decirlo en palabras de Max
Horkheimer, “quebrar la lógica de dominio” que este modo de entender el ser
humano ha colonizado nuestros corazones.
Frente
a esta subjetividad neoliberal cuando se leen los poemas de Laura Casielles uno
tiene la sensación de encontrarse ante un contra-mundo emocional y psíquico. La
mayoría de sus textos insisten en la ligazón social, en la ontología compleja y
heterogénea de un “nosotr@s”, en el hecho de compartir el asombro de lo
existente, aaí comoi también su dolor y contradicciones. Su poética y su
literatura no pierde nunca de vista la comunicabilidad, la transferibilidad y
el encuentro intersubjetivo, sabedor que categorías como “yo”, “ell@s”, “tú”,
son siempre sedimentos inestables que se modulan en tensión permanente con la
alteridad. Su poética no busca lo hermético, no persigue el cierre semiótico
del misterio, porque el misterio (para esta poeta) es siempre un haz de
realidades visibles y sumergidas al mismo tiempo. Frente a la subjetividad
neoliberal, los poemas de Casielles delimitan un ser humano poliédrico,
atravesado por las potencias de lo vivo que se escapan a cualquier ordenamiento
racional e instrumental. El sujeto de estos poemas es un sujeto “en encuentro”
permanente con lo/los otro(s), como si sólo en la comunión de lo humano fuera
posible pensar otra forma de vida o, en su defecto, resistir los embates del
oprobio. Así nos lo dice en este perturbador (y hermosísimo) poema:
Como entonces, como
siempre
Voy a pedir
ayuda a la hermandad lejana
Carlos Edmundo
de Ory
Venid
los justos de acción y de omisión,
los
limpios de alma,
quienes
tienen sucias las manos de cavar cimientos,
que
vengan, como entonces, como siempre,
el
poeta de la tribu y la cocinera
de
las fuerzas de los mártires,
los
de la palabra exacta,
los
del abrazo presto,
venid,
venid
aprendices de lo mismo y admirados maestros,
desconocidos
compañeros de parecidas luchas,
las
profetas,
las
insultadas,
las
inocentes,
venid
las otras mujeres del corazón del hombre que amo,
primeras
a las que salvar si se hundiera este barco,
los
imposibles camaradas del insomnio
con
quienes discutimos encendidos los leves matices de lo improbable,
venid
quienes
compartís el sueño y las penurias que arrastra el sueño
venid
como
entonces, como siempre,
venid
hermanas del abismo y de los brotes:
que está el cielo preñado de un
presagio negro
y ya sea para vencerlo o para caer
mejor será que estemos cerca.
Poética
de la relación y de lo diverso
Pero
el encuentro exige antes una desestabilización de la propia identidad, del
propio yo. Y ahí emerge otra de las dimensiones esenciales del trabajo de
Casielles: su fuerte conexión multicultural con otras realidades. No sólo porque
haya pasado largas temporadas en Marruecos y Francia, ni porque haya viajado, no
sólo porque haya vertido al castellano la obra imponente de Abdellatif Laabi,
no sólo porque desde un punto de vista académico cifre sus investigaciones también
en la literatura del Magreb, sino porque su poética es, como diría Édouard
Glissant, una “poética de la relación”, un imaginario que permite comprender
las fases y la interdependencia de situaciones de los distintos pueblos del
mundo. Recuerda Glissant: “Lo que yo digo es que la noción de ser y de ser
absoluto está vinculada con la noción de identidad de «raíz única» y de
identidad exclusiva, y que si somos capaces de concebir una identidad rizoma,
es decir, una raíz a la búsqueda de otras raíces, entonces lo que cobra
relevancia no es tanto un presunto absoluto de cada raíz, sino el modo, la manera
en que entra en contacto con otras raíces, esto es la Relación. A mi juicio,
una poética de la Relación resulta más presente y más «apasionante», en la
actualidad, que una poética del ser”.
A
mi juicio, la poética de Casielles es una “poética de la relación”, una
identidad rizoma. Una escritura que huye de cualquier categoría firmemente
arraigada en la inmutabilidad. Paisajes, tiempos históricos, situaciones, incertidumbres,
diferentes bagajes culturales, mundos distintos habitando este mundo, son los
protagonistas de los poemas de esta autora. En “Los idiomas comunes” esta
cuestión era materia fundante, en “Las señales que hacemos en los mapas” se
transforma en auténtica indagación ética y estética, en “Breve historia de
algunas cosas” forma parte de su ADN estilístico.
La
complejidad de lo “diáfano”: lenguaje y feminismo.
La
claridad compositiva tiene mala fama en poesía. Para unos la diafanidad es
sinónimo de “sencillez”, “narratividad”, “inteligibilidad”, “racionalidad”, “universalidad”,
y hacen de estas palabras fetiche y dogma, condenando a las catacumbas de lo
prescindible toda aquella escritura que se sienta heredera de las vanguardias históricas
y/o apueste por formas menos normativas de decir. Para otros, en cambio, lo
diáfano es sinónimo de “popular”, de “merma de complejidad”, de cesión a la
galería, en definitiva, una rebaja de la calidad literaria. Esta dialéctica
fratricida y estéril ha atravesado muchas veces la poesía española. Laura
Casielles es la demostración de que esta falsa dialéctica hace tiempo que fue
superada. Llegar a la claridad compositiva es una tarea que exige rigor,
dificultad, máxima precisión, construcción semiótica compleja. Lo diáfano no es
aquello que se dice de un modo sencillo, sino aquello que siendo leído desde “las
palabras de la tribu”, desborda, trastoca, modifica y complejiza esas mismas
palabras de la tribu. La obra de Casielles, a mi juicio, se adscribe a esta
categoría. Y lo hace además desde una dimensión ontológica y, si me apuran, existencial
valiente: la de saberse una mujer en este mundo atravesado por la maquinaria
patriarcal. Ahora bien, cuidado, que la mirada poética de Casielles sea
feminista (y yo creo que lo es), no significa que se plegue a los dictámenes de
un ordenamiento político. Muy al contrario, su poesía es una reivindicación del
lenguaje por encima de cualquier otra cosa, pero de un lenguaje que relee y
reescribe lo real a partir de una toma de conciencia sensible sobre la posición
que la mujer tiene en el mundo. Su claridad nace de su precisión a la hora de
entender esa posición, y de trenzarla (a través de esa poética de la relación y
el encuentro) con el otro. Por ello, su adjetivación, su uso indistinto del yo
y del nosotros, su libertad formal dentro de patrones clásicos, permite
conectar con muchos lectores que se sienten interpelados por sus palabras. Aquí
radica, creo, una gran virtud de su obra, la de poder enganchar con un público
amplio sin perder un ápice de calidad y rigor, y sin ceder a sentimentalismos ni
melodramas.
Acabo
ya con este poema, disfrútenlo tanto como he hecho yo:
Ejercicio
Todos
los arqueros saben que para afinar la puntería
hay
que entrenar el ojo:
tú
que quieres lanzar tus flechas sobre el orden del mundo
tenlo
en cuenta.
Escudriña
miniaturas para no perder el don del detalle.
Contempla
el universo para no perder el asombro de la infinidad.
Lleva
tus ojos al horror para que no se engañen
y
luego
observa
largamente
el
cuerpo amado.
Lleva
tus ojos al mar para recordar que lo permanente se alimenta de lo que cambia.
Lleva
tus ojos al desierto para comprobar que la suma de lo pequeño hace lo vasto.
Mira
la nada alguna vez.
Mira
lo hermoso siempre que puedas.
Mira
también a veces
lo
que no hay.
Baja
los párpados.
Solo
desde la pausa
se
entiende algo.
Luego,
vuélvelos a abrir.
Referencias bibliográficas:
Casielles, Laura (2010). Los
idiomas comunes. Madrid: Hiperión.
— (2014).
Las señales que hacemos en los mapas.
Sevilla: Libros de la herida.
— (2017).
Breve historia de algunas cosas. Logroño: Ediciones del 4 de agosto.
Glissant.
Édouard (2002). Introducción a una
poética de lo diverso. Barcelona: Ediciones del bronce.
Laval,
Christian y Dardot, Pierre (2013). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la
sociedad neoliberal. Barcelona: Gedisa.
Horkheimer,
Max (2002). Crítica de la razón instrumental. Madrid: Editorial Trotta.
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