HOMENAJE A ERNESTO SÁBATO


Acaba de morir uno de mis autores fundamentales. Ernesto Sábato. Y no lo digo sólo en términos literarios. Me estoy refiriendo a la formación intelectual, emocional, de sentido. De comprensión de mundo y subjetividad. La lectura de "El túnel", "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón el exterminador" constituye una de las cinco o seis paradas fundamentales de mi constitución como lector. Camus, Céline, Baudelaire, Juarroz, Porchia, serían otras de esas paradas. Con Ernesto Sábato aprendí lo que significa la palabra desasosiego. Ensanchar eso que llamamos realidad. Comprender que la literatura es, antes que todo, una aventura del lenguaje capaz de desestabilizar el marchamo de las cosas. Y sólo es posible resistir a la tiranía de la coerción desestabilizando, primero, el orden de las cosas. De ahí que la lectura de Sábato fuera, para mí, una suerte de cuartel de invierno frente a la pavura del mundo. Una forma de administrar la desesperanza. Pero Sábato es mucho más. Me hizo comprender también el sentido de la obsesión. La importancia de la obsesión para los procesos de escritura. Ahondar en las dislocaciones de la lengua hasta convertirla en un territorio áspero, desnudo, consciente e inconsciente a la vez, cargado de extrañeza. Abismática al mismo tiempo que dulce y sensual. La mirada de Sábato es pesimista. Mi mirada es pesimista. La mirada de Sábato se balancea entre el asombro y la resistencia. Mi mirada se proyecta desde el asombro y la resistencia. Y ésta fue, creo, la doble dualidad en la que me formé como lector. Me gustaría rendirle mi más sincero homenaje. Acabó una literatura completa.



Y para hacerlo me gustaría traer al recuerdo un pasaje de "El escritor y sus fantasmas", uno de mis libros favoritos de Sábato. Toda una lección de inteligencia y sabiduría. Aquí lo dejo:

MARX Y LA LITERATURA BURGUESA

Un conocido revolucionario del siglo XX llamado Karl Marx, a quien nadie puede acusar de proclividad pequeño-burguesa, recitaba a Shakespeare de memoria, se extasiaba con Byron y Shelley, elogiaba a Heine y consideraba a ese reaccionario de Balzac como un admirable gigante. Y tanto él como F. Engels se lamentaban de que un genio como Goethe se rebajase al filisteísmo y a los honores de su pequeño ministeriazgo ducal. No ignoraban sus contradicciones humanas y filosóficas, sabían perfectamente hasta qué punto Goethe era un artista de las clases reaccionarias; pero no obstante lo amaban y admiraban, lo consideraban como una contribución definitiva a la cultura de la humanidad.

Hermosa lección para ciertos revolucionarios de bolsillo.

Pienso que el signo más sutil de que una sociedad está ya madura para una profunda transformación social es que sus revolucionarios se revelen capaces de comprender y recoger la herencia espiritual de la sociedad que termina. Si eso no sucede, la revolución no está madura.

ERNESTO SÁBATO

Y ahora, para acabar, dejo la voz del autor:











2 comentarios:

  1. Gracias por compartir esto.

    Saludos desde México.

    PS Buen film ese de 'Incendies'.

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  2. Gracias a ti Marichuy. Sí, Incendies es una película turbadora, desasosegante. Todo un programa ético-estético. Un saludo.

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