Premios, muchos premios.



El poeta, crítico literario y ensayista cultural Gabriel Zaid, en su libro "Cómo leer en bicicleta" editado por Debolsillo en 2010, escribía lo siguiente:


PREMIOS, MUCHOS PREMIOS


¿Por qué prospera la industria de los premios? Porque las instituciones, las autoridades, los mecenas, los jurados, los conjurados, los posibles premiados, pueden armar alboroto, llamar la atención, salir en los periódicos y quizás hasta vender los libros premiados, gastando poco. Quienes más trabajan, que son los que han hecho algo premiable, no cobran, excepto el ganador. Es muy común que los jurados, tampoco. Casi todas las gacetillas y comentarios salen gratis, y los anuncios que hay que pagar se justifican ampliamente como propaganda institucional. Por eso, los manuales de relaciones públicas recomiendan los concursos (aunque sean de subir palos ensebados): la carne de cañón de los concursantes, jurados, comentaristas, impugnadores, produce cañonazos de propaganda que multiplican los resultados de una inversión módica.

Según nos explicaba un posgraduado en funerales, lo que sale más caro de enterrar a un hombre importante son los anuncios en los periódicos. Un cadáver no es, como se cree, materia prima de la industria funeraria, sino de la industria de las relaciones públicas. Así también las técnicas presupuestales avanzadas de administración cultural recomiendan gastar de diez a veinte veces más en los anuncios de las actividades culturales que en las actividades mismas. La lógica es aplastante: anuncia, que algo queda.

¿Qué queda del pesar de la muerte, del gusto de leer, del amor al oficio? Gracias a la organización de premios, funerales, homenajes y otras industrias del Espíritu, los buenos sentimientos ya no se desperdician. Las instituciones suenan, los organizadores hacen méritos y todos podemos ir guardando recortes de periódicos: demostrar, y hasta sentir, que hicimos algo.

GABRIEL ZAID


...No sé a ustedes qué les parece, para a mí este artículo viene a describir, con malaleche y precisión, el espectáculo, a veces bochornoso, de los premios literarios en España. Una industria que tiene poco que ver, creo, con la literatura.

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