Huelga General, 29 de septiembre de 2010
"Sólo dos vías están abiertas a la investigación mental: la estética y también la economía política".
MALLARMÉ. Magie, Oeuvres, París 1945.
"La propiedad y los cargos son los fundamentos sobre los que se alzó la aristocracia. Uno de los grandes problemas con los que se ha encontrado la sociedad es si este principio ha de vivir o morir."
LEWIS HENRY MORGAN.
"En cuanto idea-límite, el programa liberal crea el Estado ético, o sea, un Estado que idealmente está por encima de la competición entre las clases, por encima del vario entrelazarse y chocar de las agrupaciones que son su realidad económica y tradicional. Ese Estado es una aspiración política más que una realidad política; sólo existe como modelo utópico, pero precisamente ésa su naturaleza de espejismo es lo que le da vigor y hace de él una fuerza conservadora. La esperanza de que acabe por realizarse en su cumplida perfección es lo que da a muchos la fuerza necesaria para no renegar de él y no intentar, por tanto, sustituirlo."
ANTONIO GRAMSCI
Allan Krapow
La imagen que pueden observar pertenece al pintor estadounidense Allan Krapow. Se titula "Mountain" y pertenece a la exposición "Nuevos Realismos" que el Museo Reina Sofía de Madrid exhibe estos días (http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/actuales/nuevos-realismos.html). Para quién no conozca a Krapow podemos decir que constituye el pionero del arte de perfomance, y fue uno de los máximos impulsores de las instalaciones artísticas y los happenings de los años sesenta. En este caso Krapow creo "Mountain" (tal y como nos informa el panel) como parte de una muestra colectiva de 1959 en la Reuben Gallery titulada Below Zero (Bajo cero). Su pila de periódicos arrugados fue importante para el despliegue de materiales cotidianos que serviría para rechazar el carácter valioso y preciado del arte moderno o high art. No en vano, una de las señas de identidad de este pintor norteamericano fue la idea de un «no-arte», que se encuentra en sus ensayos Arte que no puede ser arte y La Educación del No-artista. Frente a los defensores de la existencia de una Alta Cultura nos topamos, de nuevo, con artistas que desdeñan este falso prestigio y prefieren resituar al artista en su humus comunitario, es decir, el de la pura condición de sujetos contemporáneos, atravesados por las mismas oquedades que el resto.
A propósito de ésto, observo un cierto y renacido "malditismo" en algunos poetas recientes. Como si, otra vez más, el mito del artista/isla, presa de su propia individualidad, pudiera sustraerse de las tensiones y bajezas que el entorno sociocultural le propone. Gracias a los "Nuevos realistas", allá por entre 1959 y 1962, se pudo poner en solfa esta idea tan enraizada en el imaginario simbólico occidental desde el Romanticismo. Uno de los choques frontales más intensos contra una enunciación artística arcaizante, desconectada de la complejidad de lo real, fuertemente replegada en el ensimismamiento, heredera aún de los viejos dualismos: razón/emoción, mente/cuerpo, individuo/sociedad, público/privado, naturaleza/cultura...
La pregunta sería entonces: ¿Desde dónde seguimos escribiendo? Con la que ha caído, estructuralismos, postestructuralismos, feminismos, teoría poscolonial, teoría queer... ¿No es un poco ingenuo pensar que aún hoy podemos fabricar textos desde una conciencia individual anclada en el diecinueve? Viendo a Allan Krapow, me parece que cualquier intento de escritura enfáticamente enunciadora parece abocada a una suerte de "neurosis" radical. Sin embargo, el reto, al menos para mí, quizá consista en provocar textos donde la identidad (identidades) se vea atravesada por la interacción y la intersubjetividad, para no caer en solipsismos fragmentarios, revisitaciones de viejos nihilismos o actualizaciones de una "estética del yo" también finiquitada.
¿Desde dónde seguimos escribiendo?
Foto tomada por EGL. Museo Reina Sofía. Madrid, 26 de septiembre de 2010.
Premios, muchos premios.
El poeta, crítico literario y ensayista cultural Gabriel Zaid, en su libro "Cómo leer en bicicleta" editado por Debolsillo en 2010, escribía lo siguiente:
PREMIOS, MUCHOS PREMIOS
¿Por qué prospera la industria de los premios? Porque las instituciones, las autoridades, los mecenas, los jurados, los conjurados, los posibles premiados, pueden armar alboroto, llamar la atención, salir en los periódicos y quizás hasta vender los libros premiados, gastando poco. Quienes más trabajan, que son los que han hecho algo premiable, no cobran, excepto el ganador. Es muy común que los jurados, tampoco. Casi todas las gacetillas y comentarios salen gratis, y los anuncios que hay que pagar se justifican ampliamente como propaganda institucional. Por eso, los manuales de relaciones públicas recomiendan los concursos (aunque sean de subir palos ensebados): la carne de cañón de los concursantes, jurados, comentaristas, impugnadores, produce cañonazos de propaganda que multiplican los resultados de una inversión módica.
Según nos explicaba un posgraduado en funerales, lo que sale más caro de enterrar a un hombre importante son los anuncios en los periódicos. Un cadáver no es, como se cree, materia prima de la industria funeraria, sino de la industria de las relaciones públicas. Así también las técnicas presupuestales avanzadas de administración cultural recomiendan gastar de diez a veinte veces más en los anuncios de las actividades culturales que en las actividades mismas. La lógica es aplastante: anuncia, que algo queda.
¿Qué queda del pesar de la muerte, del gusto de leer, del amor al oficio? Gracias a la organización de premios, funerales, homenajes y otras industrias del Espíritu, los buenos sentimientos ya no se desperdician. Las instituciones suenan, los organizadores hacen méritos y todos podemos ir guardando recortes de periódicos: demostrar, y hasta sentir, que hicimos algo.
GABRIEL ZAID
...No sé a ustedes qué les parece, para a mí este artículo viene a describir, con malaleche y precisión, el espectáculo, a veces bochornoso, de los premios literarios en España. Una industria que tiene poco que ver, creo, con la literatura.
Potlach
Reseña aparecida en la revista Culturamas el 22 de septiembre de 2010.
Al trabajo poético del argentino Arturo Carrera podemos acercarnos desde posiciones diferentes. La mayoría de sus textos, el ya lejano Arturo y yo (1983) o el que hoy nos ocupa, Potlach (editado inicialmente en Buenos Aires en 2004 aunque recién aparecido en España de la mano de la colección Transatlántica de Amargord), se nos muestran como escenarios esquivos para visiones demasiado unidimensionales. La trayectoria de este poeta reivindica, en mi opinión, el desborde de lo preestablecido. No hay límites en la literatura de Carrera, no hay distinción entre lo colectivo, lo íntimo, lo ideacional y lo matérico. Todo se amalgama, enreda como un universo continuo, poblado de tiempo pasado y presente, que nos avisa de cuan débiles parecen nuestras intentonas de categorizar la experiencia de lo humano. Contra la ordenación en cajitas de la realidad, esta poesía nos enseña a introducirnos por los intersticios de la misma y devolver a la palabra poética su sentido primigenio, el enigma (como nos dijera José Ángel Valente), conectado con las propias inconsistencias de la lectura. Ya nos lo recordaba el poeta gallego en su «Cómo se pinta un dragón»: Escribir es una aventura totalmente personal. No merece juicio. Ni lo pide. Puede engendrar, engendra a veces en otro una volición, una afección, un adentramiento. Otra aventura personal. Pues bien, de eso se trata al leer a Carrera. Reencarnar en uno mismo la aventura personal de la que hemos sido testigo en sus libros. Sin embargo, en esta reseña me gustaría proponer un doble acercamiento a Potlach. Dos hemisferios que se retroalimentan estética y conceptualmente, y que, juntos, multiplican la pericia perturbadora del poeta argentino.
Antropología y poesía: potlach como símbolo heurístico de lo real. Pocos han sido los libros de poesía que han afrontado un fenómeno tan universal y omnipresente en nuestras vidas como es el dinero. Su acometida contemporánea ha sido más bien esquiva teniendo que acudir a la literatura del siglo de oro (incluso antes, con el Libro de Buen Amor) como principales linajes. ¿Cómo hincarle el diente estéticamente a un asunto tan “real” y escurridizo sin caer en el prosaísmo o el puro ensayo? Uno de los mitos fundacionales de la labor antropológica (además, como no, de Malinowski) fue el estudio del Potlach por parte de Franz Boas. Para quién no esté familiarizado con este hecho social total (por utilizar la terminología del antropólogo Marcel Mauss), el potlach es un ritual realizado por los Indios del Noroeste que habitan la costa del Pacífico norte de EEUU y Canadá. Se trata de una competición por el prestigio (regalando/destruyendo riqueza) cuyo objetivo es aplastar el buen nombre de otro jefe/grupo “enterrándolo” en riqueza. El potlach se convierte en un modo de publicitar la productividad económica de un grupo, de modo que valide la transferencia de recursos hacia ese grupo. Los objetos del potlach, es decir, las muestras de riqueza, son alimentos, herramientas, cajas de almacenaje, mantas. Se trataría no tanto de un mecanismo de redistribución de riqueza entre grupos sino de ensalzamiento del prestigio de ciertos líderes, un modo de competición. Pues bien, Carrera decide trasplantar ese ritual a la propia contemporaneidad de la Argentina de los últimos cincuenta años, con el fin de ofrecernos un “camino” capaz de tomar el dinero como objeto estético. La monetización y su impacto en la vida social y familiar, sus conexiones con la voz de los sujetos modernos, postmodernos incluso, convertido todo en nuestro particular potlach, renovada lucha de prestigios a través del enterramiento en riquezas-fetiche. Lo “sobornable”, el “niño argentino”, “billiken” (revista infantil de cuando la infancia de Carrera), las “monedas vivientes”, el “río de la plata”, la “usura” se desplazan desde sus posiciones de arquitecturas de la memoria hacia un plano de significación extraño, casi alucinatorio, que manifiesta la propia precariedad de lo existente, como si, de manera imprevista, un ignoto enajenamiento se hubiese apropiado del recuerdo infantil para transformarlo en un espejo deformante de la historia social e íntima de su entorno. Ahí radica, en mi opinión, una de las grandes aportaciones de Carrera: saber trasgredir los límites de la enunciación poética y, sin perder un ápice de conectividad con los acontecimientos de la “tribu”, debilitar la significación hasta hacer de ella un paisaje poroso de incompletudes, arraigada en cada lector.
La literatura y la vida. En la edición abreviada del mismo título preparada por Silvio Mattoni para la editorial argentina Alción sobre Critique et clinique (Éditions de Minuit, 1993) del filósofo francés Deleuze, éste formulaba su particular teoría del devenir literario. La escritura no sería un ejercicio cuyo sentido radicaría en dar forma expresiva a la materia (la vida), sino que trataría de desbordar lo vivible o vivido hasta alcanzar un estado intersticial (germinal, incluso) que deviene-en-un-distinto-plano-de-vida. Como recordaba el propio Deleuze: La literatura sigue la vía inversa, y no se instala más que descubriendo bajo las aparentes personas la potencia de un impersonal que no es de ninguna manera una generalidad, sino una singularidad en su punto más alto: un hombre, una mujer, una bestia, un vientre, un niño... No son las dos primeras personas las que sirven de condición para la enunciación literaria; la literatura no empieza hasta el momento en que nace en nosotros una tercera persona que nos despoja del poder de decir Yo (el "neutro" de Blanchot). Podríamos, según mi parecer, aplicar de manera bastante iluminadora este principio al trabajo poético de Carrera. Potlach no parece erguirse como un intento de enunciación biográfica, sino como un “tartamudeo” descentrado de esa condición neutra, distinta, radicalmente enfrentada al costumbrismo. La poesía de Carrera amalgama “datas” presuntamente realistas junto a zambullidas del lenguaje que persigue nuevas posibilidades expresivas, nuevas formas de nombrar “el cantado intercambio incesante / de monotonía”. Al abrir Potlach nos topamos con un fraseo poético anómalo, insólito, singular, alejado tanto de una semántica surrealizante como de otra meramente comunicativa. La lectura de este texto nos obliga a permanecer en un constante estado de disfunción, alejado del habla, próximo a un temblor abstracto que, en cambio, nos resulta incómodamente familiar. El propio Deleuze se demandaba: ¿se puede avanzar si no se ingresa en las regiones lejos del equilibrio? Pues, a tenor de la propuesta de Potlach, parece que no. Es sólo en el «desequilibrio» donde la literatura parece encarnar la vida, donde más intensamente bucea en las propias fragilidades de la experiencia humana. Este poemario se inscribe en esa dirección o, como indica Edgardo Dobry en su prólogo: “El oído de Carrera busca entre los murmullos el verdadero hilo por donde remonta la espiral de su voz”.
EGL
Cuarta Pared cumple 25 años
La Sala Teatro Cuarta Pared de Madrid (http://www.cuartapared.es/) cumple 25 años. Y para celebrarlo el pasado 20 de septiembre tuvo lugar un espectáculo escrito y dirigido por el dramaturgo Adolfo Simón. Un autor de la casa. Un profesor de la escuela Cuarta Pared. Un director valiente y heterodoxo que supo recrear el espíritu de esta sala a través de un viaje por las entrañas del teatro. Los que acudimos al evento no sabíamos qué nos encontraríamos. Su contenido se guardaba como un celoso secreto. Pero muy pronto descubrimos que la espera nos llevaría por un paisaje plagado de obsesiones, poemas visuales, miniaturas performáticas. Adolfo Simón tejió para nosotros un palimpsesto de lo que esta sala ha querido realizar en estos 25 años. El teatro como transgresión de la vida. El teatro como tartamudeo de la palabra. El teatro como reinvención del lenguaje. El teatro como un asunto comunitario. Libre de prejuicios. Al borde de la fragmentación y el puro caos. Somos seres humanos porque en nosotros la racionalidad se enraíza en la irracionalidad. La "catarsis", esa vieja idea clásica del teatro griego, no es más que la plasmación emocional de este equimamiento natural complejo donde lo biológico y lo cultural se confunden, dando como resultado un animal oscuro, herido por sus propias preguntas. En esta ocasión, para dar cuenta de esas preguntas, el dramaturgo se sirvió de todo el espacio y fue ubicando en él distintos personajes, figuras, ensoñaciones que rescataban mundos distintos, nacidos unos de la pura fabulación infantil, intocada aún por la mano de la adultez racional, generados otros a partir de los propios "mundos" teatrales: la comedia, la tragedia, el absurdo, el expresionismo...
Los arquitectos de lo imaginario
Los infinitos de la tarde
One loves only form,
and form only comes
into existence when
the thing is born.
Se insinúa el reflejo de la tarde
en la lluvia
condenada a ser
su propia deriva.
Se retrae:
la distancia en su lejanía
el horizonte en su línea.
En la algarabía de la visión
la alharaca de los sentidos
el fresno y su mirlo.
Entre imágenes y sonidos
el paisaje se desliza
hacia la fosa de los nombres.
Se retrae:
la visión en su mirada
el canto en su voz
el gesto en su cuerpo.
Marta López Luaces
La literatura y la vida
Hacer tartamudear la lengua: ¿acaso es posible sin confundirla con el habla? Todo depende más bien de la manera en que se considere la lengua: si se la toma como un sistema homogéneo y en equilibrio, o cercano al equilibrio, definido por términos y relaciones constantes, es evidente que los desequilibrios y las variaciones no afectarían más que a las palabras dichas (variaciones no pertinentes, del tipo entonación...). Pero si el sistema aparece en perpetuo desequilibrio, en bifurcación, cada uno de cuyos términos recorre a su vez una zona de variación continua, entonces la lengua misma se pone a vibrar, a tartamudear, sin confundirse sin embargo con el habla que nunca asume más que una posición variable entre otras o no toma más que una dirección. Si la lengua se confunde con el habla, es únicamente con un habla muy especial, habla poética que efectúa toda la potencia de bifurcación y de variación, de heterogénesis y de modulación propia de la lengua. Por ejemplo, el lingüista Guillaume considera cada término de la lengua, no como una constante en relación con otras, sino como una serie de posiciones diferenciales o puntos de vista tomados sobre una dimensión asignable: el artículo indefinido "un" recorrerá toda la zona de variación comprendida en un movimiento de particularización, y el artículo definido "el", toda la zona comprendida en un movimiento de generalización. Es un tartamudeo, en el que cada posición de "un" o "el" constituye una vibración. La lengua tiembla con todos sus miembros. Allí está el principio de una comprehensión poética de la lengua en sí misma: es como si la lengua tendiera una línea abstracta infinitamente variada. La pregunta se plantea así, incluso en función de la ciencia pura: ¿se puede avanzar si no se ingresa en las regiones lejos del equilibrio? La física lo demuestra. Keynes hace avanzar la economía política, pero porque la somete a una situación de "boom" y ya no de equilibrio. Es la única manera de introducir el deseo en el campo correspondiente. Entonces, ¿se trata de poner la lengua en estado de boom, cerca del crash? Se admira a Dante por haber "escuchado a los tartamudos", no únicamente para extraer de allí efectos del habla, sino para emprender una vasta creación fonética, léxica e incluso sintáctica.
Cuarta moneda, de Arturo Carrera
Estoy leyendo al poeta argentino Arturo Carrera. Potlatch es el libro. Toda una demostración de potencia literaria, de desborde de lo preestablecido. No hay límites en la literatura de Carrera, no hay distinción entre lo colectivo, lo íntimo, lo ideacional y lo matérico. Todo se amalgama, todo se configura como un universo único, poblado de tiempo pasado y presente, que nos recuerda cuan vanas son nuestras categorías del saber. Contra la ordenación en cajitas de la realidad, esta poesía nos enseña a introducirnos por los intersticios y devolver a la palabra poética su sentido primigenio, el enigma (como nos dijera José Angel Valente), conectado con las propias inconsistencias del lector. Ya nos lo recordaba el gran poeta gallego en su "Cómo se pinta un dragón": Escribir es una aventura totalmente personal. No merece juicio. Ni lo pide. Puede engendrar, engendra a veces en otro una volición, una afección, un adentramiento. Otra aventura personal. Eso es todo. Como ya escribiré más adelante una reseña completa del libro, prefiero adelantar ahora un poema que me ha causado gran conmoción. Espero que les guste tanto como a mí.
CUARTA MONEDA
Y todo el dolor.
derroche,
todo lo que te dimos lo perdiste aunque
la traducción como manera de apropiarnos éticamente
el oro del sentido
que está en cada respiración y en cada sueño
Arturo Carrera
Kanikosen, de Takiji Kobayashi
«Vamos hacia el infierno». Así comienza Kanikosen (el pesquero) del escritor japonés Takiji Kobayashi. Toda una declaración de principios. El infierno de la sobrexplotación, el abuso, la plusvalía, el miedo al patrón y al despido, la vigilancia del Estado que, protegiendo, nos condena y aprisiona, también el infierno de la rebelión y la conjura contra los principios jerárquicos que parecen anestesiarnos. Novela escrita en 1929. Otra crisis mundial. Otro ciclo regresivo del capitalismo. Un pesquero japonés sale a faenar en aguas rusas (la península de Kamchatka). Su tripulación la componen desheredados, deudores, precarios, estudiantes, campesinos sin tierra. La labor consiste en capturar cangrejos. Es una época de convulsiones socioeconómicas y nacionalismo exacerbado. Por eso las empresas y el gobierno japonés apelan al patriotismo. Trabajar duro y aceptar el ajuste se ha convertido en una labor patriótica. Un desafío individual. El cometido es agotador. Condiciones infames. Insalubridad. A la sala donde descansan los obreros y pescadores tras el tajo se la denomina “letrina”. Llegan las enfermedades, el agotamiento, los castigos arbitrarios. La jefatura, pocos, apenas diez personas frente a ciento cincuenta menestrales. Sus órdenes, en cambio, muchas. Y poco a poco la desesperación mezclada con la rabia van generando las condiciones para la rebelión y la huelga. ¿Les suena todo esto? Ahora supongamos que no estamos en 1929. Supongamos que en vez de un escritor japonés, comunista, arrestado el 21 de febrero de 1933 por la policía nipona, asesinado tras varias y crueles sesiones de tortura, nos encontramos en 2010, en plena crisis mundial. Hay otro ciclo regresivo del capitalismo. Imaginemos que en vez del patrón del Hakko Maru (así se llama el pesquero de esta novela) empresarios españoles e indonesios comercian con cerca de 1.600 pescadores asiáticos cada año. Imaginemos que vienen con una situación laboral regulada (la misma que los desheredados de Kanikosen), sin embargo cobran un sueldo por debajo del salario mínimo. Supongamos que viven con 300 euros al mes. Encerrados en sus cabinas y bodegas. Supongamos que, como reclama Xabier Aboi (de la Confederación Intersindical Galega) «La explotación sigue en los puertos atlánticos, por el salario de un marinero gallego contratan doce indonesios». Imaginemos que sus condiciones de habitabilidad, trabajo, seguridad, higiene, son tan nefandas como las sufridas por los operarios del Hakko Maru. Supongamos que la prensa “nacional” no se hace eco de estos pescadores indonesios porque eso significaría sacar los colores a grandes y provechosas empresas patrias, cuyos propietarios son prohombres de la pesca gallega y eso, en tiempos de crisis, es antipatriótico. Supongamos que en vez de Takiji Kobayashi, escritor comunista, japonés, arrestado y asesinado por la policía nipona en 1933, estas informaciones puedes leerlas, un día cualquiera, por ejemplo el 15 de septiembre de 2010, en el periódico quincenal Diagonal (http://www.diagonalperiodico.net/) . ¿Qué deberíamos pensar? ¿Simples casualidades históricas? Quizá por todo esto comprendamos mejor ahora las razones que han llevado a esta novela ha convertirse en un best seller inesperado (como reclama The New York Times) entre la juventud japonesa. Empleos precarios. Inseguridad laboral. Pensiones en duda. Todo el sistema vendido a los cuatro vientos hecho pedazos. Entonces regresa la literatura y en su nombre este viejo libro, reeditado y renacido, y se coloca en el primer plano de la educación sentimental postmoderna de una juventud, la actual, señalando los puntos de anclaje de este capitalismo salvaje y destructor. Takiji Kobayashi no ha muerto.
Hace ya más de 10 años el colectivo poético Alicia Bajo Cero de Valencia (en boca de uno de sus poetas mayores, Antonio Méndez Rubio) sentenció que «hablar del mundo es proponer un mundo». Cualquier libro encierra un mundo y lo quiera o no negocia y transacciona con ese otro mundo que le rodea. No en vano la palabra, como nos relatara el psicólogo bielorruso Vygotski, es un «microcosmos de conciencia humana». Por eso, hablar de un libro, Kanikosen por ejemplo, que está en el mundo es también proponer un mundo. Cuando un escritor saca a la luz cualquier texto parece ineludible tomar partido, esbozar las líneas maestras de lo que algunos denominan “poética” y otros, simplemente, “trabajo literario”. Takiji Kobayashi tuvo muy claro cual era su poética: dar cuenta, a través del símbolo y la belleza artística, del conflicto en sus dimensiones social, económica, filosófica y política. Si como decía Gramsci «la cultura dominante es la cultura de la clase dominante», frente a las poéticas hegemónicas que vienen a traducir en buena medida los “sentires” estructurales de los grupos intelectuales dominantes, los poseedores del capital simbólico, las poéticas resistentes, y la de Kobayashi lo es (no en vano se le consideró el máximo exponente de la “escritura del proletariado”), se posicionaron como contradiscursos artísticos. Ahora bien, tal y como nos ya advirtiera Bourdieu «los intelectuales son, en cuanto detentadores del capital cultural, una fracción (dominada) de la clase dominante». Quizá por eso Kobayashi fue arrestado y asesinado. Quizá por eso, a pesar de su cargo como secretario de la Asociación de Escritores Japoneses a finales de los años veinte y principios de los treinta, el gobierno autoritario del momento decidió que sus palabras habían llegado demasiado lejos y que de seguir así nuevos Hakku Maru se sublevarían irreversiblemente y entonces, tiempos sólo para el patriotismo y la sumisión económica, el discurso del miedo se tambalearía. ¿Les suena todo esto? A mí sí. Por eso esta novela me ha interpelado. Quiero felicitar a la joven editorial barcelonesa Ático de Libros por atreverse a reeditar este libro necesario e iluminador. Eléctrico. No se lo pierdan. Se trata de un balazo en las conciencias.
EGL
Presentación de Galerna: Revista Internacional de Literatura en EEUU
Pen Press
Plaquettes de Poesía
&
Pen Press Reading Series 2010-2011
en colaboración con la
NYPL Mulberry Branch
tienen el agrado de invitar a la presentación de
GALERNA: Revista Internacional de Literatura • 2010 • VIII
Judith Filc (Argentina)
Eduardo Mitre (Bolivia) &
Uljana Wolf (Alemania)*
el miércoles 15 de septiembre de 2010, a las 6:15 p.m. (¡en punto!) en la New York Public Library Mulberry Branch, 10 Jersey St, SOHO, NYC.
BIONOTAS
Judith Filc (Buenos Aires, 1962) Traductora, poeta e investigadora. Ha publicado los libros de poemas Transducciones (Buenos Aires, Botella al Mar, 1985), El otro lado (Buenos Aires, Vinciguerra, 1998) y Resquicios (Buenos Aires, Gog y Magog, 2010). Sus poemas fueron publicados en el diario Clarín y en las revistas Correo Latino, La carta de Oliver, The Underground Forest, Ojo de buey, Tabla de poesía y Galerna. Realizó su doctorado en Literatura Comparada y Teoría Literaria en la University of Pennsylvania. Su tarea de investigación se ha centrado en la intersección entre cultura y política. En este campo, es autora de los ensayos Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura 1976-1983, y editora de Territorios, Itinerarios, Fronteras. La cuestión cultural en el Área Metropolitana de Buenos Aires, 1999-2000. Reside en los Estados Unidos desde 2002.
Uljana Wolf (Berlín, Alemania, 1979) Poeta y traductora. Estudió literatura alemana, inglesa y estudios culturales en las universidades de Berlín y de Cracovia. Sus poemas han sido publicados en antologías de Europa y Estados Unidos, tales como como Edit, Das Gedicht, Kursywa, Poetry Ireland Review y Lyrik von Jetzt. Su primer libro de poemas, kochanie ich habe brot gekauft (Kookbooks, 2005) recibió los premios Peter-Huchel-Presis y Dresdner Lyrikpreis Meran (2008). Ha traducido al alemán a los poetas Matthea Harvey, Christian Hawkey y Breyten Breytenbach, entre otros. En 2008, Kookbooks publicó su traducción de Reisen in Ziegengschwindigkeit Gedichte, de Christian Hawkey. Vive parte del año en Brooklyn y parte en Berlín.
Sabrina Lastman (Montevideo, Uruguay) es vocalista, compositora, performer y docente. Su trabajo se concentra en la creación de performances interdisciplinarias combinando voz, sonido, movimiento e imágenes, y en la composición de música que fusiona el jazz y otros géneros contemporáneos. Sus álbumes incluyen, entre otras, composiciones suyas basadas en la poesía de Idea Vilariño, Washington Benavides y otros poetas latinoamericanos. Graduada de la Jerusalem Academy of Music & Dance, de Israel, desde 2005 reside en NYC.
DATOS DE GALERNA: REVISTA INTERNACIONAL DE LITERATURA VIII
DIRECTORES:
Marta López-Luaces
Ernesto García López
Edwin M. Lamboy
Suscripción anual
Instituciones: $50.00
Individual: $30.00 en EE.UU./ €30 euros/ $15.00 en Latinoamérica
Dirijan toda la correspondencia a:
Montclair State University
Spanish Department
Galerna: Revista internacional de literatura
Dickson Hall 301
Montclair, NJ 07043
Antología, de Armand Gatti
Una textualidad-magma. En Gatti los textos nunca permanecen cerrados. Los poemas no operan como artefactos con límites definidos, al contrario, toda esta antología puede leerse en clave de relato único, recursivo, diálogo interno constante, dentro del cual se van ramificando (incluso desde un punto de vista visual) los versos y las ideas, componiendo así una red semántica que lo impregna todo. Quizá los ejemplos donde mejor podemos observar esto sean los poemas Muerte-Obrero y Tu nombre era alegría.
Un lenguaje al filo de su ruptura. Frente a la poesía musical, el poeta monegasco apuesta por el poema-ansia, un grito constante, teatralizado, que gusta de los ritmos yuxtapuestos, como si fuera un coro disparando músicas diferentes a la vez. Todo ello garantizado por un uso del lenguaje de corte expresionista, deliberadamente narrativo a veces, inmensamente lírico otras. Pero siempre al límite de su propia desestructuración. No busquen secuencias ni sucesiones controladas, la literatura de Gatti se abalanza como un torrente sublevado.
La mixtura. Leer a Gatti supone descubrir conexiones imprevistas. Lo temporal y lo espacial experimentan otras posibilidades, no existe la secuencialidad, quedan rotas las estrategias de sentido que el lenguaje burgués ha querido imponernos. La historia se vuelve presente, el presente mito, el mito relaciones de producción y las relaciones de producción un escenario de la lengua sobre el cual levantar el drama de los hombres. Una de las experiencias fundacionales de la obra de Gatti fue su paso por los campos de concentración, en ellos aprendió un modo de mirar y un modo de existir. Los deportados-espectadores sabían que en un campo las categorías de tiempo, espacio, propiedad, quedan definitivamente arrasadas, de ahí que se manifestaran en un plano diferente. Pues bien, Gatti parece recuperar ese modo alucinado de contemplar y dispara toda esa enrancia contra el mundo y las palabras. Cosecha mendiga / de polos celestes / opuesta a la línea del horizonte. Los seres humanos se vuelven “personajes de teatro” que “mueren en la calle”, pero que antes de desaparecer son capaces de fundar una “palabra errante” (al igual que el nombre de su centro de creación y teatro) que queda, indeleblemente, arraigada a lo vivo. Este es, a mi juicio, el gran éxito de Gatti. Enraizar en la mirada de cualquier lector un eco de lenguaje polifónico y atemporal. Para ello utiliza todas las armas que las vanguardias históricas nos han donado: el irracionalismo, el surrealismo, el automatismo, el work-in-progress, la videncia, la difuminación de los géneros literarios, la narratividad, la esencialización, el absurdo, el pánico, la desmesura, el influjo de la ciencia, lo esotérico… Una mixtura creativa de pequeños linajes.
Canto de la revolución. Pero por encima de todo Gatti apuesta por la toma de conciencia, por entender la revolución, antes que nada, como proceso de transustanciación personal. Si algún valor tiene el arte es su capacidad de extrañamiento, y precisamente ese extrañamiento constituye el humus en el cual arraigar la conciencia. No se trata de estrategias de toma de poder. No se trata de transformar la literatura en mera herramienta. No se trata de “establecer las líneas del futuro”. De lo que da cuenta Gatti es de la necesidad de proyectar la palabra como un asidero frente a los poderes autoritarios, como una “inmensidad de gatos” imposible de contener por quienes han hecho del robo social, identidad. De ahí, me parece a mí, el carácter revolucionario y problematizador de su obra.
La lectura de Armand Gatti es un acontecimiento, una manera, como tantas otras, de reencontrarnos con nuestro “gueto vacío”. Posiblemente, tras siglos de dominación capitalista, muchos de nuestros resortes para la emancipación han quedado debilitados. La lectura de Gatti vuelve a abrir el canal con esos resortes, pero no lo hace desde la proclama ni el manifiesto, sino desde la conexión de lo emocional y lo ideacional por medio de una celebración artística parecida al rito. Su “Gato de Mallarmé”, como el conejo de Alicia, nos abre la puerta a otros mundos posibles, otros porvenires menos injustos que éste.
EGL
Las linternas flotantes, de Mercedes Roffé
Empezaremos diciendo que Las linternas flotantes es un libro-poema. Una torrentera que va desnaciéndose de los efectos a las causas en un viaje germinal de enorme potencia simbólica. Porque antes que nada, este libro parece un llamado desolador sobre las infamias del mundo que se proyectan ante nosotros. La poesía de Mercedes Roffé huye de lo figurativo, evita poner un rostro específico a las cosas pues prefiere rondar lo oculto, rebuscar la verdadera faz del dolor detrás de la apariencia de lo real. Toda la primera parte del poema-libro se articula en torno a la consciencia del mal, la notación exacta de lo abyecto y su impacto sobre la vida. La poeta no levanta distancias entre esa realidad y ella, muy al contrario, se funde, evita la evitación y sabe de su completa residencia en ella: No hay distancia / Soy ella / soy la insomne / la reencontrada maltratada en el desierto / soy sus ojos / soy su espejo / soy su distancia de mí y de sí misma. Cada verso es un zarpazo lacerante que nos desvela la auténtica dimensión del derrumbe ético y social. Ahora bien Las linternas flotantes es, ante todo, un viaje interior-exterior hacia el Bien, hacia las parcelas intocadas de lo humano que pueden reverdecer en forma de liberación o, simplemente, de consciencia.
Sin embargo la consciencia es un hábito que se trabaja. La consciencia no parece ser un don ni una operación epidérmica. Lejos de este aserto, el viaje que late detrás de Las Linternas flotantes supone una verdadera vivisección interior (individual y colectiva) hacia las entrañas de lo intocado. Por ahí camina toda la segunda parte del libro. Porque sólo desde la contemplación del origen y su desnudez es posible la expiación. Poesía-llama que va hacia el adentro sin olvidar el afuera. Poesía-llama que repite y repite (multiplica) las palabras como conjurándolas contra su desgaste. Poesía-llama que aprieta los nombres, los lanza, los proyecta contra el lector que deja (por un instante) de ser lector para fundirse en ese cuerpo. Si alguna virtud atesora este libro (y son muchas) sería el perfecto ensamblaje entre emoción y hallazgos estilísticos. Ningún poema desfallece. Ninguna fase del texto traiciona su mecanismo original: seguir buceando en apnea hasta las fuentes del Bien. Porque Mercedes Roffé no se deja atrapar por el nihilismo ni por el acabamiento de los grandes relatos. Ella refuerza el “gran relato” del ser humano en su propia consciencia viva (ya sea precaria o generosa).
Déjenme pues que haga, si quiera por un momento, de antólogo. Aquí les dejo algunos versos que anticipan este magnífico libro:
Residir la vida toda en duermevela.
*
Residamos la noche en el seno urgente del día
Porque el Ángel vigila.
Vela.
Alerta está sobre un costado del hombre.
Ángel-lechuza.
Sutil está.
Ve sin ser visto.
Trabaja.
Los ángeles trabajan.
A veces
una bala perdida los hiere
—primero a ellos—
luego se abre camino y mata.
—o sí la hay:
de lo uno a sí mismo,
de lo uno a aquello que tantea y vence
de lo que sabe de sí
—su pobre imperio.
Tú en la miseria
Tú apedreador
Tú constructor de casas
Tú que insistes en que busquen tu nombre
en el registro de lo humano
Tú que buscas o finges que buscas un nombre que no encuentras
Tú que sabes que te humillan hasta cuando pronuncian tu nombre
Dime que la gracia
al menos
no nos separa
modulación de la luz.
Allá en origen.
Mercedes Roffé