Nueva web personal



Por fin ya dispongo de una web con todo mi recorrido literario, académico y artístico. Si te interesa puedes visitarla aquí

STREETS WHERE TO WALK IS TO EMBARK


Feliz de haber sido incluido en esta antología de poetas españoles en Londres. Para todas las personas que deseen hacerse con ejemplares del libro pueden consultar este enlace de la editorial británica Shearsman Book.

Además, habrá diferentes presentaciones en ciudades del Reino Unido. 

LOS AFECTOS





Para quién aún no tenga la información, os dejo los datos de mi último poemario publicado. Lo podréis encontrar en las librerías y aquí: 

Podéis ver algunas reseñas que se han publicado del libro:

Del mismo modo, dejo el enlace a la presentación del libro en el Centro de Poesía José Hierro:

DE DONDE HUYE LA RAÍZ (EXPOSICIÓN DE COLLAGES).


Para todas las personas interesadas aquí tenéis el enlace a la exposición celebrada en la galería Habitar la Línea dentro del festival Hybrid de Madrid: http://www.habitarlalinea.com/de-donde-nace-la-raiz/

Y aquí alguna selección de obras...










TRIMEMBRE




Sigo sin tiempo apenas para poder escribir reseñas. El trabajo nos roba la vida, pero no las ganas de seguir leyendo, de continuar explorando nuevas poéticas. Esta vez quiero traer tres autores que me resultan fascinantes. Son una muestra más de la rica pluralidad de escrituras que atraviesan nuestro panorama literario. Comparto una pequeña selección de textos.



De HOTEL EUROPA (2017), de José Luis Gómez Toré.


Antonio Machado medita sobre el suicidio en Portbou

No cruzamos en un andén vacío. Ensayamos un gesto semejante a un saludo que el cuerpo, o la sombra del cuerpo, se niega a obedecer.

Lejos crepitan las hogueras. Se acumulan recibos, cartas sin contestar, periódicos de hojas amarillentas, profecías. Son arduos los idiomas.
Esperamos la lluvia. Ahora ceniza nieva ceniza.


Electra

No hay reparación.
Esta orfandad es nuestra
y ya la conocieron nuestros padres.
No se repite el crimen,
sí la herida,
sí la mano detenida en el aire
una vez y otra vez.

La venganza
dura más que los dioses

Y la sangre
solo bebe el polvo.



La fotografía

Los soldados miran a la cámara. Alrededor de la mesa esperan tal vez órdenes, que absurdamente se demoran. Sobre ellos, guirnaldas de la patria, cuelgan banderas de colores chillones. Las paredes están empapeladas hasta el techo con fotos de mujeres. Ni un solo resquicio por cubrir. Mujeres rubias y mujeres morenas, cuerpos totalmente desnudos, otros de blancura enigmáticas en contraste con la ropa interior. La cámara no apunta a un objetivo. Todos los cuerpos son un solo cuerpo. No basta un solo pacto con la eternidad. La cámara fotografía las fotografías, los fantasmas del ojo.

Es un himno a la carne. La carne que multiplican los espejos, la carne que desnuda la metralla y que es invulnerable en la fotografía, de material frágil y combustible.

La guerra y su rutina. Ajenos a la carne, los soldados miran fijamente a la cámara. Al poema.




De CRÓNICAS DE LA GALAXIA (2018), de David Eloy Rodríguez.


Segundo informe

I

Hay que salvar lo que se pueda.


Surcamos el espacio.

Hay imperios enterrados bajo la arena.
Hay universos convertidos en polvo.

Mira: hay una avería en la nave.
Mira: esta es la biblioteca de los libros perdidos.
Mira: la fábula está llena de delicadeza.

Te alejas del fermento de la discordia,
de la inquisición, de la terriblez, de la milicia,
y dejas que se pronuncien
las sílabas de la reconciliación.

Es así como lavas
con tus pequeñas manos
la inmundicia del mundo.

Todo lo que hay es esta nave
a merced de las olas del tiempo.
Rebosa de plenitud este vacío.

Eres el hallazgo del tesoro.

Hay que salvar, sobre todo,
lo insalvable.

Esta búsqueda tiene formato,
pero continuamente se desborda
en nuevos formatos que se desbordan.

Hay estructura. Hay acción.
El bien desgasta.
El mal desgasta.
La indiferencia desgasta.

Esto es lo concedido.
Lo superficial es determinante.

Todo esto, prácticamente inconcebible,
está aquí, irrefutable.
Honrarlo es la tarea de vivir.

Aquí estamos,

siendo
parte
del
tesoro,

extraviados,

en el camino.




Tercer informe

6

La química. La conexión. La amplitud.
Soberbiamente poderosos.

Nos refugiamos en el delirio,
los medicamentos de la alucinación.

Vivir fuera, ese otro vivir,
siempre en el filo,
siempre en vilo.

Aquí sucede todo.

Tan lejos. Tan hondo.
Tan verdad.

En el lenguaje algo se interpone.
En el lenguaje habla algo
más poderoso que el lenguaje.

¿Quién podría decir
que esto es falso?
Sólo un falsario,
sólo un falsificador.

Ningún planeta está deshabitado.

Todo es, de alguna manera, combustible.




De ALA Y SAL (2018), de Miguel Pérez Alvarado  


Materia y confusión

I.

Apenas deshilar
las manchas de los pinos
de la tierra
que inaugura la extensión de la piel.
Desde el centro de la confusión
emerge el paisaje
y en el cuerpo repican

las palmeras y el hogar,
la sed contra las nubes,
los senderos dispersos,
y el mar y el viento y la voz y la orilla.

                                               (caideros de gáldar)


II.

La voz; el viento.

El tacto a su paso levantado
de la tierra,
y en sedimentos que caen
ensancha la mirada su acceso a la luz.

Alba es,
aunque no sepas qué noches son su origen.

Dentro de la sombra tocas,
abierto y blando, sin ceguera,
la antigua selva umbrosa,
la arena de las dunas de la infancia,
el diluvio sobre el mar,
las piedras y el sol contra el barranco.

Amanecerás y seas
la voz, el viento.


y III.

Entra en el agua y ve,
desde el mar,
los contornos, enfrente, de la isla.

El cuerpo desnudo, dado
al frescor de la espuma, redonda
la piel en cada ola, gigante

abraza las cumbres desde la orilla.

Aprende a deshilar apenas
la materia.

                                   (mar de playa del inglés)




CUERPOS ABIERTOS SOBRE LA PÁGINA





De soltarlas.
De des-
atarlas.
Las manos sangran.

Esther Ramón



Llevo semanas sin poder escribir una reseña. Enterrado en diferentes servidumbres laborales, el tiempo no alcanza para sosegar unas horas. Así que me conformo con leer, casi clandestino, por las noches, a la búsqueda de un poco de paz noctámbula. Cuando el ajetreo de lo ordinario se enseñorea, suelo regresar a la poesía. A un lado dejo la narrativa y el ensayo. Hay en los poemas un estar como de otro mundo, una suerte de abismamiento de la palabra que consigue reconectar dentro de mí zonas de emoción mutiladas. El tiempo se detiene. El pensamiento rola hacia latitudes más lentas. El lenguaje se hace compacto, denso, y me devuelve su potencia en tanto materia viva. Es entonces cuando consigo aplacar el ruido de fondo de lo cotidiano, y despertar a la consciencia colectiva e individual. Durante estas semanas de No-Reseñas he descansado en cuatro libros de varias escritoras. Radicalmente distintas entre sí. Cuatro proyectos de escritura que persiguen dimensiones diferentes del ser lingüístico, con cuatro relaciones particulares respecto de la lengua. Cuatro universos estéticos y morales que muestran, a las claras, la enorme riqueza del panorama poético en español. Pero creo que estos libros tienen, al menos, una cosa en común. Se trata de “cuerpos abiertos sobre la página”, como diría la poeta Esther Ramón. Estos libros están dibujados sin concesiones, sin retóricas de cara a la galería. Son instrumentos verticales, directos al hueso, versos que se la juegan por encima de consensos culturales. Obras que no tienen miedo a devenir, a insistir, a buscar entre sombras. Intervenciones de la lengua donde se inocula una potencia perturbadora, porque su radicalidad (que me atrevería a decir “política”) no estriba en la politización de lo poético, sino en la poetización de lo político, es decir, de la conciencia subjetiva, de la memoria, del coexistir en diálogo con el mundo sensible. A quienes nos interesa la “microfísica del poder” y sus articulaciones dentro de nuestros cuerpos, estos textos vienen a mostrar parcelas de realidad desestabilizadas de esas microfísicas. Vienen a introducir preguntas allí donde el lenguaje del orden trata de fijar certezas. Como bien nos recuerda Amador Fernández-Savater, la principal intuición de Mayo del 68 (ahora que se cumplen cincuenta años) no fue la de introducir una nueva hipótesis sobre la economía política, sino comprender que no hay transformaciones de esas economías políticas si no van acompañadas de unas nuevas economías libidinales, unas distintas políticas del deseo. Pues bien, estos días, a medida que recordaba ese mayo francés y leída estos cuatro libros de estas cuatro escritoras, me iba dando cuenta que el sentido político de la poesía, en nuestros días, radica sobre todo en su capacidad para introducir nuevas economías libidinales de la lengua. Formas “otras” de leer el mundo interior y exterior, liberándolo de las economías políticas lingüísticas que acartonan los sentidos y codifican los corazones.

Para intentar acercar a los lectores estos textos, he confeccionado una brevísima selección de algunos de los poemas. Que los disfruten tanto como yo.


De en flecha, de Esther Ramón.

El salto de precisión
sobre la página,
la huida del arco,
siendo flecha,
el cayado natural
sobre las cumbres,
el doble caminar
en los cuernos
internos de la aorta,
la espuma de savia,
respirada,
los huevos secos
del sol.

            *

No en lo que nace
derramado.
En el aliento de agua.
En las paredes de humo
que retienen la corriente.
En lo que se quiebra
en flecha y sigue
con el dedo un sonido
de hilo que se agota.

            *

Ahora leo con ojos
arrancados,
escucho la cera
que tapona los
sentidos,
ahora explotan
piedras de sol
en la ventana.
Abro el libro de cristal,
la trayectoria perdida
que me encuentra.


De ;p0ema, de Leonor Olmos.

no iniciar sesión en el poema no iniciar sesión / el poema es un ejercicio de romper los ojos con los dientes / de romper la conciencia beta 2.0 / de enterrar con las manos el jardín / de triangular con la mente el jardín

un slogan post futurista un miedo celeste, cubriendo la ciudad iluminada / cubriendo con huesos / tejidos / vocablos : — no puedo comer no puedo vivir / no puedo detener la vida ni la muerte ni esta enfermedad,

yo : la extensión de un programa llamado p0ema / de un proceso binario / adulterado / cortado / con sustancias de difícil manipulación : con sustancias que aletargan los sonidos que degradan los sonidos / y toda lengua — serpiente y toda — boca poema

toda elaboración mental requiere un mecanismo de automática destrucción / sin logueos de por medio / eficiente / programado / sin excusas

eficiente

programado / un corte sobre la carne anuncia la nueva despedida : — en voz alta : la garganta es reemplazada, fagocitada y desnuda

la precariedad de los sonidos / — la fragilidad de esas cuerdas anudadas desde el pecho : cifradas, heridas : la descarga no concluye se agota la memoria, no hay capacidad, no hay fuente de energía

yo :

            a modo de prueba de fallos, yo, a modo de prueba de errores





De Tratado de las mariposas, de Yaiza Martínez.


El Toukbal asusta por su daño
que acuna bajo el sol
a un bebé frío

Llega el invierno solo
el signo queda

            *

Magma

En un hombro embarranca el dolor sangre del trillado

Mi pueblo muerto
genera tejido de observación,
susurro miel de aguarda

Desciende hacia el valle que los vio morir
a todos
acoge
la piel transparenta

de norte a sur siete ríos


De La casa grande, de Rosana Acquaroni.


De la casa grande
solo recuerdo aquel armario blanco
encallado en aquel largo pasillo
como un río encajonado y pedregoso.

Un útero vacío que no sangrase nunca
y alumbrara por dentro.

En su interior
entre sábanas perfumadas
mantelerías de hilo
y toallas de rizo americano
mamá nos escondía bajo llave
las fotos y las cartas de aquel desconocido.

Canoso y trajeado,
era un hombre elegante
de facciones sureñas
que imantaba mi cuerpo,
lo llenaba de lámparas,
con aquella sonrisa
sonora y reflectante.

Eran fotos de estudio
siempre de medio cuerpo
—su corbata ejenmplar,
el chaleco de ante abotonado,
ligeramente abierto—.

Yo entraba en ellas
como en un oleaje sin retorno.

Me imaginaba dentro
de aquella madre
rebosante y eterna
que siempre estaba huyendo.

Me encarnaba en tu piel
me infiltraba en tu sueño de tálamo escindido.
de camisón secreto.

Después llegaba él
y yo lo acariciaba
con cada uno de tus dedos
que eran lentos navíos
penetrando aquel hielo.

Él sigue allí
a veces puedo verlo apostado en mi infancia
—cada vez más ajeno—,
mirando hacia el balcón de nuestra casa
mientras un limpiabotas
                                   le lustra los zapatos.

EL EN SÍ DE UNO




Había pasado todos esos meses, de principios de abril a finales de marzo, hundido en la laguna, a veces turbia, a veces clara y transparente, de su existencia. Muchas veces había estado durante un tiempo capturado por un escritor o un filósofo, y había pasado meses hundido en la masa de escritos de un autor —por ejemplo Malcolm Lowry o Jean-Paul Sartre— y había leído todo lo escrito por él y todo lo escrito sobre él, pero ahora, aunque el sistema, para verlo así, era el mismo, todo era distinto porque el sujeto de la investigación era él mismo, el sí mismo, dijo con una carcajada. El sí mismo, el en sí de uno, pero como uno no es uno, sino otro y otro, en un círculo abierto, se comprende que la forma de expresión debe ser fiel a la contingencia y al desorden y que su único modo de organización debe ser el fluir de la vida misma.
Ricardo Piglia


Llevo un tiempo leyendo diarios. Hay algo en esa clase de materiales que me fascina. Desde la primera vez que me topé con “El oficio de vivir” de Cesare Pavese, no he parado de vez en cuando de detener mis lecturas en curso, y volver sobre las obras autobiográficas como tratando de encontrar respuestas. Suele coincidir con momentos decisivos (y algo desorientados) de mi propio trabajo literario. La prosa que se desenvuelve en los libros memorialísticos constituye un territorio especialmente apto para la reflexión “aparentemente” metaliteraria. Sin embargo, no están ahí los atributos que más me interesan. Más bien al contrario. En la escritura de dietario, sobre todo cuando es buena, lo de menos (para mí) es el costado del “yo biográfico y sus anécdotas”, y lo de más la perplejidad sobre el mismo hecho de escribir, el temblor de la propia subjetividad, las conexiones infinitas entre el ser íntimo, existencial, y el ser histórico, social, que aflora en cada instante sin que el autor lo quiera. Incluso más allá. Mi lectura de diarios está completamente atravesada por esta cita de Franz Kafka que que sigue resumiendo a la perfección las contradicciones de este tipo de obras:

“La escritura me niega. De ahí mi plan de investigaciones autobiográficas. No biografía, sino búsqueda y descubrimiento de elementos lo más reducidos posible. Ahí es donde me edificaré luego, igual que un hombre cuya casa se tambalea quiere construir una sólida al lado, a ser posible sirviéndose de los materiales de la vieja. Lo que sin embargo resulta molesto es que las fuerzas le fallan a mitad de la construcción y que, en lugar de tener una casa tambaleante pero entera, ahora tiene una casa medio destruida y otra medio acabada, es decir, nada. Lo que sigue es pura locura, es decir, algo así como un baile de cosaco entre las dos casas, baile en el que el cosaco rasca y despeja la tierra con los talones de sus botas tanto tiempo como es necesario para que su tumba se excave bajo él.”

Los diarios de Emilio Renzi constituye el tercer volumen, y última entrega completa, del autorretrato que el propio Ricardo Piglia trazara de sí mismo. Durante más de cincuenta años Renzi fue su álter ego, el personaje de sí mismo, recogido minuciosamente en distintos cuadernos que fueron traspasando décadas y lugares. En este ejemplar encontramos tres materiales muy distintos. La primera parte se titula “Los años de la peste” y trascurre entre 1976 y 1982. Un periodo criminal para la historia argentina que se filtra como veneno en las páginas de la obra. Estremece esa vida al borde al miedo, en una Buenos Aires asfixiada por la brutalidad y el crimen. Y cómo incluso en circunstancias tan difíciles, la vida hecha escritura se impone, bracea contra las circunstancias. La segunda parte, “Un día en la vida”, es una narración “en la que Renzi cede la palabra y se convierte en personaje contado en tercera persona”. La tercera parte lleva por título “Días sin fecha”, y tal y como se nos dice en la contraportada “reúne anotaciones de los últimos años, en las que se evocan instantes de felicidad, la última clase en Princeton y la aparición de la enfermedad que de modo lento pero implacable impone su ley”.



La lectura de este libro ha sido muy reveladora para mí. Me ha permitido entender con mayor profundidad varias dimensiones esenciales de la literatura. La primera de ellas es tomar conciencia del hilado de “la realidad en la ficción”, y sobre todo su vuelta, la “ficción en la realidad”. Cómo ambas laderas de lo literario se superponen, se cruzan, habitan nuestras vidas disolviendo toda apariencia de solidez. La literatura es siempre porosa, líquida, y no porque vayamos ahora a repensarla desde esas categorías tan posmodernas que se hicieron famosas hace ya algunos años de la mano de Zygmunt Bauman, sino porque por muy sólida y compacta que parezca ser la experiencia literaria, su reflejo nos deja casi siempre un poso de indecibilidad. El mundo que se traspira en lo literario desestabiliza el propio mundo, lo descompone, lo problematiza, lo bifurca. Los “yoes” se vuelven “otros”, los “otros”, “yoes”. Piglia que es Renzi que es Piglia, se vuelve escritura, es decir, no sólo un ser o un no ser, sino sólo escritura, y en tanto escritura el sujeto inoculado se desplaza de lo ficcional a lo real en un camino iterativo constante. “El en sí de uno” es su completa desestabilización, su “borradura”, la imposibilidad de fijar límites entre el ser interno y el mundo real y ficcional que lo componen. Por eso, al leer estos diarios, lo que me ha deslumbrado no sólo era la peripecia moral, intelectual, cotidiana del Piglia-Renzi en diferentes momentos históricos, sino sobre todo su paulatina disolución como sujeto en escritura. O mejor dicho, en un “ser para la escritura”.



Otra de las dimensiones que me han resultado fascinantes de este libro es seguir constatando que eso que pomposamente llamamos individualidad, no es más que una heteróclita, dispersa, indescifrable, vulgar, plural y vaporosa realidad. Si la prehistoriadora Almudena Hernando lo llamó “fantasía de la individualidad”, en un texto memorable sobre la construcción sociohistórica del sujeto moderno, Piglia (a través de su propia vida) parece invitarnos a someter a distanciamiento crítico cualquier veleidad de “yoísmo”. Quienes busquen una literatura autobiográfica, que se desengañen, lo que encontraran es un poderoso artefacto literario, pegado a la vida, que problematiza todos y cada uno de los fundamentos que componen la existencia ordinaria del hombre. El trabajo, el pensamiento, el amor, las dificultades materiales, el propio trabajo de escritura, las comidas, los apartamentos, los viajes, los periodos de silencio, las cenas, las conversaciones, el aburrimiento, se vuelven la materia biográfica que paulatinamente se irá desliendo. Es entonces cuando la escritura se apropia del ser, cuando lo amplía. Y es entonces también cuando le lector se disgrega y se da cuenta de su propia contingencia.

Leer a Piglia-Renzi tiene algo de familiar. Parece que uno lleva buena parte de la vida compartiendo lo poco que se es. Su fraseo es natural, complejo, tremendamente sencilla a la vez, directo cuando necesita ser directo, demorado cuando necesita pausar el tempo de las reflexiones. No dice todo lo que quiere decir, deja que el lector complete. No reconstruye con detalle cada atmósfera porque haciendo uso de una economía de lenguaje admirable, administra a la perfección la riqueza de su prosa. Eso lo aprendió bien de la literatura norteamericana. No sé, son tantas las cosas que se podrían decir de este libro… Quizá lo mejor sea que se revele tal cual es, recomendando su lectura de manera encarecida.  

Sirva esta reseña de homenaje a un escritor que nos dejó recientemente y por el que siento una enorme admiración.