PEQUEÑO MUNDO ENFEBRECIDO



Comienzo 2011 con dos lecturas muy distintas aunque íntimamente conectadas. Ambas toman posición frente a la memoria y el testimonio, ante la propia vida, pero lo hacen de modo antagónico y complementario. En el caso de J.M.Castellet, con su Seductores, ilustrados y visionarios, nos ofrece un repaso de la España franquista y sus opresiones de la mano de seis personajes (y, en concreto, mediante la relación sostenida por parte del crítico y editor catalán con todos ellos). Manuel Sacristán, Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Alfonso Carlos Comín y Terenci Moix. Aún no he terminado el libro, si bien aparecen algunas perlas que me mueven a la reflexión. La primera de ellas tiene que ver con la idea de "distanciamiento", tan cara en el ámbito literario, y muy presente en ciertas poéticas. Nos dice así el memorialista barcelonés (a propósito de su estancia en el sanatorio de Puig d´Olena a principios de los años cincuenta con motivo de una tuberculosis):

"Pasados casi dos meses desde mi llegada, había tomado el pulso a la vida aparentemente rutinaria del sanatorio. Digo aparentemente porque el descubrimiento de aquel pequeño mundo enfebrecido -título de un libro de cuentos de Maurici Serrahima, editado en 1947 y que alguien me dejó leer por entonces- resultaba excitante y absorbente, al menos para alguien que como yo llevaba dentro, tal vez de manera connatural o adquirido quién sabe cómo, el sentido del distanciamiento. Había tenido una primera prueba, todavía nítidamente recordada, con motivo de la guerra, a los diez años, cuya descripción tal vez pueda esperar. No obstante, en agosto de 1950 -a mis veinticuatro años- esta sensación era ya evidente. En aquel sanatorio, yo estaba y no estaba, según las horas del día o mi humor cambiante. De que estaba físicamente no cabía duda. Es más, dado mi talante, participaba de manera plena en la vida de los demás enfermos. Sin embargo, de repente, encerrado en mi habitación, a las horas de reposo obligado y solitario o en las noches de insomnio, ni estaba ni dejaba de estar: el mundo se volvía extraño, lejano, vagamente inconcreto, definitivamente ajeno. ¿Cómo podría explicarlo? Lo ignoro. No se trataba de una inmersión en el sueño, en la fabulación de otro mundo. No. Más bien era una petrificación de mí mismo, radical y absoluta. Un silencio interior, la nada. Para mí estaba claro que no era nada que pudiera relacionarse con la enfermedad o con el aislamiento del mundo exterior. Tampoco era el pensamiento de la muerte. Sencillamente, pese a estar vivo y con los ojos muy abiertos, la ausencia me invadía y el distanciamiento devenía cósmico, como el de las estrellas y las galaxias. Después, sin saber cómo, la inhibición se disolvía y de pronto, de forma inmediata, volvía a vivir las minucias de la cotidianeidad. Siempre, eso sí, a través de una membrana impalpable y transparente que seguía marcando un impreciso y mínimo distanciamiento, delgada como un papel de fumar, cordial y solidaria con los demás, y pese a todo real, ineludible." (Pág. 54).

Reconozco que esta sensación me invade muchas veces. No se trata, como dice Castellet, de un ahondamiento o ensimismamiento, sino de un "extrañamiento" frente a la realidad circundante. Sin embargo, creo que es precisamente ese "extrañamiento" temporal, intersticial podríamos añadir, el que tras la vuelta a lo real facilita una perspectiva alternativa, otra, que amplifica las posibilidades comprensivas.



La otra lectura que me tiene atrapado y que dialoga interiormente con Castellet es un comic. Se trata de Notas al pie de Gaza de Joe Sacco. En honor a la verdad debo decir que no soy lector de comic. Me limito a echarme a los ojos aquellos que mis amigos me regalan. En este caso estoy fascinado. Frente a la idea de "distanciamiento" castelletiana, Joe Sacco opta por el reportaje periodístico militante, implicado, con el fin de ofrecernos un retrato ardiente de la situación desesperada en la que viven los palestinos de Gaza desde hace décadas. Y lo hace a través de la búsqueda por parte del dibujante y protagonista de la novela gráfica de informaciones sobre una matanza cometida en el año 1956 al calor de la guerra entre Francia, Inglaterra e Israel, por un lado, y Egipto, por otra. La técnica de Sacco funde literatura, dibujo, periodismo, combatividad política en una suerte de mixtura apasionante que va configurando una trama de realidades individuales y sociales.

Tanto Castellet como Sacco toman "lo personal" como medio para acceder a lo "colectivo". Uno, las relaciones de amistad. Otro, la inmersión en directo en la cotidianeidad de un pueblo. La memoria del tiempo y del mundo enfebrecido articulándose entorno al posicionamiento del propio sujeto que observa e interacciona con ese mundo. Castellet a caballo entre el distanciamiento y la otreidad. Sacco por medio de una bajada en apnea a las catacumbas de la realidad social que produce, igualmente, un extrañamiento sobrecogedor. Memoria y presente. Historias personales e historias públicas.

Reconozco que me obsesiona este asunto. ¿Cómo vertebrar en una misma poética estas dos dimensiones? ¿Cómo bucear en el "viaje interior" sin olvidar el "viaje exterior"? ¿Cómo hacer complementarias las lógicas del distanciamiento y la participación activa en lo comunitario?

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